La saga Donkey Kong
Donkey Kong Country 2: Diddy´s Kong Quest
Tuvimos esta excelente secuela un año después nada más: 1995. No es la primera vez que sale una secuela con un año de diferencia de su antecesor, superándolo y convirtiéndose en obra maestra. Hablo claramente de “Monkey Island” 1 y 2 (años 1990 y 91). Pareciera que ciertos desarrolladores cogiesen de sprint sus creaciones, alcanzando tal velocidad que cuando logran detenerse y miran hacia atrás hay demasiado recorrido y tienen que dividirlo. Pero es que Rare siguió corriendo, y en 1996 lanzó la tercera entrega (¡!).
Vayamos por partes. Confieso que me compré la Super Nintendo ambicionando el “Donkey Kong Country”, pero nunca llegué a comprarlo. Fue esta segunda parte la que llegué a adquirir, y, vuelvo a confesar, es mi favorito de la saga, además de que me ayudó a superar la muerte de mi querido cobaya Potx.
¡King K. Rool ha secuestrado a Donkey Kong! En esta ocasión encarnamos a Diddy Kong como principal protagonista, y nos acompañará su novia: Dixie Kong, quien dando vueltas a su coleta emulará un helicóptero lo que falicitará un lento descenso y maniobra.
La fórmula la dejaron intacta, se limitaron a mejorar lo que ya tenían. Gráficos depurados, dificultad aumentada, nuevos personajes, nuevos enemigos, un mundo más extenso, más amigos animales, nuevos ítems a coleccionar… Todo es más y mejor. En el control de los personajes se ha añadido la posibilidad de subir sobre tus hombros a uno de ellos y lanzarlo lejos para atacar o llegar a lugares lejanos.
A los items ya habidos en la anterior entrega se le añaden las monedas banana (que los Kong ahora nos piden por sus servicios), las monedas DK que Cranky Kong nos ha escondido por todo el mundo como reto y las monedas “Kremkoins” que nos sirven para acceder a un nuevo mundo: El Mundo Perdido de los Kremlings.
Los nuevos personajes son Swanky Kong con su “Tómbola de Swanky” para ganar vidas extra y Wrinkly Kong, que nos dará consejos durante la aventura a cambio de grandes sumas de dinero (menudo bastardo). Por cierto que la novieta de Donkey ha desaparecido, parece que su amor no cuajó, mala suerte amigo.
Los amigos animales vuelven en todo su esplendor, excepto Winky la rana y Expresso el avestruz. Se añaden Squitter la araña, con la habilidad de tejer plataformas temporales para acceder a nuevos lugares, Rattly la serpiente muelle, Clapper la foca que nos ayudaba cambiando el estado del agua y facilitando nuestro avance, Glimmer el pez linterna para los pasajes acuáticos oscuros y los hermanos de Sqwaks el loro: Quwaks y Flapper. Qué extraña afición de Rare con los personajes animales con nombres extravagantes. Otra diferencia respecto a estos es la posibilidad no solo de montarlos, sino de encarnarlos también en ciertos pasajes.
Y de enemigos nuevos también han curtido esta entrega. La verdad es que los diseños de los artistas de Rare son francamente hermosos y originales en todas las entregas; redonditos, consistentes, formidablemente animados y sonorizados. Es un mundo lleno de vida, que pese a lo onírico y poco coherente que pueda resultar, tragas y te lo crees: te sumerges.
Los escenarios son más diversos que en “Donkey Kong Country”, más variados y contrastados, lo cual se agradece y otorga a cada mundo un carácter propio. Además le confieren al juego un tono más oscuro respecto al anterior, no en vano nos hallamos en los dominios Kremlings. Comenzamos sobre unos barcos pirata (presumiblemente de King K. Rool que ahora es Kaptain K. Rool), pasando por un volcán donde nos aferraremos de gancho en gancho para no caer, un pantano, un parque de atracciones (donde las minas del primer juego son sustituidas por montañas rusas), lugares fantasmales, y el poderoso castillo de K. Rool. Además del ya mencionado mundo adicional, donde K. Rool aguardará para la revancha.
Las músicas vuelven a ser todo un deleite, muy recomendable la banda sonora, más memorable, más carismática. Y los efectos de sonido son excelentes y realistas, como la dentadura de un pequeño enemigo reptil que repta por los suelos, o los gritos de los Kremlings derrotados.
Completar el juego al 102% es un reto realmente difícil y gratificante que recomiendo a cualquiera, pues exige cierta precisión con respecto al escenario, cierto conocimiento de éste y ejecución calculada del control; algo muy propio del género por cierto.
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