El verano llegó un año más. Ya sé que suena redundante que con él llegan las piscinas, las playas, las vacaciones, los chiringuitos, las barbacoas y todas esas cosas fantásticas que se le presuponen al verano y que al final, ya sean por una razón u otra no podemos disfrutar al cien por cien. Esa razón puede llamarse trabajo, exámenes, falta de pasta, o qué se yo. Y es que por muy bien que salga un verano nunca terminan de cumplirse las expectativas. O tal vez si…
La cosa es que hay algo de lo que seguro no nos libramos, afortunadamente, y es que pasamos más tiempo en la calle. Las condiciones climatológicas se apiadan de nosotros y nos dejan salir y disfrutar del buen tiempo (sobre todo por la tarde/noche), ya sean en el campo, la ya comentada playa o nuestra propia ciudad, sin ir más lejos. En esos momentos en los que estamos tumbados en la arena, descansando a los pies de un árbol o paseando por un parque no nos solemos acordar demasiado de nuestras consolas domésticas, que descansan y acumulan polvo esperando con impaciencia a que el mal tiempo nos importune y nos volvamos a acordar de ellas, resguardaditos en nuestras casas al calor de sus paredes.