Muchos de nosotros recordamos con nostalgia una época en la que la única forma de vender un videojuego en grandes cantidades era haciéndolo mejor y/o más original que la competencia, y no pagando una monstruosa campaña de publicidad. De toda esta batalla campal de títulos inolvidables y géneros de juego que aparecían y desaparecían cada mes, me gustaría hablaros de una compañía que hizo las delicias de los que buscaban algo nuevo, distinto a lo visto incluso en una época de continua evolución y experimentación como son los 8-bit. Me refiero como habréis deducido por el título del artículo, a los juegos de Hewson Consultants.
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Steambirds es un juego en flash de estrategia en el que tendremos que dirigir nuestros aviones contra las unidades del enemigo a través de un sistema basado en turnos. En cada misión se premiará nuestra efectividad con estrellas, imprescindibles para ir desbloqueando los sucesivos niveles. Con las teclas WASD podremos mover el mapa de juego y con el ratón dirigiremos nuestras tácticas.
Vía: Indie Games
Otro de esos juegos difíciles de conseguir, que nos hicieron mover cielo y tierra para encontrarlo y después dejarlo en el olvido…
Para aquellos otakus de la vieja ola tenemos una buena y una mala noticia: la buena es en 2005 salió en Japón un juego de Gunbuster para la Play 2, la alucinante saga de seis ovas de ciencia ficción, minusas en malla y robotos de entrenamiento, dirigida por un juvenil Hideaki Anno y producida por los estudios Gainax cuando no tenían un duro, hace ya añares, en la época pre-evangélica.
La mala es que el juego es medio un asco. O sea, si eres un verdadero DieBuster te va a molar un poco pero sino vas a putear mal a varias generaciones de herederos del Sr Bandai.
De movida los personajes están sacados con pocos polígonos, las caritas y los movimientos están re-tiesos, y en ningún momento hace honor a las capacidades gráficas de la querida consola. En nuestro caso, tampoco ayuda mucho que todos los diálogos estén en japo y nos quedemos afuera aún habiendo visto la serie una y mil veces como todo verdadero fan de las aventuras espacio temporales alienígenas de Noriko Takaya y sus amigas.
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¿Quién no aguarda con ansias la segunda parte del No More Heroes? Como la espera en occidente parece que será larga les propongo echar mano de un antiguo título de Grasshopper, verdadero fracaso intercontinental, pero que por lo menos fuera traducido rápidamente en su momento.
Resulta que esta vez estaremos todo el juego detrás de una cámara para poder filmar los reportajes en vivo y en directo de la cadena televisiva Zaka TV, líder en su franja horaria cuando toca presentar en pantalla extraños sucesos que acontecen en la ciudad de Chicago. La ciudad ha sido envuelta por una espesa niebla y unos monstruos infernales andan haciendo cosas feas entre los honorables ciudadanos.
Nuestro rol consisite en seguir durante todo el tiempo los pasos de las reporteras que nos toquen en turno que con su histeria característica tratarán de relatar al público lo que va sucediendo. De vez en cuando podemos escaparnos por ahí y encontrar pistas que hagan avanzar un poquito el reportaje o divertirnos enfocando el trasero o los pechos de la cronista. De hecho ¡la premisa del juego se basa en nuestra actitud ‘moral’ a la hora de filmar los acontecimientos!
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Basta con dedicarle unos breves minutos al loable Speedster que vio la luz en PlayStation por cortesía de Psygnosis allá por el año 1.997 para darse cuenta de las semejanzas que atesora con respecto al largamente recordado Trash Rally, uno de los títulos de conducción más recomendables del extenso catálogo de Neo Geo.
No en vano, aquel añorado juego de perspectiva aérea fue la conversión de una recreativa que gracias a su excelente jugabilidad cautivó a miles de adeptos en todo el mundo, si bien su acabado gráfico no desmerecía en absoluto. De hecho su valoración se mantuvo intocable durante largos años hasta que la llegada de las consolas de 32 bits dieron una vuelta de tuerca al género.
Retomando el título que nos ocupa, que no es otro que Speedster, bien podría decirse que es lo más parecido que pudo verse en la gris de Sony en comparación con el Trash Rally, convirtiéndose por derecho propio en un programa que difería con el resto de juegos comercializados en PlayStation, y supuso a su vez un soplo de aire fresco dentro de un género que estaba dominado por aquel entonces por la prestigiosa saga de Ridge Racer.
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Ésa no me ha despeinado
Lejos, por no decir lejísimos, quedó ya esa moda de los clásicos “yo contra el barrio”. Casi todos nosotros hemos vivido de críos la experiencia dentro de esa turba preadolescente que se arremolinaba alrededor de una recreativa (ya fuera para jugar o para comprobar con admiración como aquel chaval se había llegado al final del Final Fight). Sin embargo, los beat ‘em up de los de avanzar a pura ostia vivieron su edad de oro a finales de los ochenta, y desde mediados de los noventa, poco hay que destacar. Desde el apogeo con Double Dragon, pasando por las casi incontables aportaciones de Capcom al género o el fantástico Teenage Mutant Ninja Turtles de Konami, el espíritu de este tipo de juegos se fue apagando como los propios salones recreativos en los que los disfrutábamos.
Aunque esto no quita que de vez en cuando podamos encontrar juegos que apuestan por la misma mecánica. Es evidente que dentro del género se ha tendido a la espectacularidad y el armamento pesado. Nombres como Devil May Cry, God of War, Ninja Gaiden o el reciente Bayonetta resultan conocidos a poco que a uno le guste el mundillo del videojuego. Sin embargo no hace ni cuatro años, un magnífico representante de la vieja máxima “avanza a sopapos” vio la luz para la inmortal Playstation 2. Lamentablemente tuvo una acogida bastante tibia y no exenta de polémica, debido a una peligrosa tendencia al clásico lo-amas-o-lo-odias. De todos modos entiendo que luchar contra enormes negros travestidos o Power Rangers enanos puede no gustar a todo el mundo… pero esto es God Hand.
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Hewson (Spectrum, Amstrad, Commodore 64, Atari ST)
Steve Turner, 1987
En la mayoría de las ocasiones aquellos juegos que nos entretuvieron (y en algunos casos nos obsesionaron) con el paso de los años no han podido conservar su poder de atracción o adicción. Muchos lo comprobamos en su momento, con la aparición de los primeros emuladores de las viejas máquinas. «¿Cómo pude jugar yo a esto?«, sería la frase que mejor resumiría esos nostálgicos reencuentros. Pero hay casos excepcionales en los que el juego es capaz de romper la barrera del tiempo y mantener vivas todas sus virtudes aún hoy, cuando estamos saturados de grandes producciones que en muchas ocasiones quedan en el olvido. Uno de estos juegos ‘eternos’ podría perfectamente ser Ranarama.
Ranarama es un juego claramente inspirado en Gauntlet, aquel arcade de Atari de recorrer laberintos que tanto adeptos tuvo en su época. Con él, tiene varios puntos en común, empezando por la ‘perspectiva’ utilizada, la llamada ‘top-down‘ (cenital para entendernos), casi obligatoria para este género de los arcades laberínticos. Coincide también en la presencia de la magia, aunque Ranarama le da mucho más protagonismo como veremos luego. Por último, otro elemento omnipresente en ambos son los generadores (gran invento), que son puntos del mapeado desde los que van naciendo los enemigos de forma indefinida, hasta que los eliminas, claro.
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