Muslos prominentes, curvas de peligrosidad considerable, un par de trapitos mal puestos y unas evidencias bastante evidentes. Eso es lo que muchos se imaginan cuando hablamos de la mujer de los videojuegos, a lo que generalmente añaden además un cartel con la palabra “machismo”. Pero la verdad es que en este mundo nadie se salva de tener una fachada más que apetecible. El caso de los varones no es muy diferente, aunque se oigan menos quejas.
Al igual que un tendero luce lo mejor de su género en un escaparate, un personaje de videojuegos tiene la oportunidad y, en parte, la obligación de lucirse tanto como pueda. Las particularidades de este mundo hacen que cada creación se entienda siempre con el mismo aspecto, con lo que quedan identificados, aunque la psique pueda trabajarse un poco más.