En un lugar de la web de cuya dirección no quiero acordarme leí una vez un artículo de esos que hablaban de las inclemencias, maldades, malicias y demás terroríficas consecuencias que producía el jugar a los videojuegos. Indudablemente estas desinformaciones me recuerdan cuando el cura de mi pueblo me sermoneaba sobre lo perverso que era masturbarse (¡y yo me lo creía!). Concretamente, en dicho artículo se afirmaba que los videojuegos fomentaban la soledad, la incomunicación y el aislamiento social de los individuos. ¡Ahí queda!
Bueno, bueno, bueno; llegados a este punto me veo en la necesidad de sacar a la luz la artillería pesada. Ahí van unos nombres: Street Fighter II, Puzzle Bobble, Mario Kart, Mario Party, Unreal Tournament, Street of Rage, SingStar, Buzz, Fifa, Pro Evolution Soccer… y así podría seguir todo el día ya que la lista es interminable. Son sólo algunos ejemplos de esos maravillosos juegos que han amenizado nuestras reuniones y fiestas a lo largo de nuestra vida, cómo no, en compañía de nuestros amigos, familiares, vecinos o enemigos y rivales más acérrimos. El caso era jugar acompañado, daba igual con quién.
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