Verde como las hojas húmedas de un árbol cuando son mecidas por el viento. Verde como una botella de Heineken repleta de dulce magia. Verde como la luz del semáforo que nos desvía hacia a la carretera de los sueños. Verde como la esperanza que brota cada noche en las cavidades de nuestros corazones…
Verde. Como el ropaje de Link o ese Peter Pan que nos arrastra de la mano, entre nubes de algodón y atardeceres con olor a mandarina al País de Nunca Jamás. A Hyrule. Y una vez que visitas esas tierras, créeme, nunca podrás arrancártelas de tus retinas. Ni por mucho que broten ríos de lágrimas mientras lloras.