Metal Gear Solid 4 : El Crepúsculo de los Dioses
Mírale. Allí, junto a la ventana. En el asilo de héroes consumidos por la vida. Inmóvil. Sentado en una destartalada silla de ruedas. Con la mirada ausente mientras el frío viento de otoño acaricia su canosa melena. A su derecha en una mesita de madera, una caja de medicamentos y un cenicero repleto de colillas. Un enfermero de bata blanca deja caer unas palabras con voz vacía:
–Hora de la medicación, viejo… – dice, mientras con una mano abre toscamente la boca del anciano y con la otra le introduce en ella 4 pastillas enormes de distintos colores obligándoselas a tragar.
El hombre de la larga melena encanecida, traga y balbucea algo sin sentido. Sus ojos siguen perdidos contemplando un árbol caduco que reposa al otro lado de la ventana. Un árbol desgastado cuyas raíces están completamente cubiertas por un manto de hojas secas. La boca del anciano segrega unos hilillos de baba. El silencio vuelve a ser absoluto.
En el pecho, a un costado de un jersey marrón de lana, lleva cosida una plaquita. En ella hay dos palabras: Solid Snake.
Vamos a sumergirnos hasta bucear en las frías aguas de Metal Gear Solid 4: Guns Of The Patriots, o el canto del cisne más bello que haya dado consola alguna. En este caso, mamá Playstation 3. El tan esperado punto y final ideado por Kojima Productions cuyo lema «No place to Hide» sería el Padre Nuestro de este Blu-Ray. Tras 3 entregas de la saga Solid que marcaron de un sonoro puñetazo en la mesa un antes y un después en la historia de los videojuegos, medio mundo se derretía por saborear las supuestas últimas horas de vida de un (anti) héroe, de un icono, de un mito: Solid Snake.
Y es aquí donde a mi parecer el juego brilla con la fuerza de un relámpago en una noche de verano. Nada más encender la consola, y tras la pertinente carga de datos (bastante larga, por cierto) a la que por narices toca acostumbrarnos en la máquina de Sony, Hideo Kojima nos transmuta mientras suena un melancólico punteo de guitarra en un avejentado Solid Snake, ahora denominado Old Snake. Este Old Snake, al menos a mis ojos, se asemeja a una especie de canto rodado, una vieja piedra erosionada por el mar. Y el mar a su vez representaría las guerras sin victoria, las batallas olvidadas, disparos estériles y cadáveres desconocidos.
Un Snake demasiado viejo ya para estar a la altura del mito. Demasiado cansancio en sus venas. Demasiado desencanto en sus ojos. Un cuerpo maduro y chirriante moviéndose por inercia, renegando de tiempos pasados, de medallas y honores de guerra. Y ahí es donde creo que Old Snake agiganta su sombra, su leyenda. Es un símbolo derrumbandose ante nuestros ojos lo más dignamente que puede. Es una Torre Gemela con forma de escombros tras múltiples impactos.
El más humano de los personajes que he tenido el gusto de manejar en juego alguno. Y el más amargo. Para mí, no hay nadie que se acerque a su carismático desencanto. Es el mejor. Humanizar al héroe. Otra de esas ideas cegadoras del señor Kojima. El juego en sí se nos presenta a través de varios actos, 5 concretamente. Como si de una impactante obra de teatro se tratase. Y al tratarse del punto y final oficial a esta venerada saga, será como pasear días enteros en el interior del museo Metal Gear Solid. Una reunión de viejos amigos y enemigos que se reunen a las 5 para tomar el té…(ohh, 5, como los actos).
…Para finalmente transformarse todo en un cementerio de elefantes. Cabalguemos a través de cada acto (sin desvelar los secretos mejor guardados, conste), para ver si realmente la trama, el guión, está a la altura de las circunstancias:
Y créeme que lo está. En juegos como éste, deberían incluir un cinturón de seguridad de serie, como en los coches, para aferrarte al Sixaxis inalámbrico y no salir despedido por la ventana a causa de las sacudidas emocionales. Si pulsas START aparecerás en Oriente Medio, o lo que es lo mismo en el mismísimo infierno. Junto a nubes de polvo, un sol abrasador, estructuras arábigas semi-derruidas por el implacable fragor de la batalla y dos milicias enfrentadas en una guerra meramente comercial, que como todas busca sojuzgar a sus semejantes. O lo que es lo mismo, el poder. El jodido poder.
Y es aquí, cuando hablamos de las dos milicias, de los dos ejércitos encarados salvajemente, cuando se nos presenta una de las principales novedades de ésta cuarta entrega. Ahora Snake no es El Mesías salvador que descendido de las nubes va a salvar él solito a la humanidad para después desaparecer entre sombras. No. Ahora él es uno más. Otro soldado en una guerra que no importa a nadie.
Otro número que vaga entre casquillos de balas y fuego. Ahora, Old Snake, podrá involucrarse, o no (tú decides), junto a los milicianos que defienden su país para intentar expulsar al escuadrón de la muerte que lidera ese enfermizo idealista llamado Liquid Ocelot, tu eterno enemigo, del territorio que pretende ocupar. Si cooperas con ellos, sacarás tajada y de la buena en forma de nuevas armas, objetos desbloqueables y mayor facilidad de infiltrarte en líneas enemigas. Dos siempre golpearán con más fuerza que uno, ¿verdad?. Si no lo haces, tendrás que esquivar balas de ambos bandos como si de moscas se tratara.
Tu único amigo, por llamarlo de una forma, en el horror, será un pequeñito robot controlado remotamente de nombre en clave MK. II (Snatcher, te saluda) que se convertirá en el cordón umbilical que te unirá en todo momento con tu querido Otacon. A través de él, recibirás y comprarás armamento, horas y horas de conversaciones con Hal Emmerich y un milagro de la ciencia: el Solid Eye, una lente multifunción que te otorgará información detalla de la zona de combate o bien te servirá para poder en la oscuridad.
La otra pequeña gran novedad a destacar que presenta MGS 4 es una barrita denominada psyche que representa el bienestar psicológico de Snake, lo que influirá drásticamente en su actividad. Cuanto más estresado esté, menos eficaz será. A partir de aquí señores, subimos el telón de terciopelo azul y comienza esa agridulce obra de teatro dividida en los citados 5 actos. Con las inimitables señas de identidad, filias y fobias del gran Hideo Kojima. Por mucho que estallen granadas junto a tu pie izquierdo, por mucho que huelas el humo de una detonación que ha derrumbado un edificio de dos plantas, por mucho que silben las balas y gruñan los fusiles como perros enloquecidos, las sombras y el sigilo seguirán siendo tus mejores armas. Y nada mejor que el nuevo traje Octocamo que te transformará vía tatatachán de Tamariz en una especie de camaleón que hará que Snake pueda camuflarse con el terreno o texturas de cualquier objeto cercano.
Lo cual no evitará que en más de una ocasión tengas que hacer uso de la violencia para salvar tu pellejo. Tu misión es diáfana: eliminar a Liquid Ocelot, y acabar con Los Patriots. Los Patriots. O el gran poder en las sombras. Los eternos conspiradores. El titiritero que tira de los hilos del capitalismo más voraz y de la economía vampírica que se alimenta a base de la sangre derramada en guerras. Probablemente algo semejante a lo que nos ha arrastrado a esta crisis mundial en la que nos estamos ahogando. Al desague.
Obviamente tu misión será tan fácil como lo es caminar sobre un millar de cachitos de cristal con los pies descalzos. Ocelot es perro viejo , tiene el culo pelado de mil batallas y sabe rodearse, amén de un ejercito de miserables mercenarios que matan por dinero y no por ideales (lo cual es igual de deleznable) de una unidad especial a cargo de guerreras ultrapoderosas llamada Beauty and the Beast y formada por Laughing Octopus, Raging Raven, Crying Wolf y Screaming Mantis. Es decir, los Final Bosses de turno. Un guiño que los fans de la saga sabrán reconocer con la simple lectura de sus nombres.
Y 4 personajes, que a diferencia de cientos de videojuegos, no son el arquetípico enemigo maligno de mente plana. Aquí no hay blancos y negros, predominan los grises. Hay histórias enredadas como rabitos de cerezas, que una vez conozcan cambiarán tu percepción de las cosas. Preparado estás. Hablando de estos Final Bosses, entre tú y yo, te diré que personalmente creo que adolecen de la profunda fuerza escénica y emocional que tuvieron los del místico primer MGS de PSX, y que Fortune, Gray Fox, Olga Gurlukovich, The End, el propio Vamp (al que volvemos a encontrarnos) o la reina de las reinas, The Boss que me parecieron muchísimo más carismáticos/as que esta especie de engendrofusiones cuarto y mitad de falta de ideas y parte de nostalgia barata que resultan ser las Beauty and the Beast.
En lo jugable estamos ante un título que aboga por la filosofía iniciada en su día por el colosal y polémico hasta el infinito MGS 2. Es decir, secuencias y más secuencias animadas que en más de una ocasión te convertiran en un mero espectador de cine al que solo le faltan las palomitas en un cuenco, diálogos eternos que interrumpen la acción y escenas animadas rotundamente épicas para algunos y un mar de bostezos para otros. Nada que ver con la esencia de MGS 3… y eso es algo que gustará a muchos (me incluyo) y hará maldecir a otros que tildarán a MGS 4 de una experiencia Hollywoodiense más que de un mero videojuego.
A título personal, debo decir que la trama cojea. A ratos es deslumbrantemente emotiva (cuarto acto), muy buena (final del tercero), magistral (enfrentamiento final) o realmente vibrante como en la encarnizada batalla en las trincheras de Oriente Medio, y otras veces es obscenamente mediocre. Me sobran algunas secuencias de vídeo, y mira que me solían gustar, pero es que algunas resultan ser terriblemente soporíferas y artificialmente extralargas en mi opinión, como las primeras apariciones de Drebin que me hicieron roncar 3 o 4 veces en mi sillón. Creo que hay formas más acertadas y cortas de dar a conocer a este tipo, y solo su mono, muy Simpsons era el artífice de separar mis parpados. Me sobra en gran medida el Nomad.
Me faltan más momentos de vocas abiertas de puro asombro. Más OHHHs. Que los hay, pero no al ritmo de MGS 1 y 2 o partes soberbias del 3. Visualmente creo que poco hay que decir. Exprime cual limón el hardware de PS3 como ningún otro juego lo había hecho hasta entonces. Gráficamente es demoledor, cuasi perfecto, cegador…no se, una orgía para los ojos. Pero emocionalmente, siendo muy bueno a ratos, me parece excesivamente lineal y plano. Como dije al principio de éste artículo, MGS 4 ensalza el derribo del mito. El hastío del propio Kojima hacia su criatura, hacia su Frankenstein. Como si desease de todo corazón destripar a la gallina de los huevos de oro…
MGS 4 es un perfecto manual de cómo despiezar un héroe. De humanizarlo. Otro canto pacifista encontra del sinsentido de las guerras. Sean de dónde sean, sean por lo que sean. Por mucho fetichismo armamentístico que fluya de éste juego, creo que el mensaje una vez más, es claro. Hideo Kojima quiso derribar una leyenda lúdica a martillazos. Ciertamente es un derribo digno. Y un museo de la nostalgia para los fans, pero a mi parecer carente de la descomunal fuerza emocional de sus predecesores. MGS 3 como conjunto, MGS 2 como shock argumental y el propio MGS original a base de los mejores Final Bosses jamás engendrados me transmitieron más que ésta belleza visual de PS3.
Lo cual, ojo, es la más suaves de las críticas. Estamos sin duda ante un juego que hay que tener. Ante un juego exclusivo que vale por sí solo una PS3. Y es que es tal la fuerza de esta saga, tal su superioridad, que incluso a medio gas como creo que está en lo argumental/jugable MGS 4 deja en el más completo de los ridículos a la inmensa mayoría de los videojuegos que están o estuvieron a la venta en las estanterías de las tiendas. Ahora tal vez, veais con otros ojos a ese anciano senil del que os hablaba al inicio de este artículo. A ese Old Snake de mirada perdida sentado en una oxidada silla de ruedas, contemplando día tras día cómo caen las hojas en otoño en el asilo de las leyendas. Ese viejo soldado ahora silencioso, que cuenta cicatrices de guerra como si de lunares se tratara, y que no tiene nada que decir… porque todo está ya dicho. MGS 4 ha hablado…
–Nota personal: Pese a que éste artículo se asemeje a un análisis, me niego rotundamente a calificar numéricamente un videojuego. Primero, porque los gustos de cada uno de nosotros son únicos e intransferibles, y segundo porque un número puede focalizar y distraer de manera errónea. Y no pienso hacerlo. Ésto no es más que un simple artículo repleto de sensaciones que necesitaba escribir sobre un viejo juego de PS3. Y le voy a otorgar un color a modo de nota o como queramos llamarlo. Un simple color. Porque los colores generan estados de ánimo, al igual que un juego me los genera a mí. Creo que es más justo. Ésta es mi escala (de mejor a peor) : amarillo brillante-blanco pureza-gris nublado-negro petróleo-rojo sangre.
El color que creo le corresponde a MGS 4 es : Blanco pureza.
Deja tu huella
Crea tu avatar