Más allá de L.A. Noire
Mi padre es un firme detractor de los videojuegos y sus buenas razones tiene. Es un hombre de los de verdad, de los de antes, hechos a si mismos a través del esfuerzo. Es una de esas personas con el carisma suficiente para llevar bigote y mirar directamente a los ojos cuando tiene que decir algo desagradable. Además, para más inri, tiene 30 años más que yo y unos abdominales que ya quisiera más de uno. Por esa y muchas más razones respeto mucho a mi padre (me da una hostia y me deja fino), a pesar de que no comprende y detesta mi afición por los videojuegos.
Que si son una pérdida de tiempo, que si no enseñan nada y la típica retahíla de argumentos que carecen de la solidez necesaria para ser completamente válidos. Toda esa aversión hacia un rico mundo de historias y experiencias quedó el otro día en entredicho gracias la magia del único e inimitable L.A. Noire. Mi querido progenitor, al ver una de las escenas de interrogatorios que tanto han dado que hablar hizo «la pregunta», ¿qué película es esa? Su cara de desconcierto al responderle yo que era un videojuego no se me va a olvidar nunca.
¿Como pudo una persona capaz de matar con la mirada confundir una película con un videojuego? Fácil, gracias a la tecnología, que últimamente progresa a pasos agigantados y difumina los límites de artes tan distintas como son el cine y los videojuegos. Aunque ya está claro que ambos toman recursos uno del otro para mejorar y proponer diferentes formas de entretenimiento. Pero parece que el mundo del videojuego se está beneficiando bastante más de los avances tecnológicos en forma de que predenten hacerse mas reales y sorprender una y otra vez al jugador.
Motion Scan es la clave para que L.A. Noire sea ese juego que intrigue a la gente cuando lo ve por primera vez y se queden obnubilados mirando como se mueve la boca de la persona que sale en la pantalla. Los personajes que se muestran en pantalla, dejan de serlo para transformarse en actores interpretando un videojuego, dándole ese toque único que hasta hoy solo tiene L.A. Noire. De hecho, el día que fuí a comprar el juego, el día de su salida, había una tropa de gente embobada delante de la tele donde un afortunado estaba gorroneando el mando, hice una foto y es la que se muestra arriba.
Además produce una agradable sensación el reconocer a actores de series que a todos gustan. Sin querer hacer un destripe máximo, cito al genial John Noble, que ya aparecía en los trailers pero mucho de nosotros lo recordamos como Walter Bishop en Fringe y como el antipatico Senescal de Gondor, padre de Boromir y Faramir, Denethor II. Y muchos reconocerán a Cole Phelps como un Mad Men, interpretado por Aaron Staton en la estupenda serie con mismo nombre.
Todo este realismo se transmite al jugador dándole la sensación de que él es un detective de verdad, teniendo que estar atento a todos y cada uno de los detalles que hay en cada caso, bien sea una mirada, un ceño fruncido o una colilla de cigarillo con marcas de carmín. Se podría incluso decir que a fin de cuentas que es el jugador el que está interpretando el papel de detective. Yo sin ir mas lejos tenía una pequeña agenda con anotaciones sobre las conversaciones y alguna que otra hipótesis, solo me faltaba ponerme el sombrero y el traje de chaqueta que no me pongo desde la comunión de mi hermana.
La sensación de estar jugando una película se hace tremendamente agradable al saber que se controla a un actor que se conoce y que se encontrarán a otros por el camino, interpretando papeles que quizás no sean los suyos habitualmente. Porque están interpretando, ya que se sientan en una silla y delante de 32 cámaras Full HD construyen un personaje totalmente sólido y creíble. Luego si se repite esto con 400 actores se obtienen 200 terabytes de realidad que inunda una ciudad en la que hasta el barrendero parece de verdad. Y luego hay que hacer un pequeño esfuerzo para encontrar 2 rostros iguales.
L.A. Noire es un gran juego, pero quizás sea algo así como un pequeño ensayo, una prueba para ver como funciona eso de añadirle más realismo a los videojuegos. Una vez que lo terminé me quedé con ganas de más rostros expresivos que me dijeran lo que sentían. Quizás le faltaron algunos primeros planos de caras encogidas por el miedo, sudando de dolor o llorando de alegría, pero no tengo duda alguna que llegará el día en el que haya un juego así. De pensar en, por ejemplo, Isaac Clarke con la cara rabiosa mientras destroza necromorfos, se me ponen los pelos como escapias. Y cuando uno lee la noticia de que pretenden llevar la tecnología Motion Scan a todo el cuerpo, solo se piensa en que saquen ya un juego con eso. Pero quizá el tan nombrado invento de las 32 cámaras simplemente sea la punta de lanza de lo que está por venir, juegos en los que un disparo duela de verdad o la muerte de algún personaje haga mella en el rostro en nuestro protagonista. Solo queda esperar a ver que habrá más allá de L.A. Noire.
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