La Guerra de los Mundos
Se dice que es en las situaciones límite cuando se conoce de verdad a una persona. Tal afirmación parecería descabellada si no fuera porque cada vez que ocurre una situación extraordinaria se cumpliese a rajatabla. La mayoría de nosotros, personas de bien que no tienen muchas preocupaciones, no hemos pasado por tales momentos, aunque seguro que habrá alguien que haya vivido un mal rato y haya descubierto que la persona en la que confiaba no era más que alguien rencoroso, hipócrita o rastrero. El inquietante Joker de Heath Ledger puede ser una buena aproximación de esto, ya que se «tomaba la molestia» de usar cuchillos para «conocer mejor» a las personas que tenían la mala suerte de cruzarse en su camino. Eso sí, los trucos de magia con lápices del Joker no tienen comparación.
Nuestra buena posición dentro de la civilización occidental tiene como ventaja que rara vez nos vemos inmersos en una situación límite que nos permite saber como somos en esos momentos. Tenemos todas las necesidades cubiertas y simplemente nos dedicamos a vivir, a reproducirnos y de vez en cuando hacer algo bueno por la humanidad. Una de esas cosas buenas que el ser humano ha hecho por la civilización es la cultura y todas sus manifestaciones como medio de expresión de todo lo que nos inquieta, desde lo que amamos hasta lo que odiamos. Es por eso que manifestaciones culturales tales como la literatura, el cine, la poesía o el cómic son perfectas para hacer reflexiones acerca de nuestros actos como personas o animales humanos.
Los libros distópicos o de ciencia ficción son perfectos para proporcionar innumerables horas de entretenimiento, pero sobre todo de reflexión. Pero lo malo es que normalmente la ciencia ficción es del gusto de pocos y el lector ávido de buenas historias es catalogado de friki o raro. Este es el caso del que suscribe estas líneas, que tiene la mala suerte de tener unos gustos no mayoritarios que no tienen nada que ver con escoceses fibrados con falda, mandoble y un título tipo «Un Pirata en mi cama«. Es de suponer que el grueso de lectores de ese tipo de literatura encontrarán algo interesante en sus páginas, pero no para mi.
El echo de que esos libros «tan raros» inciten a la reflexión es algo maravilloso. Los libros no dejan de ser un poco de tinta sobre madera machacada. De la misma manera que los videojuegos no dejan de ser un montón de unos y ceros en fila esculpidos en un trozo de plástico, pero también proporcionan innumerables horas de entretenimiento y de reflexión. Es por eso que hay cada vez un número mayor de personas que consideran a los videojuegos como una forma de expresión artística y cultural.
Es cuanto menos curioso cuando el mundo de la literatura influye de alguna manera en el mundo del videojuego, pero cuando se quiere hacer un título basado en un libro con sus correspondientes licencias para hacerlo más jugable la cosa se vuelve mucho más interesante por momentos. Aunque siempre puede resultar que la adaptación resulte un fiasco quedando el libro como cúlmen de la experiencia. Es por eso que cando la adaptación al mundo del videojuego de una de las grandes obras de H.G Wells, La Guerra de los Mundos, provoca cierta expectación y sana curiosidad. El juego recuerda en cierta manera al mítico Flashback y al genial Limbo, si todo esto lo mezclamos con la catástrofe marciana puede que salga algo interesante.
La Guerra de los Mundos es uno de los mejores libros de ciencia ficción que se han escrito jamás, y el echo de que el señor Wells lo ideara y publicara en 1889 le da un toque inquietante por el echo de imaginar una invasión extraterrestre en una época donde los caballos eran los coches de aquel entonces. Tiene mérito también idear los famosos trípodes con su letal rayo de fuego que tanto pánico infundaron en épocas pretéritas. Pero lo cierto es que el mayor logro de la guerra de los mundos es condicionar todo lo que vino posteriormente en lo referente a invasiones extraterrestres. Ya se pueden poner Independence Day e Invasión a la Tierra como quieran, pero son copias de algo que se escribió en el siglo XIX.
Pero la influencia del libro no sólo se limita al cine o la literatura, ya que todo el mundo conoce la que se lió en Estados Unidos con la retransmisión radiofónica de una adaptación de la novela a cargo del mítico Orson Welles, que curiosamente no es primo ni cuñado de H. G. Wells. Para suerte del amigo Orson, la que montó con la retransmisión le valió para lanzarlo al estrellato a pesar de tener que pedir disculpas públicamente por haber asustado a todo un país. Pero la actuación del bueno de Orson palidece ante el revuelo que se formó en Radio Quito, Ecuador, once años después del ascenso a la fama de Welles. Por aquellas épocas corrían rumores de avistamientos de platillos volantes, así que a la emisora no se le ocurrió otra cosa que hacer una representación adaptada de la obra. Todo parecía ir bien, hasta que el pánico cundió de tal manera que cuando el público se enteró de que era una broma incendió el edificio de la emisora cual pueblo enfadado de Springfield con el resultado de cinco muertos en el incendio y unas pérdidas millonarias para la emisora, que tardó dos años en reanudar su actividad.
Todo el mundo conoce las adaptaciones al cine de la obra, siendo las más conocidas la clásica del año 1953 y la que protagoniza el «expresivo» Tom Cruise. Estas cintas ponen de manifiesto el echo de la fragilidad de la sociedad que hemos construido cuando las cosas se tuercen. Pero lo mejor de las adaptaciones de cine son las que no se conocen, como las nefastas adaptaciones de la archiconocida productora The Asylum, que no contenta de atentar contra el cine una vez, lo hizo dos veces sacando una secuela de a obra en la que, como raza, plantábamos cara a los invasores todo ello aderezado con unos efectos especiales del copón de malos.
Quizá la adaptación más curiosa que haya salido de la obra de Wells es un musical altamente recomendable de nombre Jeff Wayne’s Musical Version of The War of the Worlds. Se trata de una grabación narrada por Richard Burton (Cleoprata, El día más Largo) en su versión inglesa y por Teófilo Martínez (narrador de David el Gnomo) en la que se relata la invasión marciana acompañada de una música con un genuino sonido retro que casa perfectamente con la temática. De esta versión musical de la obra llegó a salir un videojuego de estrategia para PC y PSX basado en el musical desarrollado por GT Interactive que alcanzó cierto éxito. Aunque puede que la secuela no oficial del libro en la que Thomas Alva Edison encabezaba la conquista humana del planeta rojo resulte mucho más curiosa que todo lo anterior.
Una cosa está clara, el señor Wells ha ifluido de manera superlativa en muchos aspectos de la cultura, desde la maquina del tiempo, al hombre invisible pasando por las invasiones extraterrestres. Es por eso que habrá que darle una oportunidad al nuevo videojuego de La Guerra de los Mundos, quizás suponga una nueva vuelta de tuerca y un sentido homenaje a una de las mejores obras que se han escrito nunca. Así que mientras tanto, un servidor seguirá disfrutando de los libros y sobre todo de las bacterias, no vaya a ser que vengan a invadirnos.
Deja tu huella
Crea tu avatar