Hellboy – La cacería salvaje
No puedo negar que le he sacado gran provecho a mi fugaz visita a la última edición del Salón Internacional del Cómic de Granada. Me fijé en muchas cosas, compré y sobre todo y lo más importante, me lo pasé en grande con la «fauna» del lugar y con la gente con la que viajé. Sin duda para repetir otro año, y otro, y otro, y otro más… Aún tengo pendiente un pequeño reportaje sobre lo mejor del Salón, así que estad atent@s a lo que publique próximamente…
El tomo que me ocupa, «Hellboy: La Cacería Salvaje» («The Wild Hunt«), es sin lugar a dudas una de las mejores adquisiciones que realicé mientras buceaba por el océano de “stands” del recinto ferial. Nunca está de más cualquier material llegado de la mano del Maestro Mignola y de nuestro queridísimo agente secreto infernal.
Mignola cuenta, una vez más, con la maestría plástica del señor Duncan Fegredo, que hizo su debut paranormal en la anterior entrega de la saga, «La Oscuridad Llama«, dejando constancia de su buen hacer. Recuerdo que la primera vez que le eché una ojeada a ese tomo, pensé: «¡Caramba! ¡Sí que ha cambiado el estilo de Mignola con los años!«. Tonto de mí. Aun no era consciente de que lo que ocurría en realidad era que el Maestro había encontrado al aprendiz idóneo (y lo digo dentro los márgenes de Hellboy, porque este señor tiene ya un currículum más que considerable a sus espaldas), al que aspira con todos los honores y predicciones a ser el que lleve las riendas del personaje cuando la agenda de Mignola esté apretada. Y lo hace bien, francamente bien. A resumidas cuentas, para que me entendáis, el estilo de Fegredo es parecido al de Mignola, pero añadiéndole más curvas, más detalles y más tonalidades, pero conservando al mismo tiempo ese estilo característico del creador de Hellboy: colores sencillos, trazos rectos y angulosos y un dominio magistral de las luces y las sombras, que son el elemento más característico de las historias del demonio rojo. Decenas de veces me he topado por ahí con estilos que intentan emular erróneamente a Mignola, pero sin duda alguna Fegredo lo ha bordado, recogiendo la esencia original pero añadiéndole detalles de su propia cosecha. Disfrutaréis como críos, además, con el apéndice de bocetos comentados por el dibujante, en el cuál os daréis cuenta de que algunos de los personajes secundarios son invenciones del propio Fegredo, cada vez más influenciado por su mentor.
Hellboy al estilo Western. Un experimento de Fegredo a petición de los lectores,
que aparece en el apéndice de bocetos. Según Fegredo, cuando le preguntó a Mignola
»qué hacer con la cola» cuando HB monta a caballo,
éste le respondió tranquilamente que «simplemente, no la dibujara».
Pero me gustaría centrarme en el punto fuerte del tomo: el argumento. Como sus antecesores, «>La Cacería Salvaje» continúa relatando las andanzas solitarias de Hellboy tras su marcha de la Agencia, con el objetivo de conocerse más a sí mismo y sobre su peculiar “linaje”, formando un gran marco argumental junto con diversos episodios cortos, como «Makoma» o «La Isla«, demostrando la maestría de Mignola a la hora de ir soltando muy poco a poco los grandes misterios que rodean a su personaje estrella.
Con «La Cacería Salvaje«, Mignola quiere dar a entender, de alguna forma, que está comenzando a narrar el gran desenlace épico de las aventuras de Hellboy. En primer lugar, porque el héroe regresa a su «tierra natal», Inglaterra, y es en ese lugar donde se van a desencadenar una serie de acontecimientos, ajenos a la Humanidad, que podrían sentenciar el destino de todas las criaturas del mundo. Hellboy descubre, poco a poco, que junto con su demoníaca herencia, le corresponde, por parte materna, otro papel fundamental en el destino de las cosas: algo que hasta que no lo descubráis, no os lo podréis ni imaginar. Para meternos en situación, Mignola plantea un gran conflicto entre las criaturas sobrenaturales del mundo, en el cual Hellboy tendrá la decisión personal de tomar un papel clave y fundamental, y cuyo campo de batalla será Inglaterra.
Dagda, el Rey de los Tuatha de Dannan, ha muerto, y tras la derrota de Hécate, se ha alzado una nueva Reina de las Brujas, cien veces más poderosa que ésta última, y dispuesta a reunir un ejército entero de criaturas de fantasía, para arrasarlo todo a su paso. Casi al más puro estilo de El Señor de los Anillos.
Pero el gran héroe carmesí hará acto de presencia para impedirlo, aunque sea a regañadientes, por exigencias de otras entidades sobrenaturales, y para proteger a una vieja amiga, que ya veréis de quién se trata. Digo «a regañadientes» porque para vislumbrar una posibilidad de éxito, por una vez en su vida, Hellboy tiene que plantearse dejar de huir de su papel en el orden de las cosas, aunque suponga su perdición, pero al mismo tiempo con alguna que otra esperanza…
Y toda esta epopeya comenzará tras los acontecimientos de «La Oscuridad Llama«, cuando Hellboy reciba una carta de citación del Club Osiris, una asociación de aficionados a los sobrenatural que en alguna que otra ocasión intentaron ponerle las cosas difíciles a nuestro infernal amigo (ver el relato corto titulado “La Naturaleza de la Bestia”).
Todo ello con la maestría argumental propia del gran Mignola, que sabe perfectamente como ir desgastando poco a poco el trasfondo de la historia, sin dejar de perder el interés, el suspense y la acción en todo momento, con un ritmo insuperable. Y como siempre, plagado de criaturas extrañas y entidades surgidas de la pasión del autor sobre elementos tan dispares como el folclore europeo, el esoterismo más oscuro o la inconfundible y eterna influencia del señor H.P. Lovecraft. El autor también hace gala de una nueva y loable práctica como guionista, que no es otra que rescatar elementos de varias de sus historias cortas anteriores y darles una mayor importancia en el marco global de la gran historia de Hellboy, con giros y tramas secundarias nunca vistas, y personajes siniestros y estrambóticos en todas las esquinas.
Tal y como reza el título de este nuevo tomo, se le ha dado una importancia considerable al mito europeo de La Cacería Salvaje, implementándolo en la historia con un par de enfoques distintos. Para los que no lo conozcan, este mito surge de una antigua leyenda nórdica, según la cual, en algunas ocasiones, el dios Odín cabalgaba furioso por la tierra junto con una partida de cazadores junto a sus perros de presa, arrastrando consigo a todo aquel pobre desdichado que osara interponerse en su camino. Se decía también, que si te encontrabas con la partida de caza y mostrabas tus respetos, Odín te compensaba con una pierna de caballo que, si tenías paciencia, al día siguiente se convertía en un lingote de oro.
El mito fue traspasando fronteras con el paso de las generaciones, y las grandes naciones europeas contaban con su propia versión de la Cacería, contrastándose en España, por ejemplo, con la Santa Compaña. Aunque sin duda las versiones más conocidas son la inglesa y la francesa, en la que en muchas ocasiones, la influencia del Cristianismo a sustituido a Odín por el mismísimo Diablo, y los cazadores y los perros por grandes tiranos y personajes ilustres de la Historia: desde Carlomagno hasta el mismísimo Winston Churchill, pasando por Napoleón y otras «celebrities». Pero sin duda alguna, y lo más importante, es que las labores de documentación nunca nos haga olvidar el origen “vikingo” de este peculiar cuento.
En resumen: sin lugar a dudas, una vez más, Mignola regala a sus seguidores (acompañado de la firme maestría de Fegredo) su gran maestría a la hora de relatar la historias de Hellboy, que en los últimos años se ha convertido en un referente a la hora de romper con los estereotipos del superhéroe, tratándose de un personaje que cabalga entre el antiguo concepto de héroe épico del folclore tradicional y los mitos (así como de diversas influencias literarias) y algunos elementos más «pulp» del cómic moderno (con los típicos comentarios cínicos de HB frente a situaciones imposibles y su particular gusto por la música de décadas gloriosas… ¡y cómo no, su enorme pistolón!).
Saludos mutantes.
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