El Caballero Oscuro de Arkham City
Camino bajo el haz de luz de una solitaria farola. Su gelidez casi seduce al cadáver que llevo en mis brazos. Demonios, Gotham vuelve estar a salvo. Avanzo, ebrio de orgullo y recuerdo. Un paso más cerca de los coches patrulla, de los supuestos agentes de la ley. Hah… ¿Qué ley? Gotham no conoce ley ni orden. Pero vuelve a estar a salvo. Los ojos del comisario Gordon piden unas explicaciones que no recibirá; y mucho me temo que lo mismo debería suceder con respecto a la curiosidad indisimulada que comienza a fluir desde el otro lado de la pantalla, en este blog alejado de los callejones oscuros que frecuento. También desconfían de mí, de nosotros. De ustedes mismos. Idioteces. Somos Batman, y no hay mácula que pueda hacer tambalear la virtud del Caballero Oscuro.
Aunque bien mirado, una vez en la intimidad de mi habitación, con la capa y la máscara arrebujadas miserablemente en una esquina o en la otra de más allá, puedo confesar —de superhéroe a superhéroe— que yo no maté al malhechor que hace un rato deposité sobre el suelo de este agujero que algunos insisten en llamar ciudad de Gotham. Ahora que lo pienso, acaso han sido ustedes… los otros Batman. Y si no es el caso, igual deberían. Especialmente, si disfrutaron —como servidor— de aquel demoledor combo de puñetazos a plena cara que fue Batman: Arkham Asylum. Las buenas gentes de Rocksteady Studios se sacaron de la manga un auténtico trallazo del cual esperé, pacientemente, una secuela que se demuestra a la altura. Pero se da el caso de que nunca destaqué por mi premura a la hora de terminar juegos, y diría que aún menos en hablar de ellos. Sin embargo, me siento casi en la obligación de recordarles, prácticamente más de dos años después de su lanzamiento, que SIEMPRE es un buen momento para enfundarse el bat-traje y echarse a las calles del juego del año 2011. Qué demonios, juego del año en que lo prueben. Hay ciertas cosas que no tienen momento ni época, y no en vano en Batman: Arkham City, al igual que en el primer Batman en que me convertí por medio de mi vetusta SEGA Master System, un tío con pistola te arruina la noche. Arruinarle el día a Batman es imposible, ya lo saben. BANG.
Batman: Arkham City es un juego de acción en tercera persona de los de repartir contundentes tollinas y usar la cabeza —y los abundantes posibles de Bruce Wayne— para resolver puzles a golpe de gadget. Cierto, es más o menos lo mismo que hicimos en la jaula de grillos del Asilo de Arkham, pero a lo grande. Ojo con esto, que para la ocasión tenemos más y mejor Gotham, como manda la presencia de una preciosa y gigantesca ciudad amurallada en la que, contrariamente a lo que suele suceder en recintos así protegidos, el marrón se lo come el que está dentro. Una decadente y oscura trampa para los débiles. Porque las puertas del asilo se han abierto, y todo un repertorio de criminales, dementes y mafiosetes hacen nueva vida en la ciudad de Arkham. De punta en blanco y, por qué no, algo fuera de lugar, nosotros y nuestro traje de ricachón filántropo.
Dicen que el dinero no da la felicidad, pero apuesto a que mejora las probabilidades de supervivencia. No sé qué hacen ustedes cuando se ven desvalidos o les falta cambio para un refresquito, pero sí sé que Bruce Wayne únicamente tiene que llamar al mayordomo para que un avión de ultimísima tecnología le envíe el traje y parte del armamento prácticamente donde él quiere. De conseguir el resto de ítems ya hemos de encargarnos nosotros, y ya de paso no sería mala idea averiguar cómo y por qué Hugo Strange nos ha arrastrado hasta aquí, amén de aclarar qué hacen algunos de los peores villanos y archienemigos de Batman conspirando a nuestro alrededor.
Como en casi cualquier sandbox que se precie, la libertad de exploración implica también el derecho a resolver casi cualquier entuerto a golpes, y en esto Arkham City destaca como pocos. El fabuloso sistema de combate combina golpes, amagos de QTE, parries y toda clase de cabriolas con el uso de nuestros propios objetos, propiciando un sedoso ballet de hostias que hace méritos en pos del combo y la variedad, en un auténtico homenaje a las felinas habilidades del murciélago. Entre paliza y paliza, las misiones de infiltración (en las que suelen haber armas enemigas de por medio) nos obligan a tomar un camino igualmente destructivo, pero mucho más silencioso. Detectivesco, si quieren. El cambio de tono es evidente entre los dos tipos de misiones, y sin embargo no se hace aburrido en ningún momento. En parte debido a que al paso en que Batman evoluciona también consigue nuevos gadgets (cómo no), que cambian constantemente las reglas del juego conforme el personaje mejora. Eso sí, sin romper una línea que se mantiene a lo largo de la aventura, enriqueciéndose sin perder matices.
Sin embargo, la contundencia de los golpes no se traslada a la dificultad del juego. A las alturas a las que andamos, no creo que nadie se sorprenda de esto, pero el acertado diseño del juego no es excusa para su baja dificultad. Y es que todo el progreso en el juego viene dado de la mano, con un camino abierto que sin embargo el juego no quiere que perdamos de vista. La libertad está ahí, pero las soluciones, incluso de los enigmas del viejo Riddler, terminan por llegar con menos esfuerzo, o con una sospechosa facilidad. Como la Clarividencia de Skyrim, la senda salpicada de pétalos hacia el game over de Dead Space, o la orgía de monedas de New Super Mario Bros 2. Esto de los videojuegos se está poniendo (por norma) más fácil, y con el bueno de Batman no sucede otra cosa. ¿Acaso estamos mudando de un modelo de “te lo pongo difícil para que te resulte un orgullo el ganar” por “me ocupo de que te diviertas y te lo pongo fácil para que consumas más”? Ahí están los comentarios para que opinen.
Disfrutar de la ambigua malevolencia de Catwoman, recorrer en pleno vuelo los suburbios de Gotham como el murciélago que somos e (intentar) machacar por enésima vez al Joker son solo parte de la enorme diversión que atesora este juegazo. Y de hecho, seguramente la peor parte de terminar Batman: Arkham City será la de la espera de Batman: Arkham Origins. Poco más de un mes, según se dice, para una nueva entrega en la que podremos acceder a varios finales, y enfrentarnos a los jefes en el orden que queramos, con implicaciones en la trama. Ah, y un mapeado que dobla al de Arkham City, dividido en dos secciones. Bendito sea el mal y el caos, pues apenas queda nada para que Gotham vuelva a estar en peligro.
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