Desde sus más tiernos orígenes el mundo del videojuego ha sufrido un mal endémico que parece no poder superar: la reiteración de metodologías lúdicas y la ausencia de ideas novedosas. Este problema aparece de forma cíclica en todas las generaciones de sistemas. A saber: aparece un juego que introduce un concepto jugable revolucionario que directamente logra hacerse con el mercado (Pong, Pac-man, Street Fighter II, Doom, GTA 3, World of Warcraft) y a raíz de esa irrupción surge una miriada de títulos que no hacen más que aprovecharse de su patron lúdico sin innovar lo mas mínimo. Y eso en el mejor de los casos…

Porque efectivamente nos encontramos con cientos de videojuegos que, si bien no son capaces de mostrar algo nuevo, al menos resultan entretenidos y nos hacen pasar un buen rato. Pero es en los peores ejemplos de estancamiento creativo -cuando los diseñadores de las compañías no encuentran la idea innovadora que les haga ricos- donde más peligrosa se vuelve la situación para los aficionados: ese momento en el que alguien sugiere utilizar una licencia para realizar un videojuego.

De ello precisamente es de lo que trata mi artículo de esta semana. Hoy os voy a hablar de algunos ejemplos de licencias que se utilizaron durante los psicodélicos años 80 para realizar videojuegos, todas ellas con un denominador común: su uso en nuestro mundillo no tenía ni pies ni cabeza.

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Marte, el planeta rojo, un puntito en el cielo que desde que el hombre es hombre, ha cautivado su imaginación y se ha introducido de lleno en la cultura. Parece una nadería que algo redondo y brillante haya podido influír en el desarrollo de la civilización humana. Cosas más raras se han visto, pero si uno se pone a indagar un poco, pronto se dará cuenta de que el planeta tuvo un impacto decisivo en el nacimiento de la astronomía moderna y la posterior evolución de muchas ramas de la ciencia. Ya sé lo que estáis pensando, ¿qué hace este tipo hablando de cosas astronómicas en un sitio como este? Pues intentando aportar un poquito de culturilla y curiosidad a las ávidas mentes que están leyendo estas líneas.

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Sois muchos los que entráis en este blog cada día. Todos sois diferentes pero a la vez a todos os (nos) une una afición: los videojuegos. Ahora bien, la manera de enfocar esta afición depende de cada uno y hay, concretamente, un factor que es bastante determinante para disfrutarlos: la edad.

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Muchos han sido los fenómenos de moda (series, películas, grupos de música…) que han desencadenado el furor entre nosotros, pobres e ingenuos consumidores, haciéndonos adquirir compulsivamente cualquier tipo de novedad, merchandising o tontería de turno que saliera a la venta. Dragon Ball, Saint Seiya, Star Wars, El Señor de Los Anillos, LOST o la multitud de “estrellas musicales” actuales de dudosa calidad que mueven masas multitudinarias (Tokio Hotel, Hannah Montana…) son ejemplos de lo que me estoy refiriendo. Todos suelen seguir el mismo patrón: experimentan un auge impresionante en cierto momento, en el cual todo el mundo, sea o no fan de la novedad en cuestión, se vuelve loco por ella y se vive una especie de “fiebre” que suele durar de unos pocos meses a un par de años y, transcurrido ese tiempo, se pierde gran parte de la legión de admiradores “casuales”, quedando solo los más fieles y verdaderos amantes del suceso o simplemente no quedando nadie. De todas estas fiebres obsesivas y pasajeras la que más he vivido de cerca y a la cual me voy a referir en los párrafos siguientes es lo que muchos medios bautizaron como “Fiebre Pokémon”.

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La censura es uno de los males que más ha afectado a la integridad de los videojuegos. Resulta lamentable pensar que títulos que ya salen censurados de sus respectivos países de origen, donde no precisamente tienen leyes flexibles respecto al tema, vuelven a censurarse aún más al llegar a nuestras tierras. Bien para poder adaptar el juego al público infantil (y así ampliar la clientela potencial), o bien para quitar de en medio de gratis alguna presunta inmoralidad, los videojuegos han sufrido en sus carnes recortes que van de lo absurdo a lo patético pasando, por supuesto, por lo rebuscado. Lo de siempre: sangre, figuras femeninas y palabras para gente mayor. No se salva casi ninguna compañía.

Demos paso pues a la primera parte de este recopilatorio de juegos que en otros países y/o en otros sistemas escaparon a las garras de la censura, pero que en nuestros barrios se vendieron generosamente modificados, obligándonos a conformarnos con menos.

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Hay muchos ídolos dorados, cientos y puede que miles de seres humanos que pasan desapercibidos para el gran público. Los hay en todos los campos, pero a mi me llaman la atención los actores, porque les vemos y les miramos a la cara, pero no retenemos sus nombres, ni sus facciones. Aunque a veces, hay nombres que nos resultan conocidos… ¿dónde he oído yo el nombre de Hank Azaria? Probablemente en ningún sitio, muchos lo habréis leído. ¿Leer? ¿yo? estás de broma, ¿no? Pues va a ser que no. Para ser más concreto, todos y cada uno de vosotros lo ha leído, incluso es más que probable que toda vuestra familia lo haya hecho.

En los títulos de crédito finales de Los Simpsons, aparece su nombre, y es que le da voz a muchos personajes de la serie, desde Mou a Disco Stu, pasando por el jefe de policía Wiggum y Apu Nahasapeemapetilon, sin olvidar a Carl Carlson, el tío de la tienda de comics y el Dr. Nick. Por desgracia su trabajo en la serie nos es desconocido debido al doblaje, pero el carisma que le imprime a los personajes hace que trascienda más allá del simple sonido.

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Street Fighter II fue un gran boom a principios de la década de los 90′. En cada bar poseían una recreativa con alguno de los Street Fighter II de aquella epoca: el SF II’, el SFII Hyper Fighting o cualquiera de las múltiples versiones modificadas pirata. Cada tarde, al salir del colegio, una legión de niños se amontonaba en los bares o salas arcade del barrio para echar unos antológicos piques a lo que era el juego del momento. Con la llegada de Super Street Fighter II, seguimos flipando en colores pero el fenómeno empezó a sufrir un lento pero apreciable declive.

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El protagonista absoluto de la saga Devil May Cry, mitad humano y mitad demonio, es uno de los personajes de videojuegos más representativos desde su debut en el año 2001. Rebelde, díscolo, despreocupado, egocéntrico y con una chulería innata, este cazador de demonios experto en el uso de todo tipo de armas es también un tío «de los buenos», que acaba por ayudar al que lo necesita, aunque no sea precisamente un modelo de educación y compostura.

Dante, que estuvo nominado en casi todas las rondas de nuestras votaciones de Personajes con historia, nunca era capaz de clasificarse ni de quedarse fuera, pero por fin le correspondió su artículo, y aunque haya tardado mucho más de lo deseable, aquí está, y espero que en 2011 esta sección pueda tener mucha más vidilla que el año pasado, que la tuve bastante descuidada. En breve volverán las votaciones, y mientras, podéis recordar todos los personajes de los que ya nos hemos ocupado.

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