Hoy me gustaría hablar un poco del cine, ese invento que lleva ya más de un siglo emocionándonos y sorprendiéndonos a partes iguales. Personalmente, esto de las películas empezó a gustarme cuando siendo un enano vi King Kong (la original de 1933) a escondidas tras la puerta del salón de casa, pues mis padres consideraban que yo era aun muy pequeño para verla -¡pues claro, se maltrataba a animales y salían señoritas ligeras de ropa!-. Bueno, el caso es que acabé viendola entera, y aunque no conseguí oír gran parte de los diálogos, la fuerza y dramatismo de sus imágenes me maravilló. Volví a la cama y ya no pude dormir en toda la noche pensando en gorilas gigantes, islas perdidas y damiselas en apuros (supongo que eso influyó también en que me acabasen gustando los videojuegos de Nintendo…). En definitiva, y aunque yo no lo sabía en ese momento, había comenzado a ser un fan incondicional del séptimo arte.
Puede que a los niños de ahora ese anticuado y torpe muñeco de King Kong les produzca más risa que otra cosa, aunque a mí me marcó. Y esa afición fue creciendo según crecía yo (de chaval prácticamente obligaba a mis familiares y amigos a acompañarme al cine del barrio para ver los estrenos más populares). Recuerdo de aquella época grandes películas como Willow, Cortocircuito, Regreso al futuro, Los cazafantasmas, Indiana Jones y la última cruzada, Batman…