Soy informático y los ordenadores son una de mis grandes pasiones en casi todos sus aspectos. Y digo casi porque hay un dispositivo capaz de ponerme nervioso y sacarme de mis casillas: la impresora, especialmente cuando se pone a imprimir lo que le da la gana y cuando le da la gana. Tiene una especial predilección por llenarme las hojas de caracteres extraños y dibujos raros justo cuando estoy a punto de quedarme sin papel, porque sabe que es cuando más me duele.
Por otra parte, me repatea el hecho de tener que pagar por la tinta el precio de la sangre de unicornio. Si los gobiernos obligaran a las compañías a seguir una normativa en cuanto a los cartuchos, es decir, que existiese un estándar y cualquier empresa pudiese competir con sus cartuchos genéricos, hace tiempo que las copisterías serían unas tiendas del pasado. Pero esos maletines que circulan de mano en mano llenos de billetes ya se encargan de retrasar el futuro, y el presente.
Dejando a un lado todos estos temas personales y filosóficos con impresoras de por medio, me gustaría comentar un gadget bastante majo llamado Little Printer. Sí, majo a pesar de ser lo que es, una maldita impresora, así que es doblemente majo.
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