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Es lo más semejante a echar un cubo de pintura roja a la blanquecina carcasa de la Nintendo Wii. Zasss. Una forma de corromper la pura y casta imagen del nuevo fenómeno de feria mundial. De prostituirla. De quemar en la hoguera de las vanidades todos los putrefactos juegos mediocres de muchas de las thirds y los no-juegos que fluyen como salchichas baratas de una fábrica de embutidos. Me imagino a Iwata y Miyamoto abochornados tapándose la cara con viejos periódicos para huir de la avalancha mediática moralista encabezada por madres recatadas que portan antorchas, psicólogos de medio pelo y los medios sensacionalistas de turno. ¡Carnaza, carnaza!. Los videojuegos son la fruta prohibida virtual de Satanás, una vez la saborees tu alma arderá en un mar de lava. Salvemos a nuestros hijos. A los bunkers. Ya. Por supuesto baby…

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Si hace poco hicimos un recopilatorio de las manías que tenemos al jugar, hoy toca hablar de las que tenemos dentro -insaid- del juego en sí. Risicas ahead!

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¡Vamos allá!

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Jason Freeny vuelve a la carga, si anteriormente nos sorprendió con las entrañas de un muñeco de Lego ahora es el turno de un carismático Sackboy. Y es que si suponías que uno de estos simpáticos personajes solo tenían un relleno de algodón, estabas muy equivocado, tiene huesos, tripas y hasta su «cosita».

Vía: Kotaku

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Nunca me han gustado esos anuncios agresivos en los que un producto es comparado directamente con el de la competencia, de un modo descarado y que se basa más en el desprestigio del rival que en la enumeración de las propias virtudes. Y ese es precisamente el tono de este viejo anuncio, que visto desde nuestra perspectiva actual resulta un «owned» de bastantes dimensiones.

Comenzando por el arrogante título: «Lynx devora la comida de chicos», jugando con boy para dar a entender que se come a la competencia; y continuando con lindezas como «En comparación con la Lynx, la pantalla amarilla y negra de Game Boy es primitiva»; «Hey, lo siento, Game Boy, pero Lynx es la primera consola portátil en color»; o «Prueba a jugar a la Lynx solo una vez, eso es todo lo que necesitas para dejar atrás tus pequeños juegos de chico (boy games, de nuevo el juego de palabras)».

En fin, bastante desprecio respecto al rival, pero hacerse los duros no les valió de mucho, y la primitiva consola de cuatro colores se comió a todo lo que se le puso por delante durante varios años. Por cierto que esa imagen del California Games la usaban mogollón de anuncios de la consola de Atari, a veces parecía que no tuvieran otra imagen…

Vía: GoNintendo

Puede parecer bastante asqueroso sólo con leer el título, y no voy a ser yo el que niegue que lo sea, pero también es cierto que hay que quitarse el sombrero ante la calidad del resultado final, que teniendo en cuenta los escasos medios empleados y la peculiar materia prima es una verdadera proeza.

Seguro que el que más disfrutó del asunto fue el perro que andaba por allí, que se tuvo que pegar un atracón de cuidado con las sobras de los «pinceles»… y la moraleja está clara, no comáis muchas hamburguesas que ya veis la grasa que llevan.

Vía: Tecnoculto

Después del hiatus que me he tomado para arreglar mi ordenador, vengo a poner estas imágenes tan dabuten que me he encontrado via Kotaku y que han elaborado los chicos de the-minusworld, que ya nos demostraron su buen hacer a la hora de dar una apariencia retro a juegos actuales con las portadas al estilo Atari 2600 que pusimos hace un tiempo.

¡Sobran las palabras! Ah, bueno, no…¡OMG, que alguien haga estos juegos YA!

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En el espacio nadie puede oir tus chiptunes…

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Me ha parecido muy curioso el diseño de estas copas de cristal con la forma de los vasos de plástico de toda la vida. Pero su humilde -a priori- apariencia no se refleja en su precio que nada más y nada menos es de 49$.

Vía: Tec.nología.com

fragglerock

Nací en 1979. Pertenezco a la generación de los 80. A esa que se crió amamantada por 2 únicos canales televisivos. Esa que los domingos por la tarde se sentaba en el sofá con la mirada en trance viendo los dibujos de la Uno. La generación que practicamente aprendió a contar con el Conde Draco de esa maravillosa serie llamada Barrio Sésamo. Que paseaba virtualmente con Espinete, Don Pimpón, Super Coco, Epi y Blas o danzaba con los alocados bailes del panadero Chema (descanse en paz). Un crío que se tiró horas y horas solitarias en su cuarto montando batallas épicas con los Masters del Universo, con He-man, Skeletor y compañía. Dejando volar su imaginación, hasta que finalmente se escapaba por la ventana y se fundía con las nubes grises de invierno.

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