Sueños retro en Madrid
Cuando el primer sistema electrónico fue modificado para convertirse en un instrumento al servicio del entretenimiento, nadie imaginó el alcance que aquello iba a tener más de 40 años después. Hoy día nadie puede negar que los videojuegos son el punto de referencia del ocio en todo el planeta y son origen de modas, fenómenos culturales y su implicación salpica prácticamente todos los aspectos de nuestras vidas. Podemos calificar de mágico el hecho de cómo algo nacido de la curiosidad de un puñado de estudiantes aficionados a los trenes eléctricos haya llegado a ser hoy día uno de los negocios más fructíferos y que más dinero mueve del mundo.
Como todo, el mundo de los videojuegos está marcado por etapas más o menos diferenciadas que definen el paulatino crecimiento tanto en potencia como en complejidad de los sistemas que fueron empleados para reproducirlos. Cada, aproximadamente 5 años, la escena del mundo del ocio electrónico se convulsiona con la llegada de nuevas tecnologías y consolas que dan un paso más hacia el imposible y nos deleitan con mejores gráficos, sonido e innovadores sistemas de control. Así vimos el paso de los 2 botones de la Master System a los 6 de la SNES, el sublime modo 7 de Nintendo desapareciendo con la llegada de procesadores gráficos más complejos (¡3D!) y las repetitivas melodías midi transformándose en épicas suites orquestales a cargo de renombrados compositores. Todo esto avanza inexorablemente creando nuevas sagas y mercados y alejándose cada vez más y más de sus humildes orígenes. Pero, ¿qué ocurre con todo aquello dejado atrás? Es decir, hubo un tiempo en que 4 sprites en pantalla, 16 colores y un fondo fijo con un color por cada 8 píxeles era todo lo que se necesitaba para amenizar un verano entero. ¿Acaso estos relevantes pedazos de historia se olvidan para siempre en un cajón olvidado? ¿Se degradan lentamente en un trastero húmedo? ¿Se vuelven grises en un recondito rincón de nuestros recuerdos de infancia? Nada más lejos de la realidad.
La nostalgia mueve montañas y los recuerdos de nuestra infancia, cuando todo era más grande y mejor, nos atan de por vida a aquellos sistemas de videojuegos que tantas horas de diversión nos dieron antaño. Hay títulos cuya sola mención hace que el vello de nuestra piel se erice y un escalofrío nos recorra de arriba a abajo. Melodías que están tan arraigadas en nuestra mente que incluso a día de hoy surgen como lapsus y las tarareamos distraídos allá donde estemos. Imágenes grabadas en nuestra retina que volvemos a ver una y otra vez absortos en nuestras memoria. Porque han pasado más de 20 años y ya no son tan nuevos. Puede que ya no brillen. Que no nos deslumbren con unos gráficos nunca vistos ni una última vuelta de tuerca a la jugabilidad. Cajas desgastadas e instrucciones arrugadas. Pedazos de plástico y circuitos comercialmente muertos. Puede que sean fantasmas del pasado tecnológico y estén bien olvidados por legiones de nuevos jugadores y modernos programadores. Pero una cosa sí es cierta y es algo que nunca cambiará: para aquellos que los hemos jugado, nunca jamás morirán.
Y es por esto que la llama sigue viva y vuelve a extenderse poco a poco. Nunca recobrará su trono ni la hegemonía que tanto tiempo disfrutó, pero el mundo es un poco más consciente de que allí estuvo, fue el presente y, sin duda, la razón de todos los sistemas de ahora. Una buena muestra de este revival es la proliferación de blogs, noticias, videojuegos, etc. orientados a esta época dorada del ocio electrónico. Y es que no hay mal que por bien no venga: la avanzada tecnología que supuestamente tendría que haber acabado con la prehistoria digital, es aquella que precisamente la está impulsando hoy día. Por ejemplo, internet y sus infinitas posibilidades al alcance de todos arrojan toneladas de información en todas direcciones y crean un instantaneidad nunca antes vista. Los potentes ordenadores actuales pueden hacer correr emuladores de videoconsolas antiguas con una fidelidad asombrosa tanto sonora como visual. La programación es algo que hoy día cualquiera puede aprender y con ello rememorar aquellos sistemas que fueron el parque de juegos de su infancia. Incluso campos tradicionalmente ajenos a esta rama del entretenimiento como por ejemplo la moda, están cayendo de lleno en diseños pixelados y la repetición de tramas de Space Invaders en camisetas, faldas y un etcétera tan largo que se pierde en la lejanía.
Uno de los buques insignia de este revival es una interesante feria que tiene lugar con carácter anual en Madrid. Comenzó hace 15 años como una reunión de 26 aficionados de MSX para intercambiar hardware y software y poco más pero, en algún momento, aquello comenzó a desvirtuarse paulatinamente (no sin tener que sortear enormes obstáculos) hasta convertirse en el monstruo de más de 2000 asistentes que ha sido este año.
Retro Madrid 2010: 15 Aniversario
Tras tanto tiempo apareciendo sin falta en nuestros calendarios, Retro Madrid se ha convertido en una cita ineludible para los amantes del hardware y software retro, así que este año, previendo una mayor afluencia, ha traído dos novedades que esperemos se repitan en un futuro. Por un lado, se ha contado con un emplazamiento de lujo: la Facultad de Informática de la Universidad Complutense de Madrid. Contar con semejantes instalaciones ha permitido ir un paso más allá y celebrar múltiples charlas, exposiciones, conciertos e incluso hospedar el programa de radio Game Over en directo, todo ello perfectamente organizado por el equipo de Retro Madrid, coordinado por Rafael Corrales (representando a la AUIC, Asociación de Usuarios de Informática Clásica) y Jesús Fabre. Por otro lado, la implicación y colaboración de Nintendo al unirse a la causa para conmemorar el 25 aniversario de su mascota Mario, ha dado ese toque mágico y emotivo a tan maravilloso evento y ha brindado la posibilidad de un aula temática de la saga de Nintendo, pequeñas conferencias, material para el disfrute del visitante y otras muchas ventajas.
La actividad en Retro Madrid ha cubierto un total de 8 aulas e incontables pasillos y se ha extendido a lo largo de diez horas y media. La oferta de actividades ha sido simplemente impresionante. A destacar un concierto de bienvenida, un concurso de Cosplay, salas llenas de videoconsolas para el uso de los asistentes, interesantes charlas acerca de placas Jamma o la historia de los videojuegos, un enorme mercadillo lleno de joyas antediluvianas como Commodores 64, Amstrads, MSX, Ataris Portfolio, etc. y la grabación del, ya mencionado, programa Game Over. De hecho, aquel templo erigido al recuerdo estaba repleto de pequeñas partículas que no hacían más que catapultarte a los viejos tiempos. Bomb Jack, Armor Attack de Vectrex, Boulder Dash, Toki (Jamma), un Commodore VIC-20 (¡reproduciendo Matrix!), la base subterránea del profesor Elvin Atombender, recreativas con sabor añejo, monitores de fósforo verde… Innumerables detalles con que nos deleitaron los expositores que estaban al alcance de la mano para jugar, toquetear, saborear y, después de todo, hacernos recordar y sentirnos niños una vez más.
Por unas horas aquellos pasillos se convirtieron en un micro universo maravilloso que me hubiese gustado revisitar una y otra vez aunque, sin duda, el momento cumbre de la feria fue el encuentro generacional que presencié. Tras aquello, todo cobró un nuevo sentido y me permitió vivir el acontecimiento de una manera totalmente distinta. En uno de los pasillos, rodeados de vetusta retromaquinaria y ajenos a su entorno, un padre ponía en las manos de su hijo de unos 4 años un mando de Atari guiándole a través de la primera pantalla del Lode Runner. Fruncía el ceño, aprendía como hacer caer a los robots enemigos en los agujeros que creaba en el suelo, subía por las escaleras y cruzaba la estancia huyendo con pavor. Ese pequeño crecerá rodeado de alta definición, orquestaciones de alta fidelidad, frenéticos collages de imágenes y figuras perfectas en un videojuego en el que no será necesario ningún mando; pero siempre alternará esos mundos de vistoso ensueño con 8 pixelados bits, desgarbados sprites, chirriantes beeps y efectos sonoros monocordes. Porque habrá aprendido, gracias a su mentor, lo que es un videojuego desde el principio. Habrá saboreado el origen de todo y contemplará los videojuegos como lo que son: un gran universo con historia propia por el que nos dejamos envolver y nos alejamos del mundo real durante unas horas. Estoy seguro de que, dentro de 15 años, le veré paseando entre oxidadas pletinas y gráficos vectoriales en el 30 aniversario de Retro Madrid, mientras disfruto de que mi propio vástago machaque barriles con un gran y pesado martillo pugnando por derrotar a un gigantesco simio que ha raptado a su novia por un día.
Pero supongo que querreis saber quién es ese tal Rafael Corrales que he mencionado con anterioridad y qué tiene que ver con la AUIC. Y cuál es la historia tras todo esto ya sean sus orígenes o su razón de ser. Y supongo que también querréis saber todo lo que los chicos de Game Over nos contaron a Pixfans. Pues permaneced atentos los próximos días y no os perdais sendas entrevistas llenas de detalles curiosos, declaraciones atrevidas, diversión y, sobre todo, mucha mucha nostalgia retro.
Imágenes: Manual Atari CX2600 – Elvin Atombender – Lode Runner
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