Nasío pá’ jugá
Desde que tengo uso de razón y hasta donde me llega la memoria, tengo el recuerdo de empezar a jugar a videojuegos, vicio adquirido por culpa de mi padre, que fue el que me introdujo en el mundillo, y al cual se lo agradezco.
No recuerdo muy bien mis inicios, pero a juzgar por algunas fotografías hechas por mis padres y lo que me han explicado de cuando era muy pequeño, me empecé a interesar por los videojuegos a la edad de 3 años. Corría el año 1989, mi padre tenía un Commodore 64 y le gustaba estar trasteando con él y haciendo las pocas cosas que se podían hacer por aquella época con un ordenador (en comparación con ahora). Parece ser que yo por aquellos tiempos me pasaba el día pegado al ordenador y pidiéndole a mi padre que me dejará usar / jugar a esa cosa rara que se controlaba con un joystick (Space Invaders). Al principio era bastante reacio a que tocara el ordenador, pues era muy caro y lo podía romper porque era un manazas…
Pero como quien no llora no mama, con el paso de los días conseguí que me dejara hacer algo. Tengo un vago recuerdo, pero me suena que me divertían dos cosas en aquella época: llenar la pantalla de «XXX» y jugar al Space Invaders, aunque me mataran a las primeras de cambio. Ah sí, y un par más: mi padre dándome un tocho de libro sobre el Commodore 64 y diciéndome «Si quieres jugar, aprende como se hace«, y estar siempre preguntando cómo se hacían las cosas, que quería que me enseñara.
Pocos años después (diría que un año), vino una flamante NES con el Nintendo Zapper y con los típicos videojuegos de la época que tenía todo el mundo. Luego tanbién un 486 a 66Mhz. De esta segunda etapa recuerdo con cariño estar horas y horas jugando con mi padre a la NES dejándome la vista en la pantalla de 14 pulgadas, siendo siempre machacado por mi progenitor, cosa que en poco tiempo iba a cambiar. Y respecto al 486, como tenía el ordenador «más pepino» de la época, todos mis amigos venían a jugar esos juegos que sólo iban bien en mi PC, trayendo los disquetes necesarios en la mochila. Y de la época 486 recuerdo con especial cariño dos juegos: Doom II y Leisure Suit Larry.
Dos o tres años después cayeron mis dos últimas videoconsolas regaladas por la familia: os hablo de una MegaDrive (que luego me complementaron con la 32X, pese a que les dije que no la quería) y de la Game Boy. En esta época, aunque aún era un niño, ya tenía el culo pelado en los videojuegos, por lo que empecé a jugar mejor, querer tener más juegos y la cosa pasó de ser un «jugar por jugar» a un «tengo que conseguirlo todo y exprimir cada videojuego al 100%«. En esta generación ya empecé a ganar siempre a mi padre, que empezó a desistir de jugar conmigo, aunque de vez en cuando todavía se echaba alguna partida, sobretodo al Sonic.
Y, por otro lado, como ya teníamos algunos añitos ya nos dejaban ir a casa de los amigos a jugar. Y aquí ya nos organizábamos muy bien para la poca edad que teníamos: hoy en tu casa que toca la Super Nintendo porque queremos disfrutar del cerebro de la bestia, hoy en la mía que toca MegaDrive y ver sangre y videojuegos para adultos, ahora nos vamos al parque a jugar a la Game Boy para que nos de el aire y, cuando teníamos suerte y venía de fin de semana el amigo forrado de Barcelona, tocaba Neo Geo sin discusión.
Pero los años pasaron y llegó la siguiente generación de videoconsolas. Como yo ya tenía una paga, me tocaba ahorrar para comprar mis caprichos, y tenía entre ceja y ceja la Nintendo 64 (aparte de que mis amigos ya tenían la Saturn o la PlayStation). Y menuda compra que hice. De esta generación de videoconsolas siempre me viene el mismo recuerdo, que en cuanto llegó la Nintendo 64 y empezaron a caer juegos con lo que iba ahorrando de mi paga, nos pasábamos horas, incluso días enteros, jugando con ella y aparcábamos por completo las demás videoconsolas. Si había un videojuego nuevo, fuera de Nintendo o de Rare, los demás no existía durante meses. Nos juntábamos los 4-6 amigos más afines y de la habitación no nos sacaba nadie.
En esa época recuerdo que ya me había cambiado de ordenador varias veces y, aunque no recuerdo qué ordenador tenía exactamente, sí que recuerdo ir a casas de amigos con el ordenador a cuestas y montarnos LAN Party en los garajes durante todo el fin de semana, siendo de mi recuerdo más fresco los vicios intensivos al Heroes III, Quake y StarCraft. Y una cosa más, que marcaba una diferencia: era de los pocos afortunados que ya tenía conexión a Internet, por lo que las partidas online con algún otro amigo que tenía la misma suerte eran ya épicas (y que te habías caído con la p… excusa de que te habían llamado justo cuando estabas a punto de perder, también…).
Ya estando en el instituto, con pelos en los huevos y con algo de dinero, me decidí a comprar la que iba a ser mi última generación de videoconsolas (o eso pensaba de primeras), inclinándome por la Game Cube, que me convenció ya solo con ver el Rogue Leader (que a día de hoy aún he puesto alguna vez y me sigue sorprendiendo), además de los Capcom Five. Por primera vez, y única, me compré una videoconsola pensando en que solo la iba a disfrutar individualmente, por lo que prácticamente todo lo que me compré era para un jugador, así que el recuerdo que me queda de aquella época es el de viciarme a verdaderas joyas solo en mi habitación, ya que para quedar con los amigos ya teníamos la PlayStation 2 y la Dreamcast, que, no sé muy bien por que extraña razón, preferíamos para jugar en compañía.
Y claro, uno crece, empiezan las novias, la universidad y demás cosas de «mayores», pero no iba a dejar de lado mi vicio y pasatiempo favorito por estas razones. Así que, empujado por tener novia y acercarla al mundo de los videojuegos (y sumado a que la gran mayoría de videojuegos de GameCube que tenía eran de un sólo jugador), cambié de idea, y decidí comprar de nuevo una videoconsola, la Wii. Y, al contrario a lo que mucha gente pueda pensar, la Wii cumplió con mis dos expectativas: acercar a la novia a los videojuegos y poder jugar con ella a juegos chorras y a cosas más complejas y, en segundo lugar, disfrutar de grandes videojuegos en solitario sin que fueran sólo IPs de Nintendo (Xenoblade, MadWorld, No More Heroes…).
Además, en ese momento mi poder adquisitivo había aumentado considerablemente, por lo que me podía permitir comprar cualquier videojuego sin tener que seleccionar meticulosamente la compra y estar seguro al 100% de que me iba a gustar.
Esta época la recuerdo mucho más por su proximidad, pero por seguir en la línea del artículo, destacaría cuatro memorias: jugar y picarme a los videojuegos con la novia, la explosión definitiva del juego online (aunque el de Wii daba bastante pena), disfrutar enormemente trasteando la Wii con el Gecko (con virguerías como convertir el videojuego en uno totalmente nuevo con un amigo informático que tenía todo el mérito) y las horas y horas que estuve jugando con un amigo al Burnout: Paradise City haciendo el cabra.
Por último, llegamos a la generación actual. En principio volvía a tener en mente no comprar ninguna videoconsola, pero debido a la vida en pareja y las complicaciones para obtener el usufructo de la televisión en ciertos momentos, al ver que Nintendo sacaba una videoconsola que se podía jugar Off-TV y con retrocompatibilidad con Wii, decidí comprarla para poder seguir disfrutando de los videojuegos y no tener que estar preocupado por si alguien me estaba mirando mal deseando cambiar de canal.
Como esta época aún es la actual, no tiene mucho sentido sacar una lista de los principales recuerdos, pero todo llegará. Aunque uno sí que ya lo tengo claro, y es el de que una vez entras de pleno en la vida de los «mayores», el tiempo libre se reduce prácticamente a su mínima expresión, por lo que creo que recordaré esta generación como la primera en la que no pude jugar a todo lo que me gustaría. Y, seguramente, no la última en que me pase esto…
Por cierto, me gustaría comentar que, una vez leída toda la entrada, puede dar la impresión de que soy un pro-Nintendo, pero no es así, tiene una explicación bastante sencilla el porque casi siempre he tenido videoconsolas de Nintendo. Principalmente, hasta la época de PlayStation 2 – XBOX – GameCube, ésta incluida, siempre había un amigo cercano que tenía otra videoconsola, por lo que cada uno se compraba la de una marca y así nos asegurábamos tenerlas todas y poder disfrutar de los máximos videojuegos posibles, ya que el dinero no abundaba. A partir de la generación de PlayStation 3 – Xbox 360 – Wii, al ver el catálogo de Sony y Microsoft, decidí que sólo me iba a comprar videoconsolas de Nintendo, debido a sus exclusivos, pues para el resto de videojuegos tengo el PC, que además de salirme más barato, se ve y oye mucho mejor, estrategia que sigo manteniendo en la actualidad.
Y hasta aquí llegan estas pinceladas personales sobre los recuerdos que más presentes tengo de las diferentes generaciones de videoconsolas. Me he dedicado a comentar sólo los principales recuerdos que con más cariño de cada época recuerdo, es decir, los que creo que nunca olvidaré y que siempre que me viene a la cabeza algo de mi pasado de esas épocas relacionado con los videojuegos, son en los que pienso con más frecuencia.
Para finalizar, deciros que de todas las generaciones de videoconsolas que he vivido, las dos de las que mejor recuerdo tengo son la de 8 bits y la de 32-64bits. La primera porque fue la que definitivamente me enganchó al mundillo y la disfruté junto a mi padre, aunque supongo que también ayuda que fuera un niño. Y la segunda, porque con la entrada de las 3D de la Nintendo 64 estaba alucinando en colores, parecía realidad virtual; y también porque las partidas y situaciones más épicas en el mundo de los videojuegos que recuerdo en mi vida han sido a 4 jugadores en local a pantalla partida.
Y vosotros, ¿cuáles son los recuerdos por generación más importantes que os vienen al mirar al pasado?
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