Los cromos españoles de Dragon Ball de los noventa
Por todos es sabido que a principios de los años noventa, la «fiebre Bola de Dragón» estaba en pleno auge en España. Múltiples empresas (Panini, Matutano, Sonric’s, Ediciones Este…) decidieron que era el momento de sacar tajada del asunto, para la alegría de los niños que, flipando en colores, salíamos del kiosko con una sonrisa de oreja a oreja y varios sobres de cromos de Dragon Ball en los bolsillos. Los cromos de Bola de Dragón de los noventa son ya considerados como algo casi mitológico y forman parte activa de la infancia de los que ahora rondamos la treintena, que los recordamos con un cariño y una nostalgia inconmensurable. Son poco menos que pequeños pedazos de infancia en forma de rectángulos de cartón. Vamos pues a hacer un pequeño repaso, de memoria y sin documentar -con la ayuda de Proust y poco más-, de los cromos españoles de Dragon Ball.
BOLA DE DRAGÓN (EDICIONES ESTE)
Ediciones Este fue una empresa barcelonesa pionera en esto de explotar el fenómeno del momento. En una época donde no había Internet, estos emprendedores sabían que obtener ilustraciones originales japonesas de Goku & cia. era una ardua tarea, por lo que optaron por crearlas ellos mismos. Quizás la calidad final de las mismas fue discutible, cierto, pero el producto fue un gran éxito (seguramente porque no había nada más, pero no le restemos encanto a la proeza) y después de sacar la primera colección de 90 tarjetas –Tarjet-Cards, para ser exactos-, la ampliaron hasta las 140, y con su estuche de cartón correspondiente. De aquella época recuerdo también la excelente (o al menos a mí me lo parecía, de crío) colección basada en Bola de Dan, aquella serie tan chula de balón prisionero que nos quisieron colar con el símil del título, pero que era lo suficientemente buena por sí sola.
COMBAT CARDS (PANINI)
Otra colección digna de ser recordada. Salieron poco después de las de Ediciones Este, seguramente siguiendo la estela de su éxito a pesar de su escasísima calidad. Los italianos de Panini sólo tenían que mejorar una fórmula que funcionaba y vaya si lo hicieron: los dibujos de las Combat Cards molaban. Cierto es que no estaban a la altura de los originales nipones, pero a los niños, que por aquel entonces lo máximo que teníamos en cuanto a merchandising de Dragon Ball eran fotocopias borrosas, estos dibujos a todo color lo tenían todo para triunfar. También estaban dibujados por hispanos -detrás de las tarjetas encontramos que sus autores son unos tales «Artcelona», con lo que deducimos, tras mucha investigación, que son artistas y de Barcelona- pero la verdad es que estaban currados. Además, a diferencia de las de Ediciones Este, colección llena de ilustraciones originales (incluso MUY originales, diría yo) las de las Combat Cards estaban realizadas a imagen y semejanza de escenas de la serie de TV en su mayoría, con lo que la similitud con los dibujos auténticos estaba asegurada. Creo recordar que la colección rondaba las 120 tarjetas, y se vendían en sobres de 8, como podéis ver en la imagen de arriba.
DRAGON BALL Z (PANINI)
Esta colección, coetánea de las dos anteriores, puede ser considerada como una de las más emblemáticas y exitosas de la época. ¿Quién no ha cambiado cromos de estos en el colegio? El tengui y falti (o sile y nole, depende de la zona) estaban a la orden del día en los patios de los colegios españoles de los noventa. Esta vez no hablamos de tarjetas, sino de cromos adhesivos de los de toda la vida, con su correspondiente y majestuoso álbum. La colección cubría la primera parte de la saga de los Guerreros de Espacio, con los combates contra Raditz y contra Nappa y Vegeta como puntos álgidos. Cabe decir que incluso se comercializaron dos versiones, una en catalán y otra en castellano para fuera de Catalunya (recordemos que allí fue donde Dragon Ball dio el primer golpe, y las editoriales lo sabían). La edición catalana es exactamente igual que la española, sólo que en la parte de arriba pone «Bola de Drac Z». Además, habían dos tipos distintos de cromo: el ‘regular’, que contenía fotogramas de la serie de TV -las escenas que se formaban con 4 cromos eran geniales- y los ‘especiales’, que mostraban a un personaje en concreto, y estaban troquelados con la silueta del mismo.
DRAGON BALL Z 2 (PANINI)
En vistas de la impresionante repercusión de la primera colección, en Panini se pusieron manos a la obra para comercializar la segunda parte, que a pesar de lo que pueda parecer apareció un par de años después (ya que los cromos de la primera colección se seguían vendiendo como churros y los de Panini, obviamente, no tenían prisa). La segunda colección, por su parte, abordaba la saga de los Androides con algunas pinceladas de la saga Garlick Jr., y curiosamente compartía protagonismo con la parte de Dragon Ball sin Z, con Goku de churumbel. Esto le daba al conjunto un aspecto un tanto extraño, pero sin duda terriblemente fascinante y encantador. Esta serie, quizás por la tardanza en lanzarse, tuvo bastante menos aceptación que la anterior, aunque no deja de ser un objeto muy codiciado por coleccionistas y nostálgicos sin remedio, como el que escribe estas líneas.
DRAGON BALL Z CARDS (PANINI)
Las tardías Dragon Ball Z Cards de Panini se inspiraban en las colecciones japonesas Carddass y Super Battle de Bandai y las P.P. Cards de Amada, que obtuvieron mucha popularidad por estos lares a partir de 1996 y las librerías (primero las especializadas, y más tarde… ¡todas!) las importaban en cantidades industriales porque los adolescentes se las quitaban de las manos, literalmente. Se trataba de tarjetas rectangulares de cartón con imágenes extraídas de la serie o las películas, con algunas especiales o «prism» (claramente copiadas de las japonesas), que lógicamente eran las más cotizadas. Se centraban en la parte final de la etapa «Z». La cosa les debió ir muy bien a Panini, porque sacó al menos cuatro o cinco colecciones distintas (azul, verde, roja, plateada y dorada recuerdo en estos momentos. Si me dejo alguna, no os cortéis.), e incluso algunos álbumes con slots de plástico para coleccionarlas, a imagen y semejanza de su contraparte nipón. A pesar de ser burdas copias, también tenían su carisma, para qué negarlo…
CROMOS BOLA DE DRAGÓN QUE SE ILUMINAN EN LA OSCURIDAD (MATUTANO)
Estos graciosos cuadraditos de cartón tenían una peculiaridad de esas que tanto gustaban a los niños de los noventa: se iluminaban en la oscuridad. De nuevo, la parte artística era española y no demasiado fiel, pero aun así nos encantaban, y nos comprábamos las bolsas de Drakis (sin Pandilla, aún, que estamos en los noventa) sólo para hacernos con el cromo en cuestión. Además, para rematar, eran adhesivos, por lo que podíamos conseguir un póster que hacía las veces de álbum.
CROMOS BOLA DE DRAGÓN (SONRIC’S)
Esta empresa española especializada en chicles y demás chucherías también se apuntó al carro, con un par de colecciones de pequeños cromos adhesivos, la primera de ellas inspirada en Dragon Ball y la segunda en la etapa «Z». La primera de estas dos colecciones estaba dibujada por compatriotas nuestros (se debieron hacer de oro en aquellos tiempos…) y el grafismo es bastante decepcionante, pero ya se sabe, éramos niños y con muy poco éramos los más felices del mundo. Ambas colecciones tenían sus respectivos álbumes, que normalmente regalaban sumando puntos de los susodichos chicles, y cosas así. También se podían conseguir una serie de pósters, a cual más feo y a la vez entrañable.
¿AÚN HAY MÁS?
Estas fueron las series de cromos de Dragon Ball que más me marcaron en mi infancia (entrada la adolescencia ya empecé a coleccionar las japonesas, que eran otro mundo) y de las que me acuerdo más claramente. Su calidad será mejor o peor, pero sin duda el efecto que me producen al mirarlas de nuevo es un enorme cariño y un cálido recuerdo de aquellos plácidos días de niñez. Está claro que hubieron muchísimas más, y si el artículo tiene buena aceptación, se podría hacer una segunda parte con todas las colecciones que han quedado en el tintero, así como otros productos míticos com los tazos o las muñecogomas, de los que seguro guardáis un muy buen recuerdo.
Publicado originalmente en ChōGenkidama.
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