Las portátiles son para el verano
El verano llegó un año más. Ya sé que suena redundante que con él llegan las piscinas, las playas, las vacaciones, los chiringuitos, las barbacoas y todas esas cosas fantásticas que se le presuponen al verano y que al final, ya sean por una razón u otra no podemos disfrutar al cien por cien. Esa razón puede llamarse trabajo, exámenes, falta de pasta, o qué se yo. Y es que por muy bien que salga un verano nunca terminan de cumplirse las expectativas. O tal vez si…
La cosa es que hay algo de lo que seguro no nos libramos, afortunadamente, y es que pasamos más tiempo en la calle. Las condiciones climatológicas se apiadan de nosotros y nos dejan salir y disfrutar del buen tiempo (sobre todo por la tarde/noche), ya sean en el campo, la ya comentada playa o nuestra propia ciudad, sin ir más lejos. En esos momentos en los que estamos tumbados en la arena, descansando a los pies de un árbol o paseando por un parque no nos solemos acordar demasiado de nuestras consolas domésticas, que descansan y acumulan polvo esperando con impaciencia a que el mal tiempo nos importune y nos volvamos a acordar de ellas, resguardaditos en nuestras casas al calor de sus paredes.
Puede que muchos de vosotros no os acordéis demasiado de vuestras consolas durante estas fechas, pero un verdadero gamer no puede dejar atrás su verdadera pasión, su dosis de “ludocaína”. Es cuando con gran regocijo hacemos aún más si cabe uso de nuestras amadas consolas portátiles. Ojo, que no digo que durante el resto del año no saquemos rendimiento a las portátiles, que yo sé que jugar tumbado en la cama o en el sofá también es muy apetecible, de hecho, estos son los lugares donde más las usamos.
El tiempo te invita a salir y disfrutar de la naturaleza, y la verdad es que puestos a jugar un rato con la consola apetece más echar una partida al aire libre que quedarte en casa encerrado y convertirte en una extensión del sofá. Las consolas portátiles suelen convertirse en la época estival en nuestra fiel escudera, acompañándonos de un lugar a otro, compartiendo con nosotros mil lugares, mil batallas, a través de nuestras virtuales aventuras, y a veces no tan virtuales, porque cuando pasas siete horas en un autobús… Por eso me inspiro en el título de cierta película (Las bicicletas son para el verano) para rendir culto a estos pequeños artefactos que tan buenos ratos nos han dado, y que tantas veces nos han seguido en estas calurosas fechas.
Ahora tenemos a nuestra disposición una amplia gama de consolas portátiles donde elegir, desde Nintendo DS, pasando por PSP, hasta llegar a las potentes PS Vita y 3DS, sin olvidarnos de las últimamente tan socorridas portátiles de código abierto, como Canoo o Dingoo. Y, por supuesto, sin menospreciar a los que dicen que serán la panacea del futuro de las portátiles, los teléfonos móviles. Sinceramente, no tengo ni idea de si eso pasará algún día, pero mientras llega el momento en que pueda comprobarlo seguiré disfrutando de mi consola portátil.
Y pensar que hubo un día en el que sólo había dos opciones para optar, Game Gear y Game Boy. Eso sin contar aquellas clónicas y demás inventos chinos con Tetris en memoria y cosas así. No hay que olvidarse de ellas, que también nos regalaron muy buenos ratos. Se mire como se mire, desde el aquel día en que un hombre viajaba en metro y se fijo en como otro jugueteaba aburrido con su calculadora ha pasado ya un trecho. Esta simple escena cotidiana parece más importante de lo que parece, y es que si aquel día Gumpei Yokoi no se hubiese percatado de aquel pasajero probablemente nunca hubiese desarrollado aquella legendaria maquinita, Game and Watch. Y posiblemente años más tarde no hubiese imaginado la que es factiblemente la videoconsola portátil más popular de la historia, Game Boy.
Siendo sincero, cuando tenía en mente escribir esta entrada, desde el primer momento pensaba en Game Boy. Ya no solo por los recuerdos que puedo albergar al lado de este cachivache, o por las antológicas partidas que disfruté con ella, o por los viajes que compartimos, ni por todo el afecto que pueda profesarle. Si no por algo mucho más simple y práctico. Y es que resulta curioso como uno de los achaques que más lastró a la portátil de Nintendo a lo largo de su dilatada vida me resulte a día de hoy uno de sus puntos a favor, su carencia de retroiluminación. Si, sobre todo para estos meses, en los que la luz no es que falte precisamente, era y es la consola perfecta para disfrutar al aire libre. Resulta irónico que esta consola se mostrase más útil con la luz natural del sol y que los dispositivos actuales, con todos sus avances, sean imposibles de utilizarse con los rayos de luz solar incidiendo directamente sobre sus pantallas.
Si hacéis un poco de memoria recordaréis cómo os las ingeniabais para poder jugar con esta consola cuando estabais dentro de casa. Ya fuese al lado de una ventana, bajo una lámpara, un flexo, o como fuese. Yo también tenía un lugar favorito, era el patio de mi casa, qué mejor sitio si no, al aire libre. Porque seguramente las mejores condiciones posibles para ver la pantalla de una Game Boy fuesen en el exterior, de día, claro está, y en un lugar con sombra. Un día nublado también era perfecto, era justo la luz necesaria. Incluso cuando llovía, metido en casa, claro. En esos días jugaba en mi cuarto pegado a la ventana mientras escuchaba el agua cayendo, resultaba curioso cómo el hilo musical de la consola se confundía y acompañaba al murmullo de la lluvia contra el cristal. Pero para qué nos vamos a engañar, a mí lo que me gustaba era que hiciese buen tiempo para poder disfrutar del sol, porque incluso cuando le daba directamente el sol se veía, un poco raro, pero se veía, se podía jugar perfectamente, cuántas pantallas portátiles pueden decir eso actualmente.

Si os digo la verdad prefiero gastarme el dinero en un juego original para jugarlo en mi Game Boy que soltarle más perras a Nintendo en una descarga de Eshop para 3DS de un juego que lleva amortizado más de veinte años, que puestos a hablar me parecen un poco abusivos los precios, rondando en algunos casos los 6 euros según el juego. Aunque no sé si serán tan caros como los precios que puedes encontrar ahora mismo en Ebay por un juego de la mítica handheld de Nintendo. Esta es otra zona farragosa en la que no me voy a meter ahora. Pero puestos a pensar románticamente la sensación de tener en tus manos una genuina Game Boy con sus pilas y su respectivo cartuchito mientras buscas la iluminación adecuada y rememorar tu infancia no tienen precio.
Por todo esto quería compartir esta pequeña reflexión en voz alta y animaros a desempolvar vuestra añeja Game Boy y regalarles una segunda juventud bajo el sol veraniego. Lleváosla a la playa, al parque, a la piscina, al bosque, os dará mejor resultado que vuestros dispositivos ultramodernos. Y en cualquier caso no os quedéis enjaulados en casa y utilizad vuestras portátiles, recordad su verdadero uso, el por qué fueron ideadas, haced honor a su nombre y salid a tomar el aire, que estáis un poco pálidos de tanto jugar a la consola…
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