Historia de la piratería casera
Hoy en día, cualquiera que sea un poco hábil o se pase más de tres o cuatro horas diarias delante de la compu, tiene más o menos una idea de cómo se bajan películas, MP3, fotos… o determinado contenido ilícito. El siglo XXI nos ha habituado al manejo de terminologías como P2P, isos, Emule y no necesitamos nada más que acudir a nuestras páginas o buscadores de «confianza» para encontrar lo que buscamos.
Pero para llegar a donde estamos, hemos pasado por los más variados métodos de pirateo. A algunos jovenzuelos tal vez les parecerían ridículos a día de hoy. Esta es señoras y señores, una breve historia de la piratería casera que abarca desde los inicios en los ochenta hasta bien entrada la época de Internet.. porque todos hemos sido piratas de medio pelo alguna vez (por lo menos clientes de los piratillas)… y ni yo me salvo de eso…
Los alegres 80’s
Es difícil que cuando uno se compra su primer ordenador lo haga sin ningún tipo de influencia o recomendación. En mi caso, mi Spectrum, lo quería porque tenía un amigo con un mogollón de cintas. Me dijo “cómpratelo que te pasaré programas”, y después de engañar vilmente a mis padres diciéndoles que servía para estudiar, los convencí para que me lo regalasen.
El Spectrum me venía con una buena provisión de juegos, el pack de Investrónica… Pero nada es eterno, y unos días después, mi amigo y yo íbamos a chocar con la piratería profesional por primera vez, el famoso “Mercat de Sant Antoni“.
Situado en el centro de Barcelona y funcionando de mercado de lunes a viernes, los domingos, este emblemático edificio de la Ciudad Condal se transforma en un gigantesco mercadillo, donde puedes comprar desde libros, pasando por películas, discos y vídeo juegos, nuevos o de segunda mano. Es como un pequeño “Rastro” centrado en la cultura.
Pues bien, este lugar emblemático de fin de semana tiene otro “mercado amateur” en las calles adyacentes al edificio. Una zona a la que iba cuando era pequeño con mi padre a cambiar los cromos de mis colecciones (Mazinger Z, Superman…), con una lista y mucha paciencia. Y con horas y horas de «tengi, falti» se lograba finalmente completar los álbumes.
Estas calles, en los ochenta, estaban compartidas con los puestos de los primeros piratillas de la época. Ellos eran una manga de chavalines, de entre 13 y 20 años, que iban de un lado a otro con unos álbumes de fotos con recortes de las revistas inglesas. A la primera de cambio, no entendías muy bien de que iba aquello, pero luego era muy fácil. Ellos te enseñaban los juegos que tenían en cinta, o sea los de los anuncios, tú les decías cual querías, y después de hacerte esperar un rato, venían con la cinta. Sabe Dios de dónde, en la que la mayoría de veces estaba el juego que te prometían, aunque a veces te tomaban el pelo vendiéndote cualquier cosa.
A partir de 300 pelas podíamos disfrutar de juegos recién traídos de Inglaterra, a la semana de su salida al mercado. Había alguien que estaba allí para “importar” la copia para España.
¿Funcionaban esos juegos?, pues la verdad es que casi siempre daban menos problemas que los originales, ya que con un poco de suerte estaban desprotegidos y pasados a carga normal, además tenían “garantía” (siempre y cuando el pirata estuviera la semana siguiente en el mismo sitio)
Era alucinante la pasta que movía allí. Los piratas más famosos y experimentados eran capaces de sacarse una media de 50.000 pelas en tan solo dos o tres horas, y sin que les pillara la “urbana”, que además, no entendía muy bien que era aquello de las cintas de casete, que tanto se había puesto de moda.
El truco para que no los pillaran, era muy simple, sólo había que cargar con el catálogo, y cuando alguien te pedía algo, ir a buscar sólo esa cinta. Los más avispados y tecnológicamente preparados, llegaban incluso a tener radiocasetes dobles de bolsillo, y hacían la copia en el momento, de manera que a lo sumo, se les pillaba con tres o cuatro cintas con juegos, y a la calle en dos patadas.
Todo este entretenimiento de los domingos -amenizado con alguna que otra redada- bajó bastante con los nuevos precios del software, impulsados por Erbe. Sé que hay mucha gente en la industria que vio este mercado negro como algo negativo, pero desde mi punto de vista creo que ayudó a cortar de manera drástica la piratería. Yo mismo, que iba al “mercat” todas las semanas, cambie el hábito por comprarme unos cuantos juegos cada mes, y los otros me los prestaba alguien, pero por lo menos, ya no pirateaba tanto.
Cuando creces te das cuenta que comprando esas cintas, le fastidiaste la vida a mucha gente, pero… ¡no le vas a pedir a un crío de 13 años que sea responsable! a él lo que le importa es que la semanada le cunda lo más posible… y eso se lograba al principio, con las cintas del Mercat.
Copiando en Casa
Todos hemos intentado hacer nuestras copias en casa, sobre todo cuando venía el típico amiguete que sólo iba a tu casa para restregarte por la cara el juego que había conseguido… y yo le decía.. ¿me lo dejas un rato para copiar?..sacaba la cinta “Crescendo” de 15 minutos y empezaba la odisea….¡como si fuera tan fácil, macho!
Los métodos
CON DOS REPRODUCTORES
El colmo de la cutrería y el caserismo consistía en poner la cinta original en un reproductor y acercar un grabador al altavoz. Con este sistema estaba asegurada la grabación del ladrido de tu perro con fidelidad pefecta, pero un miserable pitido, ni de coña, causando el típico “r-tape loading error“.
Este método disponía de dos variantes. La primera consistía en utilizar un micrófono para grabar (igual de «efectiva que la otra») y la segunda, si el reproductor lo permitía, consistía en conectar un cable jack de 3´5 de la toma «MIC» o «REC» de uno a la toma «EAR» del otro. Esta variante solía funcionar con las cargas normales pero si se cruzaba un «turbo» en tu camino, estabas frito.
CON «COPIÓN»
El amor propio que tenemos, a veces nos hace pensar que seremos capaces de algunas cosas cuando no lo somos. Éste es el caso del segundo método de copia, el que usaba unos programas llamados “copiones”.
El primero que usamos todos, fue el “Microcopi” de Micro Hobby, que sólo era capaz de copiar cintas desprotegidas y ni siquiera duplicaba las que no tenían cabecera. Vaya, que servía para copiar los juegos que venían con las revistas y poco más.
Más tarde nos llegaron sofisticados programas de copia como los infames Lerm Tape Copier, The Key, etc… programas muy completos que copian casi de todo, pero que sin unas buenas instrucciones eran como un misil nuclear en nuestras manos: potente pero inútil. Aún así, había gente que con estos programas lograba copiar cosas como el Decathlon. Con paciencia y con originales de calidad.
LOS «MULTIFACES»
Los que teníamos un poco más de presupuesto y recursos podíamos comprar unas curiosos accesorios conocidos como “multifaces”. Éstos se conectaban al slot de expansión del Spectrum, y al pulsar un botón volcaban la memoria completa del ordenador a la RAM del aparatito. Además empleando un comando se podían pasar a cinta.
Estos aparatos, además de su ventaja obvia de copiar casi todo (menos las multi cargas) tenía un par de pegas. La primera era que siempre se volcaba la memoria completa, es decir, que aunque el juego ocupase 16K si la compu era un Spectrum 128K por ejemplo, en la cinta se grababan las 128K (ocupaba más cinta por supuesto). La segunda pega, que fastidiaba especialmente a los que usaban copias, es que al grabar el juego y cargarlo en otra compu sin el interface se veía un amasijo de atributos en la parte superior y en los bordes de la pantalla, que a veces no molestaban, pero que en ocasiones fastidiaba medio juego. Si cargábamos con el susodicho aparatejo, con un toque de botón volvía todo a la normalidad…
JUEGOS CON «AUTOSAVE»
Algunos piratones de la época inventaron un método infalible para poder realizar las copias con el mínimo esfuerzo, “los autosaves”. Eran algo realmente útil, en principio. El método era simple, después de cargar la copia desprotegida pulsábamos la tecla mágica (normalmente “S”) y el juego se volcaba a cinta. Lo más cachondo era cuando venía el “cracker” de turno al se le ocurría poner alguna tecla rara, del estilo “shift+algo”, y nosotros recibíamos la copia de alguien desinformado, lo que hacía que no pudiéramos volcar el juego, y peor aún, en algunos casos, el simpático “desprotector” también habilitaba una tecla para arrancar el juego.
A un amigo mío le gustó mucho el autosave de Spectrum, e hizo el mismo sistema en algunas desprotecciones de Amstrad.
LA DOBLE PLETINA
De todos los métodos para realizar copias, siempre y cuando la original estuviera en buen estado, o no tuviéramos que tocar el bendito azimut (el tornillo de las narices del cabezal), el mejor era la duplicadora de cintas, capaz de copiar el original con toda la fidelidad del mundo.
A veces incluso ocurrían efectos curiosos, como que el original no cargara y la copia si (me pasó con el Decathlon).
PASANDO A DISCO
De manera parecida a como se hacía con los “multifaces”, en los últimos tiempos del Spectrum se comercializaron una serie de accesorios, como por ejemplo el Disciple, que permitían pasar los juegos a discos de 5 1/4, por lo que estos se cargaban en ¡3 segundos! Una maravilla sin duda, pero pasaba lo mismo que he mencionado arriba.. si el juego no cargaba entero en memoria era muy complicado poder pasarlos con éxito a disco. Sin embargo resultaba ideal para pasar versiones de 128K a disco.
Los 16 Bits… la piratería evoluciona
Cuando a finales de los 80 me compré -esta vez con mi dinero- el Amiga 500, a parte de los incontables juegos originales que pagué (algunos bodrios infumables entre ellos), descubrí que la piratería del Amiga era algo más sofistica de lo que pensaba.
Los vendedores por supuesto, estaban en el “Mercat”, pero si te convertías en buen cliente, incluso te dejaban ir a su casa, y ahí te copiabas lo que querías (y podías pagar). El sistema era simple, y se asemejaba a los famosos “copy-party” pero aflojando “la mosca”. Cada disco a las 200 pesetas, y si los juegos ocupaban varios, el precio era por “pack”, siendo un poco más barato. Uno de los timos característicos con el tema de los discos es que te vendieran un juego de dos discos, en cuatro por ejemplo. Y a menos que te lo contara alguien, era un poco complicado darse cuenta de que te estaban tomando el pelo aunque eso dependía de la “viveza” del pirata, porque de un disco 3 formateado en blanco se da cuenta cualquier burro.
También tenías la posibilidad de convertirte en “Cliente VIP“, de manera que pagabas una cuota mensual y tenías derecho a copiarte todos los juegos que quisieras. Un sistema barato, si eras un vicioso traga novedades, pero con los peligros de que te enchufaran cualquier bodrio que llegaba.
Los métodos de copia, nunca fueron muy sofisticados, ya que la mayoría de los juegos venían desprotegidos, y se podían copiar con cualquier copión de “confianza”. el preferido de todo el mundo, en el caso del Amiga, era el X-Copy.
Si me topaba con un juego protegido, siempre podía intentar grabarlo con el Action Replay del Amiga, otro dispositivo parecido al Multiface de Romantic Robot, con las mismas ventajas y desventajas… Si el juego cargaba entero en la memoria, se grababa de maravilla, y si no, pues nada.. ahora si, el Action Replay iba muy bien para buscar “pokes” y “ripear” las músicas de los juegos.
Los Profesionales: Los piratas “consoleros”
Aunque hoy en día cualquiera sabe piratear y copiar juegos de consola pero a principios de los 90 era algo reservado a los profesionales del delito, ya que para poder copiar cartuchos, hacía falta algo más que un ordenador, por lo menos a escala industrial.
99 EN 1
En esta época, era bastante usual encontrar en ciertos barrios de Barcelona, en los bazares, una serie de cartuchos de dudosísima procedencia con serigrafías mal impresas, copyright borrados y sobre todo, con cientos de juegos en su interior.
Lo cachondo de estos cartuchos, es que normalmente nos la daban con “queso” con la cantidad de juegos que contenían , y yo tenía la norma de desconfiar de cualquier cartucho de más de 20 o 30 juegos, ya que en la mayoría de los casos, no son más que el mismo juego repetido. Quien haya comprado alguno sabe a qué me refiero. Por ejemplo, nos podemos encontrar en un cartucho de 50 juegos de Gameboy, con “Mario”, “Mario Adventure”, “Jumpman Mario” o con mucha menos imaginación Mario 1, Mario 2 y Mario 3.
LOS COPIONES
La única manera “casera” de copiarse los cartuchos era a través de unos aparatitos llamados “Super Magic Drive” o “Super Magic Card” (popularmente conocidos como “copiones«), que se incorporaban al slot superior de conexión de la consola en cuestión. Encima de ellos, poníamos el juego deseado, y a través de un sencillo menú se pasaban a discos de 3 1/2. En cada disco normalmente entraban tres o cuatro juegos, y la unidad permitía dividir en varios discos los juegos más grandes.
Estos cacharros eran bastante difíciles de conseguir, y más teniendo en cuenta que era una época “Pre-Internet”, así que nos tocaba buscar entre los clasificados de las revistas de consolas, que siempre había alguno que vendía.
Y llegaron las BBS…
A principios de los noventa la cosa estaba bastante chunga para los amigueros, porque aunque los Amiga 1200 se llegaran a vender el El Corte Inglés cuando compró la empresa la gente de Escom. La verdad es que nadie nos vendía “alimento” para nuestro ordenador preferido, sólo el bueno de Pablo Crespo de Mail Soft se atrevía a importar algunas cosas originales, e incluso trajo el CD32 que por supuesto me compré, con todo lo que pillé a mano.
La distribución legal del Amiga era más bien poca, e importar (algo que incluso yo intenté con Vulcan Software), era algo muy complicado… Pero fue aquí cuando llegaron los modems…
Una de las primeras cosas que me compré con el Amiga 1200 (después del HD, y la RAM extra), fue un flamante y espectacular Modem de ¡2400 baudios! porque alguien -aunque no recuerdo quién- me había hablado de algo llamado BBS, un misterioso sitio al que llamabas con el modem y te aparecía un menú con muchos juegos… Pero no era tan fácil ni tan barato.
Conectabas el Modem, y desde el programa correspondiente del Amiga tecleabas “ATD” y el número de teléfono del sitio en cuestión, y después de rellenar unos formularios y cuestionarios a veces eternos, te daban acceso al sitio.
Si el “jefe” (SYSOP) de la BBS era enrollado, te dejaba entrar en la sección de archivos y podías descargarte algunos discos, que bajaban en dos o tres minutos cada uno, pero lo más normal era que la BBS fuera de “pago”, o sea, que te dejaban pasear todo lo que quisieras, pero en el momento en que intentabas descargar algo… ¡naranjas de la China!.
Si el SYSOP estaba vigilando, lo más común es que pasara un rato hablando contigo, y si veía que eras de fiar (algo que pasaba cuando ya habías entrado unas cuantas veces), entonces te contaba donde, cómo y cuando se podía acceder a los juegos.
Normalmente (por lo menos en mi caso), se pagaba una cuota mensual de acceso, y podías descargar lo que quisieras. Y para qué voy a decir lo contrario, era un vicio, tanto que algunos meses tenía que hacer juegos malabares para poder pagar la factura de Telefónica.
El CD-ROM, ese regalo del cielo
Pululando por las distintas BBS amigueras, supe de la existencia de algo llamado “Ami-CD“, unas recopilaciones alucinantes de juegos de Amiga desde el principio de los tiempos, preparados para grabar en disco.
La verdad, es que era un poco peñazo pasarlos a disco, ya que primero necesitábamos tener un Amiga con HD y CD-ROM, y con el descompresor DMS, que grababa los juegos con auto arranque directamente a disco, ir pasando uno a uno.
Desde luego, uno se dejaba un pastón en discos vírgenes, pero era el precio a pagar a cambio de no gastar tanto en el teléfono. Además en esta época la distribución de juegos de Amiga estaba reducida drásticamente, y comprar un juego, a menos que fuera por correo, era un suplicio.
Los usuarios de PC tuvieron también recopilaciones legendarias como los “CD-MIX“, y para las consolas también circulaban vastos recopilatorios (se necesitaba un “copión” para poder ver los juegos).
Playstation y Saturn, los inicios de la era “ISO”
Los “MODCHIPS” se volvieron tremendamente populares en los 90, con la salida de las consolas de 32 Bits. Aunque no se podían aún bajar los juegos de la “Mula”, el piratón de confianza que nos hacía la modificación, solía tener un gran catálogo de juegos a la disposición de nuestro bolsillo.
Lo curioso del tema, es que las consolas “hackeadas” se volvieron una necesidad en la prensa especializada de la época. Si no tenías una, no podías cargar la mitad de las betas que te enviaban las compañías. Es verdad que había un truquillo infame con un muelle que hacía que pudiéramos cambiar un disco original por una beta y la consola seguía cargando, pero era un método insufrible, y dependía exclusivamente de tu habilidad para cambiar el disco en el momento preciso. De esta forma en la prensa se hizo imprescindible el método «B».
Más adelante, y por gentileza de Sony, tuvimos las “Play Negras”, (Net Yaroze), unas consolas modificadas para programar juegos “caseros” que vendía Sony a los desarrolladores y que por supuesto cargaban de todo.
Uno, como era habitual con todas estas cosas, sólo tenía que buscar el anuncio clasificado de turno (estos solían estar en el Segundamano), llamar al fulano e ir a su casa llevando la Play bajo el brazo… si no había trabajo tardaba un rato, y si no, había que volver a al día siguiente.
En el caso de Saturn, uno la llevaba a la tienda de importación y le ponían un par de interruptores además del chip, para cambiar de NTSC a PAL y otro para cambiar la región de la consola.
En países como el que vivo yo, en Paraguay, el tema de las copias de PSX y Saturn, es alucinante. Recuerdo la primera vez que vine y me quedé flipado viendo las copias en los escaparates de las tiendas, y dentro de ellas, te sacaban un álbum de fotos lleno de caratulas de los juegos. El precio de cada copia era de 20.000 Gs (unos 3 euros), y encontrabas de todo. Hoy en día, salvo en algunas tiendas, sigue habiendo mogollón de juegos piratas. Por supuesto para los nuevos sistemas y es de suponer que aquí es inconcebible que te vendan una consola sin el modchip correspondiente… incluso la Nintendo DS se vende con un cartucho Flash con 10 juegos pregrabados….
Conclusión
Como podéis ver, el fenómeno de la piratería casera, no nació ayer, sino que lleva varios años socavando (o ayudando) a las ventas de los juegos, pero desde luego, uno no se da cuenta de a la gente que ha podido dejar en la ruina hasta que pasan los años… Ya sé que es muy tarde.. pero ¡¡¡pido perdón a todos los que se quedaron en la calle por culpa del “pirateo”!!!
Estas son mis experiencias personales con la piratería… Y tú, ¿cómo pirateabas los juegos en los ochenta?…
Artículo publicado originalmente en El Blog de The Punisher.
Deja tu huella
Crea tu avatar