El Turbo Tomy
¡Aaah! ¡Qué tiempos los 80! Cuando todavía tener una NES o una Master System era un privilegio, la mayoría nos teníamos que conformar con una sencilla maquinita, o bien con algún cacharro un poco más grande pero cuyo tamaño no era proporcional a unas mayores prestaciones. Es el caso del Turbo Tomy, cuyo juego sería más simple que el mecanismo de un chupete, pero cuyo espectacular «mueble» hizo las delicias de aquellos a los que les cayó de regalo. Os presentamos al Tomy Racing Turbo, más conocido como Turbo Tomy que era lo que ponía el volante.
El frontal de este cacharro era espectacular, hasta el punto de que el que nos viera jugando a él podría fácilmente pensar que estábamos a los mandos de un Porsche. Bueno, quizá no, pero os aseguro que cuando tienes cuatro años te imaginas eso y mucho más, que es lo que cuenta. Pero vamos, que el diseño del juguetito no estaba nada mal.
Por dentro la «cabina» tenía de todo, no sólo un volante y pantalla, sino que también tenía llave de contacto, cambio de marchas y un botón que creo reseteaba el cuentakilómetros. ¡Si hasta tenía indicador de velocidad!
Pero bueno, pese a este despliegue se trataba de un dispositivo fundamentalmente mecánico, e incluso con él apagado, era posible ver la sombra del vehículo moverse al mover el volante. Por ello, la cosa no tenía mucho de videojuego, pues no podíamos interactuar con nada. Aparecían árboles y otros vehículos que se supone que deberíamos esquivar, peeero si les pasábamos por encima simplemente no pasaba nada. Claro, hoy en día los chavalines dirán: «pues vaya mierda», pero ay amigos, en 1983 que tu volante de mentira tuviese una especie de coche que iba por una carretera iluminada y que pudieses mover era algo más espectacular que hoy un Call of Duty.
Cuatro pilas de estas ultragordas eran necesarias para que el cacharro funcionase, lo cual hacía que se viera con temor el momento de que se le acabasen, porque claro, decirle a papá que comprara cuatro pedazo de baterías de semejante calibre no le solía hacer mucha gracia. Pero bueno, el puñado de horas de diversión que nos volvía a proporcionar lo valían…
Buscando por ahí me he encontrado con este genial vídeo, que con bastante sentido del humor nos pone al cacharro como si fuese una verdadera pasada. Creo que recoge muy bien lo que lo flipábamos de pequeños con estas cosas. Y de paso, podéis ver mucho mejor que en las fotos cómo funcionaba.
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