El sonido del vagabundo
A veces nos preguntamos qué tiene que tener una melodía para hacernos vibrar. Por qué, gracias a ella, nos sumergimos en el fragor de una batalla, en medio de un atardecer rodeado por las nubes, en el que el sonido de unas campanas tubulares se escapa hacia el azul, el amarillo y el rojo. Yo, por desgracia, no tengo la respuesta. Pero es posible que otras personas sí la tengan.
Hitoshi Sakimoto ya ha cumplido cuarenta años. Cuatro décadas en las que este tokiota ha forjado un bagaje musical realmente amplio. Desde el cartucho al BD-ROM, desde la música electrónica a las composiciones orquestadas, Sakimoto extiende su sonido hasta el lugar donde las almas entran en resonancia.
Un joven Hitoshi comienza a tontear con la música en el instituto. Aprende a tocar los teclados, y poco a poco va formando su estilo musical. Desde el primer momento se ve influido por importantes músicos japoneses, como Yuzo Koshiro, enfocándose hacia el videojuego.
Es importante señalar la importancia de su amistad con Masaharu Iwata, otro compositor japonés con el que, en 1988, crea su primera banda sonora para un videojuego. Se trata del shooter Revolter.
Sin embargo, en estos primeros tiempos Sakimoto se vuelca hacia la programación de sonido, más que en la composición en sí. Varias de sus herramientas fueron empleadas en la creación de sonidos electrónicos a principios de los 90. Poco a poco vuelve a ganar confianza como compositor, y se vuelca en su trabajo como músico freelancer. Tras cuatro años de gestación, en 2002, junto a Iwata y Manabu Namiki, funda Basiscape, una compañía de creación musical que hoy en día es la mayor productora independiente de música para videojuegos.
Aunque pueda parecer lo contrario, en sus bandas sonoras nunca se han empleado orquestas reales. Según comentó el autor, esto sería demasiado caro, y prefiere realizar todo mediante secuenciadores de sonido. Una tarea mucho más trabajosa pero, a la vez, con más relación entre lo compuesto y lo interpretado. Tal vez eso sea parte de su sello personal, del sonido Sakimoto.
Sakimoto se mueve en multitud de terrenos. Desde los ritmos militares de Valkyria Chronicles, la espectacularidad de Final Fantasy XII o la atmósfera de Vagrant Story. Y no sólo vive de la música orquestada: Gradius V combina con maestría las cuerdas de los violines y los contundentes ritmos electrónicos. Y Radiant Silvergun es un canto de esperanza, un berrido de alegría después del fin del mundo.
¿Cuál es el secreto del sonido Sakimoto? ¿Qué es lo que hace que un tema lleve el sello made by Hitoshi? Según ha comentado en alguna entrevista, él no lo tiene muy claro. Al comenzar la creación de la banda sonora habla con los directores del juego sobre qué atmósfera y sensaciones quieren imprimir a su trabajo. Algo atmosférico, o majestuoso… depende del propio juego. Y es ahí cuando la inspiración llega y la música comienza a fluir.
Sería de necios reconocer que este hombre ha formado parte de una de las más fructíferas simbiosis entre creador de videojuegos y creador de melodías. Al igual que en el caso de Sakaguchi y Uematsu, Spielberg y Williams, cuando Yasumi Matsuno se alía con Sakimoto, la palabra sinergia reclama todo su protagonismo. Oscuridad y luz, atmósfera y tensión, traición y patriotismo, sentimientos enfrentados, paradojas que acontecen simultáneamente y que conforman experiencias que no se olvidan. Siempre recordaré una sencilla melodía de Vagrant Story, en las que con cuatro notas jugando al tute nos sumergían en unas catacumbas pobladas de dragones, atravesada por un riachuelo que nos impedía alcanzar nuestro destino. Cuatro simples notas para crear atmósfera. Simplemente.
No sabemos por qué terrenos caminará este hombre en el futuro. A su compañía no le falta trabajo, pero esperemos que algún día camine por la senda que lleva a una nueva Lea Monde.
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