Crónicas de la infancia: el alquiler de videojuegos
A finales del año pasado la asociación de entretenimiento Belga consiguió que el alquiler de videojuegos se prohibiera para preservar las ventas del sector, ahogadas también por la piratería. La industria se revuelve una y otra vez a lo largo de todo el globo en un intento de hacernos pasar por caja, ya sea de forma física o virtual, a la hora de adquirir nuevos contenidos para nuestras consolas u ordenadores. Se posicionan radicalmente en contra del mercado de segunda mano, que es el único al que muchos usuarios tenemos la oportunidad de acceder si queremos probar los últimos juegos que van saliendo sin que en nuestros bolsillos se creen cráteres como el de Yucatán.
Con todo esto en mente, recuerdo la época dorada de nuestra infancia de Phoskitos y PetaZetas: ese tiempo en el que disfrutábamos de nuestra NES, y sólo muy de vez en cuando podíamos probar algún juego nuevo que no fuera de nuestros amigos, o que nos hubieran echado por nuestro cumpleaños, o el día de Reyes, Olentzero, etc. Por aquel entonces, las ciudades estaban llenas de videoclubs inflados de cintas VHS con los últimos estrenos de cine, y, poco a poco, con coloridas estanterías llenas de nuestros juegos preferidos. No consigo recordar bien cómo me enteré de que en el Videoclub Indarra de Barakaldo habían empezado a ofrecer este servicio, pero si que recuerdo la chapa que le metí a mi madre para que me llevara a ver que se cocía por allí.
Al entrar en el establecimiento pensé que todo se trataba de un fake que me habían colado en el recreo, pero nada más lejos de la realidad: ahí estaban, al fondo de la tienda. Decenas y decenas de juegos de NES a los que podría jugar cuando quisiera (claro está, previo pago de las 400 pelas semanales que costaba). Recorrí con mi mirada las estanterías de arriba y abajo con una ansiedad que ahora sólo me produce ir al Lidl y ver qué barato está todo, y entonces, cogí la caja del “Double Dragon 2” y dije:
-¡Ama! ¡Este es el que quiero!
Nos dirigimos al mostrador, hicimos la tarjetita de socios de rigor, y volvimos a casa con el cartucho dentro de una funda supercutrona que, siendo sinceros, le quitaba algo de magia al asunto. Al menos, llevaba las instrucciones dentro, aunque, si habéis jugado a ese título, ya sabréis que no son ni mucho menos necesarias: saltar y pegar es todo lo que hay que hacer. Y, amigos, ¡menuda semana temática de DD2 que me metí entre pecho y espalda!.
Cómo no, a la semana siguiente estaba deseando probar un juego nuevo, pero mi madre, que no quería que cayera en el frío vórtice del fracaso escolar, sólo me dejó alquilarlo durante el fin de semana.
Así que mi segundo juego alquilado fue el Bubble Bobble (al que se adora aquí en Pixfans). Conecté los dos pads a la NES y estuvimos echando unas partidas nada más llegar a casa, pero para entonces, una especie de codicia maligna se había apoderado de mí, y sabía que no iba a poder dejar ese vicio del alquiler ni aunque me llevaran al Proyecto Hombre. Por suerte, con los meses, se me pasó el furor de la novedad de los alquileres, y, si no había ningún título interesante en el videoclub, me terminaba conformando pensando en que aún tenía el Batman en casa sin terminar.
Gracias al alquiler me hice más selectivo en mis adquisiciones y comprendí que no merecía la pena comprar algunos juegos por ser demasiado cortos o poco interesantes, pero también sufrí cuando tenía que devolver algunos como el Samurai Shodown de SNES, que, aunque tenía sprites del tamaño de Mario en Super Mario World, era como si tuvieras una Neogeo en casa, y eso te hacía sentir como una especie de chamán selvático.
Tampoco puedo dejar de mencionar que, el día que alquilé Battletoads y llegué a la pantalla de las motos, destrocé uno de mis pads tirándolo contra la pared, e, ingenuo de mí, se lo dije al del videoclub como si el hubiera sido el diseñador de niveles, o algo así. ¡Tendríais que haberle visto la cara!
¿Y la sensación de embriaguez catártica que te entraba cuando descubrías un nuevo videoclub y te dabas cuenta de que tenía juegos de los que ni siquiera habías oído hablar?
Solo recuerdo una sensación equivalente con mi primer beso, o –llamadme frívolo- cuando descubrí las webs de descarga de roms hace ya casi 11 años.
Eran otros tiempos…
Y para finalizar, un top 10 de los juegos que aún recuerdo haber alquilado y flipado con ellos:
1- Double Dragon 2 (Nes)
2- Rollergames (Nes)
3- Dragon Ball Z 2 –the legend of Saien- (Snes)
4- Mortal Kombat (Snes)
5- Halley wars (Game gear)
6- Metal Gear Solid (PSX)
7- Panic Restaurant (NES)
8- Street Fighter alpha 2 (PSX)
9- Battletoads (Nes)
10- Mr Nutz (Snes) –lo pongo el último por la sobredosis de azúcar que me produjo-
¿Cuáles son vuestras historias con los alquileres? ¡Os esperamos en los comentarios!
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