Carta a una consola olvidada
Querida Master System II:
Hace tiempo que no nos vemos, hace tiempo que no se nada de ti, hace tiempo que el olvido se interpone entre nosotros. Pero no quiero que tu recuerdo caiga en el pozo de la indiferencia, por eso me he acordado de tu vigésimo cumpleaños, visto que nadie ha conmemorado tu memoria, por eso quiero dedicarte unas palabras.
Aún hoy recuerdo como pese a ser la más guapa de tu clase nunca conseguiste ser la más popular, una tal Nes te quitaba el puesto, quizá por que tu padre, Sega, nunca te trató como te merecías, o tal vez porque pusieron muchas expectativas en tí tras la desilusión que se llevaron con tu hermana mayor, Master System, a la que nunca tuve el placer de conocer. Sin embargo llegue a conocer a otro miembro de tu familia, Mega Drive, el ojito derecho de papá. Solía ir a casa de mi vecino a divertirme con ella, los celos empezaban a asomar ya en ti. Pero nada comparado como cuando llegó a casa una pequeña muy singular, Game Boy. No podías soportar cómo me iba de viaje con ella, como jugaba con ella delante de tus narices en mitad del salón, o como detestabas su rancia mirada verdosa. Pero sobretodo, lo que más te dolía era como me iba a la cama con ella cada noche antes de acostarme. ¿Infidelidad? Tal vez, pero ya sabes que lo nuestro estaba de capa caída por aquel entonces… Pero dejemos a un lado los malos momentos y rememoremos los buenos.
Recuerdo el día que nos conocimos. Era un sábado soleado, y yo deambulaba por los pasillos de unos grandes almacenes, te buscaba entre tus congéneres con ilusión y algarabía, porque ya sabía que ese día serías mía, ya te había echado el ojo hace tiempo y sabía que aquel era el momento. Yo iba bien acompañado de mis padres, que aunque en un principio no veían con buenos ojos nuestra relación terminaron aceptándolo. Tú también ibas muy bien acompañada de Alex y Sonic, aun no podíamos ni imaginar los buenos ratos que pasaríamos juntos. Después se nos irían uniendo más compañeros de andanzas: Tiki, Tails, Micky, Alis, Chuck, Axel, los Lemings, y muchos más. Qué grandes momentos.
Cuando por fin llegamos a casa por primera vez estaba ansioso por quedarme a solas contigo, pero mi hermano no nos dejaba un solo segundo, la verdad es que siempre fue un incordio en nuestra relación, quizá fue una de las causas por las que me fijé en Game Boy, con ella siempre podía estar a solas.
Pero uno de los grandes problemas fueron mis padres, que como ya te dije antes no te tenían mucho afecto, de hecho siempre me decían que pasaba demasiado tiempo contigo, y terminaron por restringir nuestros encuentros a los fines de semanas. Pero por fortuna las notas terminaron por darme la razón y volvimos a vernos a diario. Aún así cuando mis padres se ausentaban organizábamos furtivos -y fructíferos- encuentros que hacían nuestra relación más emocionante y apasionada.
Cuando te presenté a mis amigos quedaron encantados contigo, pasamos toda la tarde riendo y disfrutando. Decían que eras una buena compañera, al menos eso me dijeron cuando les pregunté, es más, muchos me decían que querían a alguien como tu en sus vidas, alguien que les alegrara y les entretuviese tanto como solo tú sabías hacer. Si, definitivamente hacíamos buena pareja.
Las fechas y los meses transcurrían por tus entrañas y no perdonaban, tus frágiles extremidades no daban más de sí a veces, y tenía que aplicarte primeros auxilios con sumo cuidado, un poco de cinta adhesiva por aquí, una pieza de recambio por allá. Eso si, con mucho mimo y tesón, en ese aspecto nunca te pudiste quejar de mí, siempre estuve ahí cuando me necesitaste.
Y claro, con el tiempo las cosas iban cambiando. El tedio y la monotonía se apoderaron de nuestra relación, cada vez nos veíamos menos, tu deterioro físico se hacía notable, cada vez me incomodaba más tener que levantarme del asiento para pedirte una pausa, incluso la insulsa apariencia de tus acompañantes, que en un principio me hacían gracia, habían perdido su chispa, además cada vez eran menos numerosos, siempre ataviados con cuadros, que recordaban a las hojas de una libreta.
Y aparte tengo que reconocer que me fijaba en las de mis amigos, más jóvenes y atractivas, y te iba olvidando poco a poco, hasta que definitivamente conocí a esa chiquilla de ojos verdes. Pero esa es otra historia.
Así que sin darme cuenta un día te relegué al cajón del ostracismo, sin más. Hasta que hace poco tuve noticias tuyas mediante Internet. Cuando te vi en fotos una sensación de ternura y melancolía se apoderó de mi cuerpo y una fuerza incontenible me impulsó a escribirte estas palabras.
Hoy en día mantengo una relación estable con Nintendo DS, quizá porque en cierta forma me recuerda a ti, con su colorida personalidad, sus planteamientos divertidos y amenos, lejos de “otras”, que plantean historias más enrevesadas y menos accesibles. Ya no tengo tiempo de prestarle tanta atención a este tipo de relación como antes, por eso puedo contar con Ds, porque siempre está dispuesta a disfrutar de mi compañía aunque sean solo cinco minutos.
Por todo esto, por tus veinte años y por mucho más, gracias y hasta siempre.
Tu amante en el tiempo, que nunca más se olvidará de tí.
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