En mayor o menor medida todas las personas tienen un ídolo o un personaje al que admiren en mayor o menor medida. Una método efectivo para descubrir a quién idolatra una persona sin necesidad de diseccionar al individuo en cuestión es visitar su dormitorio, contemplarlo y sacar las conclusiones pertinentes de los posters que tenga colocados y demás objetos. Aunque siempre queda la posibilidad de preguntar y quedar sorprendido de la respuesta del entrevistado. Si ese entrevistado fuese un servidor, la respuesta a la pregunta ¿quién es tu ídolo? sería clara y concisa, Richard P. Feynman.
Aún no he tenido la oportunidad y el placer de encontrarme con alguien que sepa de la existencia de este peculiar personaje. Y es que a pesar de que lo han tildado de excéntrico, el señor Feynman era de todo menos excéntrico. Fue uno de los físicos más importantes del siglo XX, tanto que trabajó en el Proyecto Manhattan y elaboró la teoría de la Electrodinámica Cuántica, trabajo que le valió un premio Nobel de Física. Todo esto es lo que se espera de un físico, todo muy serio y frío, pero el señor Feynman no era así.
A pesar de tener un Nobel en física, era un virtuoso de los bongos, especializándose en samba, estilo que aprendió con mucha dedicación y práctica en una de sus numerosas estancias en Brasil. También sentía predilección por los bares de «topless», donde alegres señoritas ligeras de ropa proporcionaban según él, un ambiente idóneo para teorizar sobre la física en alguna que otra servilleta de bar. También pintaba cuadros, era un profesor excelente y fue capaz de dejar en ridículo a la mismísima NASA en la televisión con un vaso de agua con hielo.
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