¿Sabéis? …Ahora que estamos junto al fuego y el viento arroja con desdén gotas de lluvia al cristal de nuestra ventana, os voy a contar un cuento. Acurrucaos cerca de la chimenea y prometo que el viaje valdrá la pena. Es un viaje de ida a los 90:
» Erase una vez, en un viejo reino olvidado, allí donde las ramas de los árboles acarician las nubes de algodón de azúcar que cuelgan del cielo, allí donde la luna de queso se refleja en cristalinos ríos de chocolate fundido y donde la brisa huele a mandarina cuando los cielos se apagan como farolas en la niebla, un elfo que ansiaba contar historias impresas en papel. Historias sobre videojuegos. Una tarde de abril, sentado en la hierba de la colina de las fresas silvestres, acercó su mano abierta a la frente y ante las lejanas tierras de oriente que se extendían delante suyo gritó a los cuatro vientos: «¡Quiero ser redactor de videojuegos, coño!» …
Esas fueron las últimas palabras que surgieron de sus labios antes de marchar a hacer mundo. Con los años juntose con un puñado de benditos locos idealistas que se unieron a la causa y que cabalgaron junto a él sobre blancos corceles levantando una enorme polvareda.Escribieron mares de tinta, de esos que dejan huella, fundaron importantes revistas, de esas que dejan huella, analizaron cientos de juegos, de esos que dejan huella y celebraron innumerables fiestas con lo más granado del sector, de esas que dejan…huella.
El resto, como se dice, es historia…»