Videojuegos: un cacho de cultura posmoderna
sólo dos amores: el amor a dios y a mi terminal; me logueo, luego existo
Tuve la suerte de criarme en un ambiente bastante liberal y permisivo: mis padres nunca tuvieron problemas a la hora de dejarme leer, jugar y consumir casi cualquier cosa que estuviera a mi alcance (he tenido amigos a los que les prohibían ver anime por ser considerado “satánico”, aunque como todos sabemos, las prohibiciones generan más consumo, mucho más cuando uno es niño y quiere ser un superhéroe-doctor-bombero-presidente-et al). También tuve la suerte de tener un hermano siete años mayor que yo, apasionado y amante de la informática. Esto me dio acceso desde temprana edad a las computadoras y consolas (algunos nacen con una pelota bajo el brazo, yo lo hice con una computadora), artefactos preciados de la era moderna que permiten nuevas formas de interactuar y pensar la realidad; pero, también, crean nuevos rituales paganos para alterar y hackear nuestra vida, nuestra cotidianeidad.
Cuando unos es chico, todo le parece más grande, más hermoso y mas fabulantástico. En esa época, recibimos estímulos de todos lados y crecemos minuto a minuto: nuestro organismo se prepara constantemente para llegar a la edad adulta y para eso hay un paso muy importante en la vida de todo niño moderno: la educación y la escolarización (dos cosas totalmente distintas). No voy a hablar de la escuela, cada uno tendrá sus experiencias personales, pero si voy a hablar de algo que siempre se le criticó (injustamente) a los videojuegos, y es su capacidad de ayudar en el proceso de aprendizaje de un niño (o, de al menos, un niño como yo). Hablemos, entonces, de cómo los videojuegos nos han ayudado a formarnos culturalmente.
Clases magistrales de Historia Universal:
A mediados de los noventa, ya a pocos años de finalizar el primer milenio, Encarta dominaba las computadoras hogareñas y nuestros PCs comenzaban a transformarse en bibliotecas de conocimiento universal. Pero Encarta no era muy divertida que digamos. Microsoft hizo cosas magnificas, pese a todas las críticas insulsas que se le puedan hacer. Age of Empires fue una obra magistral, un RTS magnifico en su modalidad de juego… y en su estilo de enseñarnos historia universal. En su primer versión, nos situábamos en el mundo de las primeras grandes civilizaciones y, como niños, aprendíamos muchísimo sobre historia clásica de la humanidad. Todas las misiones relataban grandes acontecimientos de las campañas militares de los imperios clásicos, con detalles más que suficientes para un chico curioso, como lo era yo. Por ejemplo, recuerdo muy bien estar en los primeros años de escolarización y estudiar las diferentes edades por las que pasó el hombre antiguo, que se correspondían a la evolución de nuestra civilización en el juego (Edad de piedra, herramientas, de bronce y de hierro). Otra cosa muy interesante del AoE I que me quedó como conocimiento general son civilizaciones “poco conocidas” (que al menos yo no vi luego en la escuela), pero de gran impacto, importancia y trascendencia: los Hititas, por ejemplo, fueron participes de una de las batallas más gloriosas del oriente: La batalla de Qadesh, en la que participó nada mas ni nada menos que el mítico Ramses II. Es decir, el AoE se nos presenta, con sus campañas, con sus informaciones históricas básicas, como un pequeño manual de historia de la humanidad para cualquier niño que gozara tanto de jugar a los videojuegos como de aprender. Inevitablemente, mientras se jugaba, uno algo aprendía, algo base quedaba si no leíamos las descripciones: pequeños conceptos básicos sobre las culturas, tales como saber que el poderío militar de los egipcios estaba en sus carros de asaltos y su alto desarrollo científico-religioso; o algo más vistoso, como los diferentes estilos arquitectónicos o, también, cómo olvidarlo, el conocimiento de las Siete Maravillas del Mundo Antiguo. Luego, llegó Age of Empires II, el clásico de clásicos, y ademas de crear campañas mas llevaderas, con más información, trajo consigo una pequeña enciclopedia sobre todo lo que había en el juego, con datos muy lindos y simples para los pequeños jugones curiosos. (un paréntesis, AoE I detallaba el inicio del Imperio del Sol Naciente, cosa que desde las escuelas occidentales, casi no se toca para nada).
Y si de clases magistrales de historia hablamos, no podemos olvidar, por supuesto, al magnifico Civilization. Ese gran juego que nos paseaba por la historia de toda la humanidad, desde sus albores hasta su expansión al espacio. Mis recuerdos de ese juego son ya siendo mas grande, porque estamos ante un juego un poco más complejo que el AoE, pero que no deja de ser un compendio de saberes humanos, de la llamada “cultura general”. Allí profundizamos un poco más en cada uno de los grandes desarrollos y descubrimientos por los que nuestra pequeña tribu llamada humanidad tuvo que pasar. Cada civilización contaba, de entrada, con algún descubrimiento ya incorporado, lo que nos hacia pensar que fueron los pioneros en desarrollarlas.
Yes, aprendé inglés, eh?
Una de las grandes complicaciones de los gamers hispanos (más aún, de los gamers latinoamericanos) fue el idioma. En esa época, la gran mayoría de los videojuegos se publicaba en inglés, por lo cual, inevitablemente, había que aprender ciertas palabras para poder entender, primero, la interfaz del juego y segundo (no necesario,claro está) la historia del juego en cuestión. Siempre, desde muy chico, fui un fan absoluto y converso de Blizzard, especialmente de sus dos primeras sagas exitosas: Warcraft y Diablo. Como supongo que ya saben todos, tanto uno como el otro, cuentan con una gran trama. La saga de Warcraft posee una historia muy atrapante y compleja: estamos ante un mundo mitológico, con sus propias historias, leyendas, geografías, conflictos, guerras, etc, lo cual se traslada directamente al juego en cada una de las misiones que debemos realizar. Me fascinaba el contexto de este juego y sus narraciones al inicio de cada misión: me sacaba los pelos para intentar comprenderlas, buscaba palabras en el diccionario, preguntaba a mi hermano. Una anécdota graciosa: teniendo unos 10 años, en la escuela, me acerqué a un compañero de escuela que iba a un instituto privado de ingles para preguntarle, con arrogancia y prepotencia, si sabía el significado de las palabras “Ogre” y “Knight”. ¡Y claro que no lo sabía! (aunque hoy en día, él sabe mucho mas inglés que yo 😛 ) . Lo mismo sucedía con los juegos de rol, si uno quería seguir la trama y entender un poco más qué es lo que se estaba haciendo, no quedaba otra opción que aprender un poco de inglés a la fuerza, lo mínimo aunque sea. El conocimiento es información y la información es la nueva mercancía del milenio y obtenerla, por lo medios que sea, nos abre puertas hacía otras realidades.
Nada es verdad, todo es risible
¿Cuántos robles roería un roedor, si los roedores royeran robles?
Hace poco, una amiga me dijo que una de las cosas que yo más valoraba era el humor en la gente. El chiste, la risa, se encuentran presentes en las estructuras mismas de nuestro universo, toda la creación puede ser reducida a un chiste y la antigua fórmula del viejo del montaña “nada es verdad, todo es permisible” es fácilmente representable en el humor. Y los videojuegos han sido, lejos, mis mentores a la hora de concebir una forma de ver la realidad y encontrar la broma eterna que en ella se desata. Monkey Island es, quizá, una de las influencias más grandes que tuve de niño. Repetía constantemente los diálogos, los chistes, las situaciones, esperando encontrar una respuesta positiva del lado del oyente. Hoy, siendo ya mas grande (y comprendiendo más la importancia del humor en el día a día), me doy cuenta de cuanto aprendí riéndome con Guybrush. El universo es un absurdo inabarcable, la vida es un chiste que el cosmos nos hace día a día, ¿cómo no reírnos de ello? ¿cómo no pensar en el absurdo y sentirlo propio? Debemos salir de nuestros hogares, todos los días, equipados con un pollo de goma con una polea en el medio, solo por si acaso.
Mitología, dioses y literatura
De chico también me fascinaban los RPGs. Hijos de la cultura rolera de fines de los 70, estos juegos lograron llevar el género a nuevas dimensiones. No es sencillo jugar un RPG ni es un estilo de juego que el común de la gente conozca y respete: la imagen del rolero es la de un friki encerrado leyendo a Tolkien y jugando Final Fantasy. Y tienen razón, ¡por supuesto que la tienen! Los RPGs nos llevan a los otros mundos que existen, además de éste. Luego de conocer otros mundos, debemos imbuirnos con los trajes que allí se usen, las máscaras, los valores, los dilemas: nos metemos de lleno en otras tribus, extrañas a la nuestra, para embarcarnos en un viaje hacia lo desconocido, un lugar de aprendizaje. Como si de antiguos rituales de religiones perdidas se tratara, debemos pasar por una serie de pasos antes de convertirnos en héroes (el inicio de Fallout II retrata esto casi a la perfección, donde debemos pasar por unas pruebas antes de abandonar nuestra tribu y buscar el jardín del edén, el paraíso), en adultos. Los universos de los RPGs están creados de forma mucha mas detallada que cualquier otro juego, pues nos encontramos en otro mundo distinto al nuestro, con distintas historias, leyendas y dioses (pero sin embargo, todo se nos presenta tan familiar). Los Reinos Olvidados son un escenario creado para jugar partidas de rol y ampliamente explotado en las sagas de RPGs que publicó Black Isle. Lo fabuloso de este mundo es la gigantesca extensión del mismo, las conexiones que hay y toda la historia, mitología y panteones de dioses creados. Jugar Baldur’s Gate o Icewind Dale es tan placentero como leer a Tolkien; sumergirse en los conflictos de los seres que habitan esos planos, hacerlos propios y ayudarlos a superarlos es una forma de aprehender una nueva realidad. Y si hablamos de realidades paralelas, no puedo dejar de nombrar al Fallout I. Se nos situá en una ucronía, producto del delirio armamentístico de la Guerra Fría. El juego retoma muchísimas tradiciones y elementos de la cultura norteamericana de la inmediata posguerra: la estética del juego reproduce fielmente las publicidades y el modo de pensar yankee de la época; las ideas acerca del invierno nuclear y la paranoia que esto generó en ambos lados del mundo. Describió, pintó, escribió e imaginó con el mismo talento que cualquier escritor de sci-fi de los años 70 el mundo postapocalíptico. Nos mostró y nos enseñó las ideas locas del fin del mundo nuclear de una manera sublime.
Let the music be your master
Rock and roll, música clásica, música electrónica, folk, blues, todo aparece fusionado en los videojuegos y todo se nos presenta como nuevo. Rock and Roll Racing reinterpreta obras clásicas del rock mientras competimos a muerte con extraterrestres en otros planetas. Super Castlevania IV nos ofrece una de las mejores bandas sonoras hechas en toda la historia de los videojuegos; Earthworm Jim 2 genera un clímax musical delirante con la interpretación del primer movimiento de la Sonata Claro de Luna, en el nivel en que nos transformamos en una salamandra ciega que recorre lo que parece, de a ratos, un tracto intestinal lisérgico. La música de Final Fantasy es tocada en diferentes teatros de todo el mundo. Nuestros oídos crecieron escuchando y conociendo grandes delicias interpretadas con escasos recursos y muchísima imaginación.
Superdioses
Y entonces los superhéroes nos llovieron desde el otro lado del Atlántico, en una deslumbrante luz prismática de trajes heráldicos, trayendo una nueva forma de ver, escuchar y pensar sobre todo.
En Supergods, Grant Morrison hace una semblanza hermosa sobre los superhéroes y los dioses, sobre cómo éstos se “colaron” en nuestro mundo para enseñarnos, para ayudarnos, para guiarnos. En cierto sentido, en realidad, siempre estuvieron con nosotros: son arquetipos de dioses antiguos. Me gusta pensar a los videojuegos un poco de esta manera. Fallout nos habla de los peligros de la bomba. Como dice Morrison, Antes de la Bomba, la Bomba fue una Idea. Superman se ríe con la idea de la bomba, él es una batería nuclear que se alimenta del sol. Guybrush Threepwood es un gran pirata dispuesto a todo y también se ríe de la bomba. Él se ríe de todo, porque descubrió la broma oculta en todas las cosas. Igual que nuestro pirata favorito, Max, el conejo hiperquinético, psicótico y de dudosa moral (o carente de ella) ríe, se burla y transgrede todas las normas sociales que en nuestro túnel de la realidad son la Ley. Nada es verdad, todo es risible. Los personajes trascienden las fronteras de sus bits y se colan en nuestro mundo, como superhéroes, como guías para destruir las fronteras que imperan en nuestro mapa (o derribar las futuras limitaciones que no han sido, todavía, establecidas)
The game remains the same
Los videojuegos enseñan. La información es el petróleo del nuevo eon. Todo vale en el proceso de aprendizaje; conocimientos tan simples como ideas vagas del antiguo Egipto expanden nuestra conciencia hacia lugares que antes no conocíamos (Egipto, cuna de la civilización, las religiones, la ciencia). Con el tiempo, todo este equipaje, todas estas horas invertidas, pueden catapultarse hacia distintas áreas. En contra de la idea corriente que imperaba (y tal vez lo siga haciendo) en mi infancia, los videojuegos me ayudaron a crecer intelectualmente. De distintas maneras, algunos más que otros, otros menos (cada vez menos, diría yo), los videojuegos enseñan. Pero al igual que en la escuela, los videojuegos enseñan a quien quiera aprender. La infancia me marco a fuego grandes juegos, algunos pocos he podido nombrar, otros es mejor obviar, pero creo que la idea base se entiende: aprendemos todo el tiempo y jugando lo hacemos. Y como sucede en todas las esferas de la vida, hay ciertas experiencias que sentimos nos enseñan más que otras. Todas las experiencias son válidas, ninguna anula a la otra; pensar en esto como aislamiento, como torpeza mental es, sencillamente, hablar con desconocimiento. Quienes hablan de esta manera son quienes jamás han pasado toda una madrugada matando trasgos en las minas de Nashkell y dibujando mapas en papel para no perdernos en las catacumbas del Elvira II Jaws of Cerberus.
PD: La frase inicial corresponde a una cita de un libro que escribió mi gurú, @ferostabio
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