Videojuegos que te “llevabas” al colegio
La gente mayor casi siempre suele tener razón en casi todo, es algo así como una mala costumbre que han cogido el refregarnos a nosotros, miembros de una generación que ha perdido el norte, que ellos vivieron tiempos mejores en los que todo era mejor. Lo peor de todo es que el peso de la experiencia se impone a cualquier cosa, ya sea tecnología o inteligencia. Yo mismo he visto como mi abuelo me decía que iba a llover, mientras yo miraba el tiempo en mi flamante y supermoderno iPod touch y comprobaba que no iba a llover. Rato después, diluvio universal y mi iPod seguía en sus trece de que no llovía.
La experiencia es lo que tiene, que según se va ganando te da acceso a diferentes habilidades. Es por eso que a muchos les pierde el conseguir la bola de fuego nivel 10 o el mítico omnilátigo. Es algo que engancha eso de desarrollar un árbol de habilidades y hay más de uno que opina que eso es lo que atrae de los juegos de rol. Es una lástima que en la vida real no puedas acceder al forastero misterioso para que te ayude en más de una ocasión.
Aunque un servidor todavía no ha alcanzado el máximo nivel en muchas facetas de la vida diaria, tengo ya cierto bagaje en el terreno de los videojuegos y he ganado la habilidad de opinar humildemente sobre este emocionante mundo. Un mundo que está en constante evolución, sorprendiendo a la comunidad jugona y ganando nuevos seguidores. Pero, ¿cuál es el precio que tiene que pagar la muchachada por ese desarrollo?
Uno no es que sea un viejo, pero ya tengo los años suficientes para que en el autobús me pidan paso poniendo un señor en la frase. Y a pesar de todo, ya pienso igual que muchos miembros del club de la tercera edad (no la de El Señor de los Anillos), casi todo era mejor antes. Mi experiencia más reciente fue al comerme un Bollycao, merienda oficial de la infancia de muchos que a la que te descuidabas te hacia un garabato de chocolate en la camiseta que a ver como se lo explicabas luego a tu madre. Ya no son lo que eran, al menos no el sabor, y la cantidad de chocolate. También me ocurre con el Nesquik. En mis tiempos de mocito con 2 cucharadas ya iba listo, ahora necesito por lo menos el doble para que quede decente según mi recatado gusto. Lo mejor de todo es que podría seguir así hasta el infinito, pero no va a ser así, aquí hemos venido a hablar de videojuegos.
¿Eran los videojuegos mejores antes? Es una pregunta muy complicada, ya que el factor nostalgia nubla el juicio de muchos. Lo cierto es que antes éstos eran algo distintos, ya que te los podías llevar al colegio. No me refiero a literalmente, si no a llevarlos como medio de discusión y sobre todo de estrategia. Pasé muchas horas discutiendo con mis amigos sobre cómo podíamos avanzar en esa magna obra que es Indiana Jones and the Fate of the Atlantis. Hacíamos dibujos y copias de los puzles del juego para intentar resolverlos en clase. Los recreos se convertían en el momento clave para buscar ayuda de compañeros de otras clases. Puedo decir con orgullo que completamos ese y varios juegos más sin guías, que tan de moda están hoy en día.
En el fondo de mi corazón soy un romántico y sí, le tengo un cariño especial a muchas aventuras gráficas, que tantas horas de estudio me quitaron en mi infancia (no sé cómo he llegado a la universidad) pero que en el fondo me ayudaron a aprender a pensar y a centrarme, al menos, en algo que me importaba. Antes, todas parecían más complicadas, teniendo que hacer cosas y combinando objetos en el menú que en la vida se le habría ocurrido a uno. Ahora sin embargo, muchas aventuras gráficas traen botón de pista, quitándole mucha gracia al asunto (véase las entregas remozadas de Monkey Island).
Muchos podrían pensar que ahora que soy mayor soy más inteligente y tengo mayor capacidad de razonamiento, por lo que los videojuegos de antaño me parecen fáciles. Nada más lejos de la realidad. Como dice la canción, tengo una espinita clavada en el corazón, que se llama Gabriel Knight: Sins of the Fathers, una aventura gráfica del año 1993, cuando los bollycaos todavía estaban buenos. A pesar de enfrentarme a ella con la veintena de años cumplida, me ha resultado imposible sin guía. Es más, ni siquiera he podido completarla debido a la multitud de errores que tienen los emuladores en los que tiene que correr el título. Tenía ese grado de dificultad que hace que uno se quede horas sentado estrujándose la cabeza en busca de que es lo que se puede hacer. También te da la facilidad de estamparte la antes citada cabeza contra una pared debido a algunos enrevesados enigmas que al consultarlos en alguna guía hacen aflorar palabrotas de la boca.
Con los Rpg pasa básicamente lo mismo, aunque aquí el factor nostalgia nubla demasiado, ya que es obligatorio hablar del que es santo grial de muchos, Final Fantasy VII, el primer videojuego que hizo llorar a más de uno. Desconozco cuantas horas ha ocupado este juego en mi juventud, seguro que muchas las pasé discutiendo con los compañeros la mejor manera de hacer frente a Jénova, teniendo especial cuidado de no desvelar algo de la trama (antes no existía eso de spoiler) ya que te podías llevar alguna que otra colleja. Las tardes se pasaban volando decidiendo como equipar las materias o esbozando la mejor estrategia para hacer frente al gran reto de la juventud de muchos jugadores, Arma Esmeralda, sin olvidar a los Entes y a los Eones Oscuros.
Pero el momento álgido llegaba en el cambio de cd. Eso era como un puente a otro nuevo e inexplorado mundo, la aventura continuaba y era todo un misterio. Aparte que abrir la tapa de la consola encendida era algo así como una especie de tabú. Hoy en día eso se ha perdido a medias, ya que en Xbox 360 hay juegos que aun usan el cambio de disco, como el genial Blue Dragon o el épico Lost Odissey.
Desgraciadamente todo eso ha cambiado mucho. El componente “social” de los videojuegos de generaciones pasadas ha sido sustituido por el online de los juegos actuales en los que cada uno puede estar sentado en su casa escuchando a un francés llámando a uno de todo menos guapo sin saberlo. Como ocurre en los colegios actuales, que ya no son lo que eran. Ahora son casi como un campo de batalla donde los profesores tienen que luchar contra algunos alumnos que quieren reventar sus clases. Ya no hay discusiones sobre lo complicado que resulta tal fase, si no que en la partida de anoche de Call of Duty tal o cual quedó primero y seguro que usaba trucos. O discusiones sobre el Fifa o el Pro, cual es mejor o peor. Parece que todo obedece a un malvado plan de algún gobierno en la sombra para hacer casi todos los juegos más fáciles para que así no tener que usar el cerebro mucho y no pensar demasiado. O quizás es que simplemente se facilitan las cosas para llegar a una mayor cantidad de público menos exigente.
La dificultad de los juegos es algo que también da mucho que hablar. Ahora la dificultad de la mayoría de los juegos estriba en que si lo pones en muy difícil, tu personaje recibe más daño y hace menos, así que a esquivar o a ponerse a cubierto a la espera que la salud se regenere por arte de magia. O si no el ejemplo de Los Sims, donde en la tercera entrega llegar a lo más alto de la carrera se consigue en cuestión de horas cuando en la primera entrega estar deprimido y tener una casa cutre era lo más normal, siempre que no se usaran trucos, claro está. Y luego arréglatelas para poder tener amistades y mantenerlas. Además que hoy en día es complicado llevarte una sorpresa al jugar a algún título. Hay tantas noticias y tanto medio especializado que ya casi se conocen todos los aspectos clave del juego incluso antes de meter el disco en la consola o instalarlo en el pc. A mi me pasó con Metal Gear Solid 4, vi todo los vídeos, leí todo lo que salía y al jugar, pensaba en como me habría sentido si no hubiese leído y visto tanto. Eso, con Uncharted 3 no me va a pasar.
¿Eran los videojuegos mejores antes? Posiblemente, pero dar una respuesta rotunda ya sea afirmativa o negativa sería muy arrogante. Todo lo antiguo tiene su encanto y la nostalgia a veces impide ver los fallos, pero es que incluso los fallos tienen su encanto. Y aunque parezca increíble, solo estamos a 4 años de los coches voladores (según Regreso al Futuro II) y los títulos de hace 5 años parecen mejores que los que se ponen a la venta recientemente. Ahí está Mass Effect, que es indudablemente mejor que su secuela. Y Dragon Age, cuya segunda parte está dando mucho que hablar y hará correr ríos de tinta. Se podría pensar que los videojuegos, como muchas cosas, son un reflejo de la sociedad actual. Una sociedad que quiere las cosas, fáciles, apenas sin esfuerzo y lo mas satisfactorio posible. Mientras tanto, yo seguiré mirando con cariño mi estantería de juegos de PSX mientras desvió la mirada para ver la caja de Fable 2 y recordar cómo solo tuve que pulsar un botón para vencer al “jefe final”.
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