Un paseo por la calle melancolía
Tengo la intención de caminar sobre una alfombra de recuerdos, de navegar sobre un mar de fotografías de color sepia y de pasear un poquito por la calle melancolía, esa en la que los edificios, las señales de tráfico y hasta los árboles están empapadas de nostalgia. De sabor agridulce. ¿Cualquier tiempo pasado fue mejor?, no lo se, depende de la hora, de la luz del sol, de cómo de intenso brillen las estrellas o incluso del clima, pero voy a desahogarme hablando un rato de tiempos pretéritos, del factor retro. Cuando uno clickea en mercadillos virtuales tipo Ebay o similares, allí donde todo se puja o se vende incluso tu alma, asemejandose a los viejos y escalofriantes mercados de la Roma Imperial con sus esclavas sexuales de todo a un euro o los africanos de pague uno y llevese el otro gratis, se da cuenta del enorme valor, en el sentido completo de la palabra, que tienen los artículos del pasado…
Yo me voy a centrar en lo que a consolas y videojuegos se refiere, para enlazar estas palabras iniciales con un puñado de imágenes efervescentes que bullen en mi interior. ¿Qué buscamos en lo retro?, ¿sensaciones olvidadas? ¿ pedacitos de nuestro pasado? ¿el dulce, pero a la vez amargo, sabor de la nostalgia?… no lo se, pero reconozco que es un tema muy interesante a tratar. Hay gente que defiende que los videojuegos de antes tenían una pureza, que casi rozaba la inocencia y una fuerza emocional mucho más intensas y satisfactorias que los de ahora.
Tapando sus carencias técnicas a base de ilusión. A base de la ilusión de los propios programadores por ensanchar y reventar los límites auto-impuestos mediante ideas frescas como el hielo. Y es que cuando viajamos a los orígenes de los videjuegos, al bing bang lúdico, uno puede darse cuenta de lo excitante que resultaba abrir nuevos caminos por los que nadie se había atrevido a transitar, quitando los enormes matojos a machetazos. Cosa que ahora es tan complicado y es que a estas alturas es tan difícil sorprender que a veces ni se intenta o no les dejan. Obviamente crear nuevos juegos, vender la consola de turno antes también era un negocio, pero creo que se respetaban mucho más las ideas de lo que se hace ahora y se miraba menos el valor en bolsa de cada compañía.
Y es que eso es algo que va asociado inexorablemente con el crecimiento económico. Ahora, en pleno 2009, un tipo que crea tener una idea asombrosa y original para un nuevo juego debe pasar tal cantidad de filtros que puede asemejarse a un salto al vacío … en el que rezas por que haya red abajo mientras estás cayendo. Ahora para que un juego vea la luz debe valorarse si va a vender lo suficiente para que cubra los tremendos gastos creativos, si su temática va a resultar apta para todos los públicos o no, si se trata de un juego comercial o de excesivo riesgo. La forma perfecta de encontrarnos un armario repleto de ideas brillantes en las oficinas de una gran compañía de software que está bajo llave y repleto de polvo. Soy de los que tiene la vieja idea romántica de que la era de las 3 dimensiones, de los trillones de polígonos y texturas lo cambiaron todo. Y para siempre. En parte a mejor, en parte a peor. Y ya no hubo vuelta atrás, eso está claro.
A su vez significaron el tiro en la nuca de unos cuantos géneros hasta entonces sagrados. Mientras que la industria del videojuego se asemejaba cada vez más a eso : a una enorme fábrica. Y es que cuando generas más dinero que las discográficas o la propia Hollywood tienes el riesgo de creertelo demasiado (suele pasar), volverte medio loco y entrar en un círculo vicioso de la rentabilidad instantánea. Creo que cuando muchos amamos lo retro, las consolas y juegos de la prehistoria es tal vez por esa libertad creativa que tanto podemos apreciar y que deparó una enorme cantidad de momentos inolvidables. Reconozco que hay gente que opina que eso no es más que idealizar el pasado, pintarlo demasiado bonito cuando nuestra mente nos autoengaña a base de recuerdos intoxicados.
No lo se. Yo lo único que veo es que cada vez que enchufo una NES, una Megadrive, una Game Boy o cosas semejantes, esa sensación de pureza, de bendita inocencia, de jugabilidad «de verdad», de diversión total sigue estando presente. Que no es algo idealizado y maquillado por el paso del tiempo. No. Está ahí, esperando a que alguien pulse » Start» para fluir como un genio de su lámpara. Son sensaciones distintas, para algunos mejores, para otros no tan satisfactorias pero a la postre, distintas. Y que conste que no estoy criticando ni a las consolas ni a los juegos actuales (la Xbox 360 es mi templo sagrado), pero sí creo sinceramente que la forma de divertir, de jugar, de hacernos sentir de las videoconsolas y juegos retro es más … ummm … ¿pura? ¿inocente? ¿refrescante?¿más embriagadora? …
Para acabar este paseo por la calle melancolía que casi se parece a cuando de mayor te acercas una tarde al barrio de tu niñez, y te quedas detenido frente a tu vieja casa y observas emocionado el patio donde jugabas al fútbol con tus amigos cuando eras un crío o la tienda en la que comprabas las gominolas que ahora está cerrada y se alquila, voy a hablaros de un puñadito de recuerdos memorables de mi primera juventud frente a ciertas videoconsolas:
Recuerdo el día en que por Navidad me regalaron una NES. Perfectamente. No he olvidado lo que significó para mí el desenvolver sus plásticos, de tocar su mando de enchufarla a mi vetusta tele y encender la consola con ese juego llamado Super Mario Bros del que tanto se oía hablar. Mis ojos se quedaron congelados al mover al rechoncho personaje italiano y ver cómo aparecía una seta verde detrás de un arbusto o un ladrillo con monedas de la nada. Nunca olvidaré lo que sentí jugando por primera vez al Zelda ALTTP de SNES y cuando tras andar con Link a través de un bosque llegué a un claro y ante mí apareció una pequeña aldea llamada Kakariko junto a una de las más bellas melodías que había escuchado jamás.
O cuando en Final Fantasy VI (mi primer jrpg), en la misma consola, en la primera ciudad unos guardias que portaban unos enormes perros golpeaban la puerta de la casa en la que estaba escondido y tenía que huir por un pequeño pasadizo para escapar de ellos con el corazón a mil por hora. Recuerdo como si fuera ayer estar jugando en un parque al Tortugas Ninja de Game Boy de la gran Konami, infiltrándome entre alcantarillas con la ilusión de un niño de ver que había un poquito más allá. Tengo grabado a fuego en mi mente el inicio de Super Castlevania IV, el castillo, los esqueletos, el primer boss y la apoteósica BSO que convertía a todo en algo cercano al trance.
El Elevator Action de la 8 bits de Nintendo también me trae dulces recuerdos de puertas abriéndose aquí y allá, mientras esquivaba balas. El primer looping en el Sonic The Hedgehog de Megadrive me volvió loco de emoción. Un descomunal Final Boss de Super R-Type, el del mundo inicial, me hizo maldecir y golpear el mando contra el sofá en repetidas ocasiones. O las partidas familiares, pasandonos la Game Boy de mano en mano, por ver quién conseguía más líneas al Tetris entre risas y burlas. No se, eran otras sensaciones. Otra forma de jugar. Otros tiempos. O quizá es que tanto la industria del videojuego como nosotros mismos eramos más inocentes y propensos a ser sorprendidos. No lo se…
Sólo quiero preguntaros: ¿qué creéis que buscamos en lo retro? ¿por qué pensáis que tiene tanto éxito la venta de consolas y juegos de antes en los mercados de segunda mano? ¿tenemos idealizado el pasado? y de propina : ¿qué recuerdos tenéis grabados en vuestras mentes en lo que respecta a videoconsolas antiguas y primeras partidas?.
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