Super Castlevania IV, el castillo inolvidable
Las historias de vampiros en la literatura y el cine evocan un nombre por encima de todo: Drácula. pero en los videojuegos se me antoja todavía más representativo el nombre de Castlevania, aunque esté siempre ímtimamente ligado al de Drácula.
Bajo este título, Konami nos ha hecho soñar con tenebrosos castillos, tener pesadillas con diabólicas criaturas, y disfrutar con un mando en la mano de aventuras siempre caracterizadas por su música de ensueño y su lúgubre ambientación.
Son más de dos décadas de Castlevania y muchos episodios que llevan ese nombre, pero pocos (o ninguno) calaron en mí como lo hizo el maravilloso Super Castlevania IV, una obra de arte que nos permitió, en una Super Nintendo que comenzaba a crecer, adentrarnos en uno de los más mágicos y envolventes castillos de Drácula que hayamos podido pisar con nuestros atuendos de cazavampiros y nuestro mando en la mano.
Super Castlevania IV es, en mi opinión, uno de estos juegos que nacen con magia, que llevan desde el primer momento ese toque especial tan difícil de explicar pero tan fácil de percibir.
(En el vídeo podéis ver entero el primer nivel del juego. Los demás no son tan cortos y fáciles…)
Desde la misma entrada al castillo, con un sepulcral silencio y un ruidoso puente levadizo que nos recuerda que el viaje es solo de ida. Hasta el último habitáculo en la más alta de las almenas de la lúgubre mansión, Super Castlevania IV nos envuelve, nos rodea, nos sumerge en una aventura de la que no querremos escapar hasta cumplir el objetivo del que somos responsables como herederos del legendario clan Belmont, la más famosa familia de cazavampiros que el mundo haya conocido.
El castillo de Drácula no son sólo elegantes habitaciones, sino que posee una inmensidad de parajes: jardines, cuevas, mazmorras o bosques tendremos que atravesar en nuestro viaje, que nos llevará a lugares tan sorprendentes como el mecanismo de un enorme reloj que ocupa una torre completa, o una sala llena de incalculables riquezas, en la que los cofres con tesoros van rebosando monedas doradas a nuestro paso…
Además, la realización técnica de estos espacios era un lujo para su época. Los magos que dieron vida a este proyecto pudieron explotar esa chistera que estaba casi de estreno llamada Super Nintendo, y valerse de algunos de sus trucos para ofrecer localizaciones que nunca antes hubiesen sido posibles. Hoy parecerá un efecto cualquiera, pero el túnel que podéis ver en la imagen, y que iba girando a nuestro paso, fue en su día una cosa fuera de serie, como muchos no habíamos visto nada parecido entonces. El famoso Modo 7 sería el principal responsable de aquellas alegrías técnicas, junto a otros revolucionarios ingenios que «El cerebro de la bestia» llevaba en su circuitería.
Y no sólo los escenarios eran un despliegue de colorido, planos de scroll y efectos sorprendentes; también los enemigos recibieron un tratamiento excelente. Los adversarios «normales» tampoco es que fueran el no va más, aunque presentaban una amplia variedad y estaban bastante bien realizados, pero es en los jefes finales en los que los chicos de Konami hicieron un mayor alarde. Además de ser totalmente diferentes entre sí, y de exigirnos diferentes habilidades según sus patrones de ataque, presentaban una cuidada realización, siendo algunos de ellos de un tamaño descomunal (creo que hasta entonces jamás había visto yo un enemigo moviéndose que ocupara tanto como cierto señor de piedra) y poseían unos excelentes diseños. Un complemento aterrador que ponía el broche perfecto al final de cada fase… e incluso a veces a la mitad.
Pero todo este gran trabajo de ambientación jamás habría sido lo mismo sin el verdadero toque mágico del juego: su banda sonora. Preguntad a cualquiera que haya llevado a buen puerto la odisea de de Simon Belmont en Super Castlevania IV que es lo primero que le acude a la mente al pensar en el juego, y es muy probable que os responda que su banda sonora. Las composiciones de Masanori Adachi y Taro Kudo son una verdadera obra maestra de la música en 16 bits. No es que tenga una melodía buena, es que una detrás de otra sus piezas musicales son de esas que se introducen en nuestra mente y nos lanzan a recorrer los escenarios al ritmo que nos marque el compositor. En ocasiones el juego acelera, con la epicidad musical por bandera, que nos arrastra con rapidez a través de los momentos más grandes del juego, en otras el tono se relaja y nos envuelve el misterio mientras exploramos lo desconocido. Pero ahí está siempre la música, siempre envolviéndonos, siempre atrapándonos. En este juego había la posibilidad de escuchar todas las melodías en el menú inicial, y es el único en el que recuerdo haber pasado por esta opción, y además una y otra vez, de lo mucho que me gustaban algunas de las piezas.
Queda claro pues que por el lado de la ambientación poco se puede decir en contra de Super Castlevania IV, que incluso jugado casi dos décadas después mantiene un aspecto sólido, y la música no envejece por mucho que suene con las limitaciones de los 16 bits, pero este juego no sería un clásico legendario si la experiencia jugable no hubiese estado a la altura del despliegue anteriormente comentado, y creedme que lo estaba.
Aunque el personaje de Simon Belmont fuese un poco tosco en su movimiento, por ejemplo su salto era muy limitado respecto a lo que habitualmente se veía en los juegos de la época, y no era especialmente rápido, podía hacer lo que quisiese con su látigo, con el que era capaz de golpear hacia cualquier dirección, algo cuya ausencia en otros juegos posteriores de la saga no gustaría nada, y podía apoyarse en unas armas secundarias de gran utilidad.
Aunque fuese algo limitado en sus movimientos (de un modo bastante realista, por otro lado), el control de Super Castlevania IV era una delicia, y el diseño de escenarios hacía que recorrerlos fuese una tarea complicada, pero muy gratificante. El nivel de dificultad estaba bien ajustado, con algunos niveles especialmente difíciles, pero el juego tenía passwords por lo que si superábamos un nivel ya no lo teníamos que volver a empezar. Y su duración no estaba nada mal, aunque con lo que se disfrutaba era normal quedarse con la sensación de que la experiencia había sido demasiado breve.
Desde luego, lo que no tenía nada era la trama, totalmente plana y con el tantas veces repetido guión de Drácula resucita – miembro de la familia Belmont se interna en su castillo – el bien triunfa de nuevo (y no me vengáis diciendo que vaya spoiler os habéis comido que no cuela…). Ni siquiera nos encontramos con diálogos con otros personajes, pues estaremos más solos que la una en lo que a aliados se refiere en nuestra odisea. Pero, sinceramente, y aunque yo valore muchísimo el argumento en los juegos, os aseguro que con lo que ofrece el juego tampoco es normal quedarse pensando que qué pena que tenga una trama más trabajada.
En conclusión, a título personal, Super Castlevania IV es una de las más maravillosas experiencias que me regaló mi consola favorita, la 16 bits de Nintendo. Cada vez que vuelvo a él revive en mí los maravillosos recuerdos, y creo que pocos juegos de la época han envejecido tan bien y siguen manteniendo todo su encanto y su capacidad de sorprender a través del tiempo. A poco que disfrutéis de los juegos antiguos, no perdáis la ocasión de darle una oportunidad. Es difícil que os decepcione.
(Artículo dedicado a mi hermano José Luis, aún más fan de este juego que yo y al que debo haberlo podido disfrutar ya en su momento)
Deja tu huella
Crea tu avatar