Madworld: El juego que ha pervertido a la Wii
Es lo más semejante a echar un cubo de pintura roja a la blanquecina carcasa de la Nintendo Wii. Zasss. Una forma de corromper la pura y casta imagen del nuevo fenómeno de feria mundial. De prostituirla. De quemar en la hoguera de las vanidades todos los putrefactos juegos mediocres de muchas de las thirds y los no-juegos que fluyen como salchichas baratas de una fábrica de embutidos. Me imagino a Iwata y Miyamoto abochornados tapándose la cara con viejos periódicos para huir de la avalancha mediática moralista encabezada por madres recatadas que portan antorchas, psicólogos de medio pelo y los medios sensacionalistas de turno. ¡Carnaza, carnaza!. Los videojuegos son la fruta prohibida virtual de Satanás, una vez la saborees tu alma arderá en un mar de lava. Salvemos a nuestros hijos. A los bunkers. Ya. Por supuesto baby…
Y es que hasta ahora, salvo quizás por el inocentón pero carismático hasta la medula No more Heroes del amigo Goichi Suda (y que en Europa fue mutilado en cuanto a secuencias escabrosas y mares de sangre) y desarrollado por Grashopper Manufacture, era virtualmente imposible asociar a la Wii con la violencia más descarnada. La consola blanca de Nintendo era el regalo perfecto para la primera Comunión. Para el cumpleaños del primo pequeño. Para Paquita que ha sacado todo sobresalientes en el instututo y hasta para la abuela Asunción a la que le va a venir bien para sus articulaciones danzar la conga frente al televisor con Wii Fit. Una consola blanca de arriba a abajo. Un prodigio del mejor marketing y de la inagotable sabiduría de Nintendo a la hora de renacer de sus propias cenizas. El nuevo Boom tecnológico a escala mundial.
Una consola, que a diferencia del Hombre Elefante y la Mujer Barbuda que eran recluidos dramaticamente en viejos carromatos para ser enseñados de pueblo en pueblo y atraían a la gente cual morboso imán, se ha convertido en un producto de masas arrasador y de imagen impecable. Es la Atila de las videoconsolas. Pero un rey de los Hunos bonachón, conste. Tienda por donde pasa, no crece la hierba. Más bien montañas y montañas de dinero…
La consola socializadora. La máquina que une a la familia como el parchís o la oca de hace lustros. Wii are the World, Wii are the children. Los informativos alababan la saludable puesta en escena de esa pequeñita consola y el curiosón mandito a distancia que si lo mueves juegas al tennis, a los bolos o al golf con una facilidad insultante. Amén de tener entre sus filas esa maravilla atemporal que es Super Mario Galaxy (para mí lo mejor de Nintendo en 3-d) entre otros. Pero he aquí que , allá por las lejanas tierras de oriente, donde los cerezos conviven con descomunales rascacielos y la más salvaje de las fiebres tecnológicas, un grupo de genios llamado Platinum Games formado por gente de la ex Clover de Capcom, con puntazos en su haber como Okami (la belleza hecha juego), Viewtiful Joe o el macarra y de imborrable recuerdo God Hand, dieron a luz como semilla del Diablo, al juego que haría saltar todas las alarmas:
Madworld…
El bendito horror. Un sabroso coctel venido del paraíso terrenal. La receta es ésta, pilla papel y boli: échese unas pizcquitas del Sin City de Frank Miller, unas gotas de Streets Of Rage y un par de trozos de Smash TV. Agítese durante un minuto y … voilá , tenemos la bebida perfecta. Madworld. Para éste pollo que escribe, usease yo, ha sido una de las mayores y más gratas sorpresas en forma de redondo juego que me he llevado en demasiadas lunas. El renacer de ese género con forma de zombie semidescompuesto llamado Beat´em up. Aleluya. ¿ No oís trompetas sonando en las nubes?. Una delicatessen para paladares hardcoretas. Una bocanada de aire fresco para viejos guerreros de los arcades, de la Nes o los 16 bits. Encarnando a un tipo hormonado llamado Jack, no no es The Ripper pero casi, de apellido Cayman , cuyo principal atractivo es una motosierra que lleva semi implantada en su brazo derecho (el novio ideal para tu hermana, lo se), nos adentraremos en el lodo más pestilento en forma de salvaje concurso televisivo, en el que todo vale o se hace que valga.
En Jefferson Island. O el infierno televisado. Una especie de Gran Hermano repleto de cámaras, pero con cabezas cercenadas rodando por el suelo y miembros amputados en los contenedores de basura. Nota mental número 1: Crítica feroz a la maldita telebasura que estamos tragando día tras día hasta que se nos revienten las arterías. Es decir, este videojuego tiene coco, no solo músculo. Y más de lo que parece. Bien, sigamos: En cada nivel, formado por distintos distritos o lacalizaciones de la ciudad, se nos dará un tiempo limitado en el que conseguir la mayor cantidad de puntos posibles para acceder a descojonantes retos sangrientos y al inevitable y monumental Jefe de final de fase.
Y menudos Bosses, Dios mío. Son apoteòsicos. Con kilos y kilos de carisma corriendo por sus venas. Engendros descomunales, nazis enmascarados, bestias salvajes con armas del tamaño de un árbol o bellísimas damas mortales son algunos de ellos. Probablemente, desde el primer y místico Metal Gear Solid de PSX, los Final Bosses más memorables que haya visto en juego alguno. Ya no es solo por su esencia y estética del mejor de los cómics, es la forma en la que se nos presentan. La forma en la que se retuerce la cámara y muestra ángulos imposibles, la manera en el que el humor ácido se abre paso a patadas. O ese Barón negro (mi personaje favorito, puro amor joder) que ameniza las pruebas como un presentador de concursos lerdos, con azafata jamona incluida en el pack, que siempre acaba mutilado en plena presentación con millones de risas de fondo. Y la insuperable guinda del pastel: los desternillantes comentaristas españoles que amenizan de forma magistral el espectáculo.
Una fusión entre los de Humor Amarillo con toques de algunas voces cachondas de aquel programa de Tele 5 llamado El Informal. El despiporre vamos. Uno de los mejores doblajes, por acertado, por ingenioso y porque sí, que se han hecho nunca en este país. Un 11/10, para aquellos que se quejan de que no puntuo con cifras. Destacar por otra parte, al menos bajo mi prisma, que más allá de la violencia gratuita, que ojo, siempre es tratada con humor y que por excesiva creo que no debe ser tenida seriamente en cuenta, lo que más resplandece en este nuevo clásico instantáneo es la belleza escénica y artística. Así, como suena.
Que no os ciege el color rojo hemoglobina. Maravillaros con el pulcro y radiante blanco y negro. Luces y sombras, lluvia, pétalos danzando un vals junto al viento, majestuosas lunas llenas junto al cielo estrellado, humo brotando de las alcantarillas, edificios que van desde lo urbano a exóticas estructuras orientales en Asia Town o castillos medievales arquetípicos, todos y cada uno de los personajes y maromos que pueblan la isla, los obvios jefes finales o las escenas de la moto son para apaludir hasta con las orejas y felicitar una y mil veces a los chicos de Platinum Games por semejante hazaña. Y más teniendo en cuanta el limitado hardware en lo que a gráficos se refiere en comparación con la competencia, de Wii.
Es una especie de milagro tecnológico. Desde ya, uno de los más hermosos espectáculos visuales en cualquier consola. Incluyendo las todopoderosas PS3 y 360. Poco más puedo decir. Juegazos así son los que dotan de dignidad a las pasmosas cifras de ventas de la Wii. En mi ranking de maravillas blancas están el ya nombrado Super Mario Galaxy (el rey de reyes), el Gamecubero Zelda TP (mi saga favorita y juegazo al canto), No more Heroes (inteligencia y homenaje friki-emocional a los videojuegos de la era dorada) o Metroid Prime 3 entre otros, pero Madworld ha logrado lo imposible. Me ha dado una patada en pleno corazón y me lo ha vuelto a reactivar. Probablemente mi juego de juegos de lo que llevamos de generación. Aquí o en cualquier consola. Al que solo Galaxy mira por encima del hombro.
Es fresco como una hoja de hierbabuena empapada por el rocío, es artísticamente soberbio, sus comentaristas me hacen morirme de risa (cuasi literal, cosa que ningún otro juego ha hecho jamás), es enfermizamente adictivo como los añejos y gloriosos beat´em ups, es uno de los juegos que mejor uso hace del Wiimote en lo que a sencillez de manejo, diversión y espectáculo se refiere… ¿qué más puedo pedir? ¿qué más?. Es amor a primera vista. De ese que entra por los ojos y luego arraiga en lo más profundo de tu corazón. ¿ Un juego corto ? … Streets of Rage 2 también lo era y se le considera, yo entre ellos, un mito lúdico en el género.
Madworld creará polémica, montañas de ella (en Alemania, por ejemplo, ha sido vetada su comercialización) pero ese no debe ser un elemento que os distraiga de su verdadera fuerza jugable. Que se le critíque lo que quieran. Las Reviews dirán A o dirán B. Para mí es, como dije antes, un clásico instántaneo al que solo el tiempo hará justícia y pondrá en su sitio. Y ese sitio es muy muy muy alto.
-El color que asigno a Madworld es : Amarillo Brillante.
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