Los cromos de SEGA de los Bollycaos
Si te hablo de cromos probablemente lo primero que se te viene a la cabeza sea la palabra fútbol, y si te hablo de pegatinas probablemente pienses en chicles y en los irritantes «sigue buscando» cuando había premios. Y tú dirás, ¿a dónde quiere ir a parar este tipo? Pues ni más ni menos que al fondo de un Bollycao, concretamente de su envoltorio para recordar las pegatinas de las carátulas de los juegos de SEGA que este bollo relleno de chocolate nos regalaba hace ya 17 añitos, que se dice pronto.
Imagino que recordarás las célebres pegatinas de Bollycao, especialmente las de Toi (Toi chungo, Toi tumbao, Toi turuta…). Enhorabuena, tienes memoria. Pero no, no voy a hablar de esas pegatinas sino de otras más especiales y difíciles de conseguir.
Corría el año 1992 y veías por todas partes a Curros y Cobis, y un buen rollo «postochentero» inundaba el país. Yo iba al colegio como todos los días, y esperaba ansioso la hora del recreo para echarle el guante a mi Bollycao. Pero no por que tuviese hambre -que la tenía- sino para abrirlo y manipular el aceitoso envoltorio que guardaba un deseado tesoro: la pegatina con el dibujo de la portada de un juego de Sega; ya podía ser de Mega Drive, Master System o Game Gear, daba igual.
Por aquél entonces, en pleno boom del videojuego en España, SEGA gozaba de gran popularidad y era líder del sector, cuyo mejor representante era su consola Megadrive de 16 poderosos bits (a expensas del inminente lanzamiento del «Cerebro de la Bestia»).
Hasta que llegaron estos adhesivos de los juegos de SEGA, nunca había visto semejante tráfico de pegatinas en el patio del colegio. Éstas pasaban de mano en mano con una facilidad pasmosa mediante todo tipo de intercambios, como si de un mercado negro se tratase. Incluso llegué a ver a compañeros -niños- que canjeaban las pegatinas por juguetes. La fama de estos adhesivos era asombrosa, sólo comparable a la de los más codiciados cromos de los deportistas.
Al igual que en las colecciones de la liga de fútbol los mejores jugadores y los últimos fichajes eran los cromos más deseados, los cromos de las carátulas de los mejores juegos de SEGA eran los más codiciados por los críos. De esta manera carátulas como las del recién aparecido Sonic para Megadrive o las del Asterix para Master System se rifaban entre la chavalería. Pero tampoco me olvido de juegos como el Shinobi, Street of Rage, o el adictivo Colums de Game Gear, que no se quedaban atrás.
Pero aquí no acaba todo. Cada carátula venía acompañada de otra pegatina más pequeña a la que estaba solapada con la imagen de un mediático Sonic escoltando a una letra del abecedario. ¡La de veces que formé mi nombre con estas pegatinas! Aunque en ocasiones te podías encontrar al Erizo Azul ausente de letra haciendo alguna pose molona noventera.
Por supuesto esta colección no estaba carente de su correspondiente álbum, en este caso un desplegable de gran tamaño que se podía utilizar como póster. Yo nunca llegué a completar la colección, ya que hubiese sido una tarea titánica y nociva para mi índice del colesterol, pero me hubiese encantado. En la cabecera del artículo se puede comprobar como sí hubo gente que lo consiguió, y no quiero ni imaginar la de bollos que tuvieron que papar.
¿Y qué sería de cualquier promoción que se preste sin sus correspondientes regalos? En este caso es fácil imaginar cuáles iban a ser. ¡Has acertado! Los regalos eran las onmipresentes consolas y juegos de SEGA. Obviamente yo tampoco conseguí ninguno, pero tengo que reconocer que no me acuerdo exactamente el modo en el que se podía optar a ellos. Me parece que se tenía que acabar el álbum, pero no estoy seguro, y buscando por la red la información que he encontrado es mínima. Así que si te acuerdas o si te llevaste algún regalo no te olvides de comentárnoslo.
Y aquí se acaba este artículo, con un regustillo de añoranza y nostalgia que sólo me quita una partidita al Sonic de Megadrive… mientras me como un Bollycao.
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