Las historias que tengo
Las historias que tengo
ya cocidas en mi espalda,
hacen de mi locura el concierto final
Hace frío y la humedad de la tierra se cala en los huesos desnudos de los esqueletos: ellos no tienen frío, no tienen miedo, están muertos; son los enemigos, la peste humana muerta en mis prisiones, son el ejemplo vivo de mi poderío bajo la tierra. Aquí mando yo. Mis dominios se expanden constantemente, pasaré a la historia como el mejor dungeon keeper de todos los tiempos. Nada me detiene. Los humanos son divertidos. Me dan pena. Sus estúpidos esfuerzos para destruir las fuerzas voraces que mueven a las criaturas de las profundidades de la tierra me hacen gracia. No comprenden, no quieren comprender: nosotros somos la ley, hemos estado aquí desde antes que ellos. Yo he estado aquí desde antes. Somos los miedos y las pesadillas de los eones pasados, somos el barro con el que fueron creados, somos los terrores nocturnos, las pesadillas de Arkham y Lovecraft.
En otro mundo, en otra historia y en otra ciudad, me despierto y soy el mejor detective que el mundo ha podido conocer. Esto es un sueño, pienso, no puede estar sucediendo. Observo alrededor y las torres pétreas se alzan contra el firmamento oscuro, plutónico, misterioso. La noche es fría y eterna: en Gotham City nunca es de día y nunca hace calor. Pero no… esto… esto no se parece a Gotham City. Hay algo extraño en el ambiente. Se percibe mas violencia que la habitual. Se oye la risa del Joker flotando en el aire, acertijos en todas las paredes, huelo el perfume del té del Sombrero Loco… mis sentidos se agudizan para captar todo, para analizarlo todo, porque yo soy el mejor detective del mundo. Yo soy Batman, el primer detective, el científico, el millonario, el lunático, el caballero de la noche. Soy Batman, soy el terror alado y estoy encerrado en Arkham City, una nueva y misteriosa megaprisión dentro de Gotham City.
En las paredes de mi casa, de mi mazmorra, mis imps trabajan al ritmo de los Ramones. Suena Blitzkrieg Bop mientras estoy dentro de la mente de uno de mis vasallos repartiendo espadazos a diestro y siniestro: soy el esqueleto más poderoso de todos estos dominios y los hombres caen a mi paso. No tengo miedo. No tengo frío. No tengo hambre. Solo quiero matar y matar a estos seres pequeños, inmundos, despreciables. Stop, cambio de visión y me transformo en una dominatrix: mi cuerpo es el más codiciado de toda la creación, mis curvas enloquecen a los patéticos humanos a los que torturo con placer, con deleite. Me gusta oír, si, oír como su piel se chamusca. ¿Alguna vez pensaron en eso? Seguramente no, porque la primera sensación que nos inunda cuando electrificamos a un humano es el olor al pelo quemándose, los nervios explotando, los ojos derritiéndose. Pero una dominatrix como yo, una conocedora de las finas artes de la tortura y destrucción mental, sabe que la magia en la tortura con electricidad está, por supuesto, en los finos sonidos de los vasos sanguíneos reventando, la piel resquebrajándose, los ojos explotando, el ruido del chapoteo de las uñas que caen al piso lleno de sangre. Oh, si, cuanto dolor en sonido, cuanto placer.
Estoy arriba de una terraza altísima, de un edificio antiguo y podrido; sus cimientos seguramente están llenos de putrefacción y podredumbre, como todo lo que hay en esta ciudad-prisión, esta mazmorra fantasmal. En el aire huelo a Two Faces, siento la dislocación de su personalidad en las partículas que inhalo y lo veo mas claro: está en el tribunal de justicia, dónde sino. Es divertido, pues está encerrado en un loquero inmenso y sin embargo, imparte justicia, su justicia, su locura. Me escabullo entre sus vasallos. Allí veo a varios. 10 o más. No temo. No olvido el rostro de mi padre. No uso armas de fuego. No mato. Golpeo certeramente a cada uno de ellos, destrozo sus rostros, quiebro sus brazos, disloco sus hombros; soy el bailarín karateka de la noche, soy el rostro del temor, soy el mejor detective del mundo y tengo miedo. Ellos no lo saben, por supuesto. Diez maleantes no son problema para el Caballero de la Noche. Entro a la guarida, a hurtadillas. Trepo y me escondo. Observo a Harvey Dent desde mi posición; tiene atada a Selina y está a punto de arrojarla a un pozo de ácido. Esto se parece mucho a mis viejas aventuras, mis primeras andanzas. Me siento como en mis primeros cómics; toda esta situación es totalmente irreal, irrisoria y poco creíble. Sí, me siento en un cómic y debo salvar a la chica bonita del chico malo y sus secuaces.
Siempre hay que tener cuidado con los humanos. Se multiplican por doquier y aparecen por todos lados. Los pasadizos son angostos y extensos, son el lugar ideal para poblar el suelo de trampas mortíferas que despedacen a cualquier ser que no este invitado a mi guarida. Ocupo grandes salas para poner a mis trolls a trabajar noches y noches sin descanso para minar el suelo de muerte silenciosa; algunos de ellos se quejan, tienen hambre, sueño, fatiga pero no me importa: YO soy el dueño de todo este inframundo y YO les digo cuando pueden descansar. Ah, descansar, malditos vasallos mortales… por eso amo a mis esqueletos que nunca descansan y siempre matan y matan. Cuando me harto de tener esqueletos, utilizo los cadáveres de mis enemigos para poblar los cementerios y levantar a mis mortíferos vampiros: estos enigmáticos y risueños seres, mezclas de guerreros y magos, no temen a nada, no paran ante nada…. ¡¡¡RINNNNNNNNNNNG RINNNNNNNNNNNG! ¿Qué carajo? ¡La alarma! Los malditos acaban de hacer una brecha en mis dominios. En MIS calabozos. Prendan los parlantes, imps, que suene Rockaway Beach, que los Ramones envalentonen a mis guerreros. Tomo un mago y me posesión de él; antes, convoco un punto para que todos mis vasallos vayan allí, a hacerles frente. Corro con el mago por los pasadizos estrechos y abarrotados de tesoros, trampas y monstruos. ¡Malditos herejes, siempre entran a mi guarida por el lugar donde NO puse trampas! No importa. Los veo. Allí están, con su héroe. ¡JA! No saben nada, no entienden la cantidad de monstruosidades oscuras que saldrán de este averno que han abierto. Cae uno, caen dos, tres ante mis fuegos abrazadores; ya llegan los refuerzos, ya llegan mis terribles… terribles… bueno, llegan los miseros goblins. ¿Donde esta el resto de mi avanzada? ¿Donde se metieron los vampiros, los trolls, los gordos, los elfos oscuros? Voy a buscarlos…. oigo, oigo sonido de fiesta. ¿Qué carajo? ¡Hijos de puta, están en el casino festejando el jackpot de ese estúpido mago!
Observo pacientemente y me concentro; alcanzo un estado en el que los 100 billones de células que tiene mi cuerpo me transmiten información sin abrumarme. Analizo, pienso, medito y me elevo a planos de conciencia más allá de lo inimaginable. Son más de 30 matones de Dos Caras. Tengo miedo, pero no me asusto. El miedo mata la mente, dicen las Bene Gesserit. Utilizo mi miedo y lo proyecto hacía ellos. Es el momento, ya casi es el momento. Trepo hacia el rincón menos pensado y salto hacia ellos; con el envión, 4 matones quedan momentáneamente fuera de combate. Dos Caras esta refugiado y sus secuaces corren hacia mi por inercia, sin pensar, sin razonar. Detengo el tiempo y en un segundo derribo a 4 de ellos rompiendo sus brazos y piernas. No mato, no uso armas de fuego, pero apunto con mi ojo y derribo. A mis espalda se agolpan, imberbes, mas inútiles que piensan romperme la columna con un bate; se olvidan que soy un Murciélago Bailarín y Kareteka. Sin mirarlos, derribo a los que están a mis espaldas con una patada, escucho como dos de ellos se estampan contra la pared. Caen comos moscas y los devoro con mi sombra, con mis alas. Bailo de una punta a la otra, salto sin mirar, golpeo sin pensar y sin titubear, escuchar como los cráneos caen inconscientes contra el piso; uno de ellos logra golpearme pero no me detiene. Selina cuelga boca abajo y debo apresurarme. Estoy en un cómic, pienso. No estoy en un videojuego. Esto se parece mucho, muchísimo a mis aventuras. Situaciones simples, damas en apuros, villanos, los superhéroes salvando el mundo, los niños contentos, las bombas apagadas por nosotros, los superdioses. Hubo una época en que nos llenaron de situaciones miserables, de problemas psicológicos, traumas de la infancia, violaciones y cosas así. No. Nosotros vinimos a salvar a Selinas en apuros y a ayudar a los niños a ser felices.
Hemos repelido valientemente la invasión humana y gracias a esto, poblé mis calabozos de prisioneros, que pronto serán esqueletos o vampiros. ¡Odio cuando mis portales dejan de atraer esbirros para mis avanzadas y tengo que depender de los paupérrimos humanos para engrosar la fila de vasallos! Pero no queda otra opción y es inminente el tiempo de la destrucción total: debo recuperar todas las gemas para poder abrir un portal hacia las extrañas mazmorras de los humanos; dicen que allí la roca se encuentra solo en los pies y en extrañas formaciones que se elevan hacía un disco que quema todo lo que se encuentra en su camino; allí el techo es azul y blanco y a veces el agua cae desde él hacía el suelo; nuestros espías nos han dicho que ese disco rojizo-amarillento llena todas las mazmorras humanas de una luz cegadora más fuerte que todos los fuegos de mis salamandras, pero que en determinado momento se apaga… para luego ser encendida nuevamente por sus viles y horribles magos. Pero, como sea, conseguí descubrir dónde se encuentran estos malditos con su gema: un estúpido minero humano torturado nos reveló esta información. Allí me dirijo con todos mis monstruos y hechizos: soy el mejor dungeon keeper de todos los eones, soy la reencarnación de los horrores y temores, soy la violencia y ellos me han creado, soy la maldad, la otra cara, el lado oscuro, la humedad, la mugre, el suelo por donde caminan, el fango, la raíz de la tierra y voy a destruirlos aquí en mi oscuridad, para poder llegar a su mundo extraño y vicioso.
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