La importancia de la comida (en los videojuegos)
Comer es una necesidad vital. Presente en la mayoría de nuestros días, la actividad de engullir diferentes alimentos, al mismo tiempo que necesario, se ha transformado en todo un placer con la ocurrencia culinaria vigente. Desde que somos chicos, somos criados bajo una serie de lemas mundialmente recurrentes; entre ellos, uno que tiene que ver con los alimentos: “Si no comes, no tendrás energía”, “Si no comes, no crecerás jamás”. Peculiar forma de hacerle entender a un pequeño la importancia de la cantidad y variedad de comida que ingerimos, pero desde luego una de las ideas que daría comienzo a la utilización de este aspecto (junto con la ayuda de otros) en el mundo de los videojuegos. Pero para no adelantarnos, que para sumergirnos en los inicios de la virtualidad culinaria, tenemos que retroceder varios años en el tiempo.
En un inicio, los videojuegos eran concebidos con ideas prefijadas bastante repetidas entre sí: desde el clásico Pong a las copias indiscriminadas de Space Invaders, todas las mecánicas de juego se centraban no tanto en ofrecer realismo de situaciones, sino en presentar al gran público una novedad lúdica impresionante. Producto de ello, y del escaso desarrollo de consolas y periféricos, la comida como la conocemos en la realidad no estaba presente en la virtualidad que nos ofrecían estos títulos. Posiblemente el inicio de la incursión de la comida en los videojuegos le corresponda a Pac-Man. Bien es conocida la leyenda urbana (o verdad absoluta) que atribuye a una pizza sin una porción el ser musa inspiradora para el diseño del protagonista,. Menuda manera de concebir un personaje tan emblemático como el que nos compete, pero ya en este hecho comenzamos a ver la incursión de los alimentos en el mundillo. Además, podemos reseñar la mecánica de juego, ya que en esencia hay que “comer” los puntos amarillos: gracias a su diseño, en cierta manera se emulaba el acto de tener una boca con que ingerirlos. Además, nos encontrábamos con algunos premios en los niveles, en forma de frutas, que nos proporcionaban puntos extra a la cuenta. Cabe destacar este hecho, ya que los objetos de los que Pac-Man se alimenta no cumplen función nutritiva o curativa alguna: simplemente están ahí para proporcionar más puntuación a quien los “coma”.
Claro que no solamente ésta era la función de la comida en los videojuegos, ya que hay títulos como Burguertime (1982, Atari 260; en el caso de la imagen, remasterizado para NES) que hacen de este aspecto su modo de juego. Se trataba de un plataformas en el que el objetivo era, literalmente, armar una serie de hamburguesas. Si, así como lo leéis: poner todos los ingredientes (carne, tomate, lechuga y huevo) entre pan y pan, para pasar la pantalla. Para ello, nos valíamos de nuestro chef, que debía buscar por la pantalla las “partes” del sándwich. Una vez sobre ellas, estas partes descendían hacia niveles inferiores (debíamos usar escaleras para alcanzarlas) empujando hacia abajo a los ingredientes que se hallaban en la plataforma inferior. La hamburguesa, gracias a esta mecánica, quedaba armada en la parte inferior de la pantalla. Mención especial para nuestra “arma secreta”, con la que vencíamos a nuestros enemigos: unas dosis contadas de pimienta. Y qué decir del catálogo de villanos: Mr. Hot Dog, Mr. Pickle y Mr. Egg. Con esto, comprobamos la importancia de la comida dentro del mundo de los videojuegos, aunque estemos hablando de la década de los 80: aquí, es parte propia de la mecánica de juego.
Los constantes avances en el mundo de las consolas, y sobre todo en el campo de las recreativas, llevaron a la creación de un género entrañable como pocos: el beat´em up. Inicialmente, los videojuegos no medían de ninguna manera la cantidad de “vida” que un personaje poseía o el nivel de daño del objeto con que estábamos jugando: moríamos con facilidad extrema. Al introducir el concepto de “vida” y de desgaste de la misma, hacía falta introducir también algún concepto que sirviera para regenerarla. Muchas veces se recurrió a determinados elementos que, una vez pasábamos sobre ellos, nos curaban cualquier daño acaecido. Algo reseñable en este caso se hallaba en The Legend of Zelda, y sus clásicos corazones como indicador de nivel de daño.
En el caso de las recreativas, comenzaban a demostrar tecnología gráfica suficientemente potente para representar con más “realismo” las situaciones que en ellos se veían. Producto de ello se comenzó a experimentar de forma diferente la idea de “regeneración de vida”, para lo cual se recurrió a la comida, como no podía ser de otra forma. En muchos juegos de época, tales como Double Dragón, Cadillacs & Dinosaurs, Final Fight o Streets of Rage, por nombrar algunos, podíamos encontrar regenerativos en forma de alimentos: sándwiches, fruta, filetes, ensaladas, entre otros. Aumentaban mucho la sensación de realismo, más allá de que la forma de conseguirlos siempre fuese irreal: se encontraba en contenedores, mesas, etc. Una de las peculiaridades que arrojó esta nueva forma de incluir a la comida en los videojuegos es la universalidad de aceptación que supone la utilización del pollo asado: en casi todos los juegos beat´em up tal alimento nos regenerará la totalidad de la barra de vida, algo muy preciado, máxime si se tiene en cuenta la cantidad apoteósica de enemigos. Por otro lado, el filete de carne también goza de una popularidad bastante alta a la hora del consumo virtual. Comenzábamos entonces a percibir las primeras muestras de utilización de comida de manera «seria» en el mundillo de los videojuegos.
Pero no todo son comestibles sólidos en este mundo, ya que también las bebidas hacían su aparición especial. Claro que la idea de “beber” en un videojuego data de mucho antes de la utilización de recreativas como las anteriormente nombradas. Ya en juegos como Dungeons of Daggorath (1982) hacíamos utilización de todo un clásico de los RPG: las pociones curativas. Claro que en ese entonces, los objetos consumibles no eran visibles en pantalla, pero de todas maneras es el primer acercamiento del consumo de bebidas a la experiencia virtual. Dichos recipientes alquímicos aún a día de hoy gozan de una gran popularidad, aunque no se hayan realizado esfuerzos serios en representar gráficamente la acción de beberlos. Aún así, a nadie se le ocurre otra forma de tomarse una poción, ¿no? Con el tiempo, el consumo de bebidas en videojuegos gozó de ciertas ideas sobre el desarrollo de títulos, donde fuera el tema central, en estos casos centrados en marcas de bebidas famosas como la cerveza Budweiser (en el que debíamos servir cervezas para los clientes), las gaseosas Pepsi y 7Up, entre otros. Aunque aquí, no hay mucho que reseñar: se trata de una burda manera de publicitar productos.
Volviendo al tema de los alimentos sólidos, es esencial en este punto diferenciar entre la curiosidad que queremos reseñar (comida virtual) y los power-ups de toda la vida, aunque en ciertos momentos estos se entrecrucen en el desarrollo de algún juego. Nótese el caso de Super Mario Bros., de la consola NES, en el cual disponemos para deleite del paladar unas singulares setas u hongos, que no tienen otra función que la de proporcionar características especiales al personaje. Más allá de esta utilidad (que es repetida hasta la saciedad en otros títulos), nos referimos a estos hongos como alimentos, y en el juego queda implícito el acto de comerlos; aunque no se nos muestre de manera explícita, no se puede reseñar otra forma de incorporar semejante objeto en el organismo.
Pero no siempre gozaremos del festín habitual en este mundillo, a veces ingrato. ¿Recuerdan lo qué se consumía en la saga Resident Evil? Nos referimos a las siempre útiles “hierbas medicinales”, de gusto desconocido pero de uso muy difundido. Claro que el jugador inteligente las usará combinadas, aplicándolas en forma de aerosoles, ya que de esta manera proporcionan más beneficios. Aún así, es difícil imaginarnos el desagradable sabor de estas hierbas: siempre a la intemperie, rodeadas de zombis, de aspecto poco tentador…. Menos mal que sirven para regenerar la vida del personaje, pues de lo contrario dudaríamos bastante en incluirlas en un buen banquete virtual. Otra experiencia un tanto asquerosa nos la dejó el juego Shadow of the Colossus, de PS2. Para lograr mayor grado de resistencia corporal, debíamos hallar y dar caza a unas lagartijas especiales, que nos comeríamos de un bocado, tal vez para no sentir el gusto amargo de las entrañas del reptil, o para sentir lo menos posible el coletear del animal en la garganta. Poco agradable, en efecto.
Con el tiempo la industria videojueguil nos ha demostrado que no necesariamente un alimento regenerativo debe tener una forma sugestiva o relacionada con alimentos reales. Tal es el caso de las Rations, elementos consumibles en el mundo de Metal Gear Solid, de las cuales no tenemos ni la más remota idea de qué puede contener el interior del recipiente. Desde el comienzo de la saga, solo se nos proporciona una vaga vista del contenedor del alimento (generalmente octogonal), que supuestamente contiene comida sólida, ya que la palabra “raciones” no así parece indicarlo.
Con esto queda en claro un aspecto primordial en cuanto a la comida en los videojuegos actuales: no debe ser vistosa ni aparentar nada, como sí sucedía con los pollos asados de antaño, ya que el jugador está acostumbrado a su función dentro del mundo virtual: curar, y no para disfrute del paladar.
Fue la misma saga la que proporcionó una de las experiencias que más se acercan a comer en la realidad. Se trata del juego Metal Gear Solid 3: Snake Eater, que nos daba la oportunidad de cazar y consumir cuanto bicho salvaje se nos cruce en la misión. Más allá de la extraña experiencia de “comernos” una serpiente o ¡un cocodrilo!, lo que realmente acerca al jugador a la sensación de “comer” es que, entre otras cosas, podíamos intoxicarnos con lo que consumíamos.
La comida en el mundo de los videojuegos no siempre se usará con fines regenerativos, aunque es su uso más difundido. La utilización de ciertos alimentos puede ser un perfecto indicador de particularidad social. Fíjese en el caso de la saga GTA: desarrolladas íntegramente en escenarios que emulan el país del norte (nos referimos a EE UU), se hace necesario ambientarlas de la mejor manera posible. Qué mejor indicador de costumbre que un par de locales de comida rápida: pizza, perros calientes, hamburguesas y otra cantidad de grasas trans se nos hacen presentes en el mundo virtual. Más allá de que esta vez la comida también sirve para regenerar vida, podía además hacernos subir unos kilitos, o indicarnos una de las tantas costumbres de los ciudadanos norteamericanos en cuanto a alimentación se refiere.
Si de comida chatarra hablamos, siempre se halla íntimamente ligada al ocio electrónico. Es el caso de las Tortugas Ninja, héroes por excelencia de la televisión y los videojuegos, cuya afición a la pizza es bien conocida. Tanto es así que en el primer juego de los mutantes (nos referimos al primero de NES), la forma de regenerar vida es “comernos” una de las porciones de piza distribuidas en el escenario. Más bien, pararnos sobre uno de los cuadrados con una porción impresa. No obstante, la sensación de estar engullendo una buena porción de pizza mozarela no la quita nadie.
No todo en la vida es consumo propio, y la comida no es la excepción. En el juego City Ville, popular entre los navegadores y las redes sociales, debemos plantar nuestras propias hortalizas y algún que otro cereal, para luego utilizarlos. Tenemos una extensa variedad de ellas: coles, zanahorias, zapallos, trigo, entre otros. Cabe la curiosidad, pues en este juego el personaje no los asimila por la boca (ni siquiera hay un personaje implícito) sino que sirven como “mercancía” que luego han de usar los negocios de la ciudad, aunque tengamos solo peluquerías y cines (no se me ocurre cómo popularizar el zapallo en estos negocios). Otra particularidad, es el uso de la comida como “coleccionable”, elementos que, una vez consigamos todos, destraban una serie de beneficios para el usuario. En la realidad, a nadie se le ocurriría coleccionar chocolates o golosinas, pero bueno, estamos hablando de la realidad virtual, donde todo es posible. Una formula muy similar se pudo ver con anterioridad en la saga Harvest Moon.
Y ya que hablamos de golosinas, ¿recuerdan la serie de juegos Pókemon? Quien no la conozca, que se ponga al tanto, ya que lleva varios años entre nosotros y no pasando precisamente desapercibida. En algunas entregas de la saga podíamos obtener cierta cantidad de golosinas especiales hechas para nuestros bichos de bolsillo, con las cuales les otorgábamos características especiales a la hora de la competición. Claro que se trataban de caramelos de lo más raros, ya que un indicador nos avisaba de qué tipo se trataba, llegando a encontrarnos con caramelos “picantes”. No quiero imaginarme el sabor que eso debía tener.
Una de las experiencias más singulares, en cuanto a comida virtual se refiere, nos la proporciona Odin Sphere, para PS2. En este juego, tenemos la oportunidad de concurrir a un restaurante, regenteado por Koopas, en los cuales podremos “comer” lo que nos dé la gana. Mejor dicho, lo que nos dé el bolsillo, ya que tendremos que pagar el plato
Mejor dicho, lo que nos dé la cantidad de ingredientes que poseamos, ya que en este peculiar resto, somos nosotros los encargados de conseguir tanto ingredientes como recetas: los Koopas solo nos proporcionan la cocción. Tema aparte, la comida en este juego es doblemente importante: de la misma manera en que nos cura, también proporciona experiencia para el desarrollo del personaje. Tenemos una gran cantidad de alimentos que deben ser engullidos (con el acto de comer bien graficado), entre otros: pan, uvas, manzanas, pimientos, mandrágoras varias y otras rarezas.
La comida está presente en todos los momentos de nuestra vida, y los videojuegos no son la excepción. Numerosos son los juegos que nos proporcionan “comida virtual”, tratando de emular el ritual diario de consumo de alimentos al que nos vemos atados los mortales. El lector, recordando un poco, puede contarnos aquellos videojuegos en los que haga especial aparición la comida como protagonista secundario. Las curiosidades que pueden desprenderse, no tienen precio.
Tanto hablar de comida me ha dado una tremenda hambre. ¿Y a ustedes?
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