Juegos multijugador para quedarte sin amigos
Hay psicólogos que aseguran que los videojuegos nos convierten en autómatas antisociales, vampiros, freaks y demás seres repudiados por el grueso del mundo “normal”. Sin embargo, de un tiempo a ahora, cada vez se hace más habitual encontrar juegos con su componente multijugador, ya sea cooperativo o competitivo. Yo personalmente, pese a que no le hago ascos a un buen coop, me inclino sin ninguna duda hacia la competición. Pero, antiguo que es uno, no hablo de estas partidas online tan de moda últimamente, no. Yo prefiero el desafío presencial, la guerra psicológica, el pique verbal y en ocasiones físico, y la humillación y risotada en la cara del perdedor. Soy así de competitivo, me gusta mucho jugar contra otra persona, y soy incapaz de dejar que me ganen. Quiero ganar a todo. Y eso es un problema serio para alguien tan torpe como un servidor (en según qué juegos). Es por ello que hoy echo la vista atrás para recordar mi particular TOP 5 de juegos que han provocado en mí las mayores iras en partidas multi.
Mario Kart 64
Amigos y amigas, yo fui uno de los muchísimos poseedores de una Super Nintendo (que aún poseo y engancho de vez en cuando) y entre los varios cartuchos que poseía, se encontraba el excelso Super Mario Kart, juegazo donde los haya, y que producía enormes piques entre mis amiguetes que venían todos los domingos a casa a viciarse. Lo cierto es que tengo muchas muchas horas de vuelo al Super Mario Kart, y me conocía los circuitos como la palma de mi mano. Es más, nadie de los que venía a desafiarme conseguía vencerme. Era el puto rey. Hasta que llegaron los tiempos oscuros. Los tiempos de 64 bits. No porque Mario Kart 64 fuera un mal juego. No, era por ese maldito nuevo ítem. Ese instrumento del averno. Os hablo del maldito caparazón azul.
Y es que todos los que, como yo, hayan sufrido este malvado añadido, me comprenderán. Tras aprenderte de memoria el circuito en cuestión, practicar los derrapes, y calculando la trazada en cada maldita curva, esta herramienta del diablo echaba a perder toda tu ventaja. Si ibas primero, solo te quedaba rezar para pillar un turbo que te salvase del temido golpe.
International SuperStar Soccer
También en mi amada Super Nintendo, este cartucho que durante mucho tiempo fue el amo de las partidas en el salón de mi casa. En su momento, era lo más en “simuladores” del deporte rey, con esos graficazos, y esa jugabilidad a prueba de bombas. Pero tenía una pega. Una única pega que hizo que en mas de una ocasión el pad de la Super terminase volando por los aires y el amiguete de turno y yo agarrados por los cuellos y no precisamente para darnos calor. El tiempo de descuento (Injury time, que rezaba en el propio juego) era largo. Muy largo. Estúpidamente largo. La mayoría de las ocasiones, más largo que el propio partido.
Os juro que no miento cuando os digo que perfectamente podíamos llegar al final del tiempo reglamentario con una victoria por 4 a 3 a mi favor, y terminar el injury time con una amarga derrota, 10 a 12. Supongo que sería un bug corregido en la versión DeLuxe, que por cierto, nunca tuve.
Battletoads
Madre mía, qué juego, qué graficazos, qué divertido. Esto es lo que pasaba por mi inocente mente cuando acababa de vencer al primer Boss de este beat-em-up de la vieja escuela. Una especie de Tortugas Ninja desnaturalizadas, que acababan de sorprenderme saliendo victoriosos frente a un robot asesino, y lo habían hecho tirándole piedras al careto. No se podía ser más chungo, más badass. Entonces pensé que la única forma de mejorar esa agradable sensación de haber acertado con mi compra era llamar a un colega para repartir mamporros en equipo. Y ahí se acabó la diversión. No conseguimos pasar de la segunda fase. El descenso de ese agujero se convierte en un absoluto infierno ya que para vencer a los enemigos con cierta eficiencia hay que impulsarse en la pared, transformándonos en esa bola de demolición que acabará con los pajarracos, los robots y todo lo que se pusiera en su camino. Y en ese camino solía estar el otro jugador, que caía al vacío, perdiendo una de sus preciadas vidas. Juro que nunca pasé de la segunda fase jugando con algún colega. También es cierto que nunca pasé de la tercera ni jugando solo ni con trucos. Inútil que es uno. El resto de la historia os lo podéis imaginar. Insultos, maldiciones, calmantes y en última instancia, romper la hermosa amistad que nos unía hasta el día siguiente, cuando volveríamos a intentarlo por nuestro honorable pacto de hombres.
TEKKEN 3
Ah… Tekken 3, qué gran juego de lucha. Profundo, variado, espectacular, con montones de extras… Una de las grandes joyas de nuestra añorada PSOne. Podría deciros sin exagerar, que pasé horas y horas en el modo de práctica intentando dominar al menos dos o tres personajes, que me permitieran cierta versatilidad a la hora de enfrentarme a futuribles oponentes. Y teniendo en cuenta mi innata torpeza para introducir combinaciones en un pad, unido a ciertos movimientos que, sospecho, fueron diseñados para desencajar las falanges de los más abnegados, os puedo asegurar que necesité muchísimas tardes de práctica. Tras varias semanas de duro entrenamiento, fui a casa de un amiguete que también poseía este juegazo hacía bastante poco tiempo. Previamente me advirtió de su torpeza, con lo que fui bastante confiado, visualizando en mi mente (si, fantaseo mucho) cómo le hacía contras, agarres y movimientos qué le harían morder la lona sin misericordia. Entonces, tras escoger a Law, escucho esa gravísima voz anunciando el nombre de mi contrincante. EDDIE GORDO. Las siguientes dos horas consistieron en una humillación tras otra. Mientras yo intentaba recordar y aplicar todo aquello que había aprendido a base de tiempo y esfuerzo, mi oponente machacaba los botones y observaba divertido como Eddie daba vueltas y hacía el loco mientras vapuleaba a mi personaje y sodomizaba mi dignidad.
Desde esa tarde, todo el que venía a jugar al Tekken 3 a mi casa, se encontraba con una prohibición tácita y categórica. NO VALE ELEGIRSE A EDDIE.
WORMS Armageddon
Posiblemente, el WORMS Armageddon es el juego que ha provocado en mí los mayores ataques de ira. De lejos. Por dos razones principales. La primera, que un niño de 2 años con las manos atadas a la espalda podría disparar el bazooka con más precisión que un servidor. Es duro admitirlo, pero es cierto. Pero la razón de auténtico peso es que mi rival habitual era uno de los integrantes de esa raza de malditos jugadores que han nacido para humillar a los pobres mortales que como yo, pensamos que toda la variedad de armas es poca cuando se trata de dinamitar malditos gusanos. Hablo de los “ropers”. Si amigos, esos jugadores que desprecian el armamento, y que son capaces de hacerte morder la lona usando únicamente la maldita “Ninja rope”.
Eso sí, su condición es que este arma fuera infinita, y su argumento era que “no tiene sentido que una cuerda se gaste”. En cualquier caso, me hervía la sangre al ver como mis lombrices eran empujadas sin piedad al abismo por otra que se balanceaba colgando del techo. Os odio, ropers.
Y hasta aquí amiguetes, mi TOP 5 de ira videojueguil. Hay y seguirán apareciendo juegos multi que me darán ganas de arrancar cabezas a mordiscos, pero ahora que soy mayor, y he madurado, ya no me afecta tanto… y si veo que puedo perder los nervios siempre nos queda el método Winslow:
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