Jill of the Jungle
Hace muchos años, cuando los PCs usaban disquetes, existía un formato de distribución de juegos llamado shareware. Apogee Software, empresa que lanzó títulos tan míticos como los primeros Duke Nukem, Commander Keen o el Wolfenstein 3D, se caracterizó por lanzar demos de sus juegos de notable extensión. Solian tener tantos niveles en su formato shareware que muchos creíamos que eran copias completas.
Conviene recordar que a principios de los 90 los videojuegos solían tener un precio muy elevado. Puede que, en sus primeros años, los juegos de PC tuviesen de media una calidad claramente inferior a los de videconsola, pero a su favor tenían que no hacía falta ser un acuadalado para disfrutar de decenas de juegos, la mayoría completamente gratis. Los disquetes eran fáciles de copiar, de prestar, y en algunos casos las versiones shareware eran suficientes para tenernos enganchados a la pantalla.
Un PC normal de esos años solía ser un 486, clónico, sin tarjeta de sonido y veinte megas de disco duro. Generalmente lo compraba el padre de familia para llevarse algo de trabajo a casa, pero los hijos aprochevaban para usarlo como máquina de juegos. Incluso el padre, comparando lo caro que eran los juegos de videoconsola, no dudaba en traer juegos en disquetes a sus hijos y, al mismo tiempo, los animaba a pasar más tiempo con una máquina más práctica.
Jill of the Jungle es de esos juegos sencillos, con algunos bugs, que jamás hubieses comprado en una tienda (salvo que solo te fijases en la portada) pero con el que muchos pasamos algunas tardes muy divertidas. Algún amigo te dejaba el disquete y, de repente, pasabas de no tener nada que hacer a viciarte un buen número de horas con un nuevo juego. Y gratis.
El juego salió en 1992, el año de la Expo 92 y las olimpiadas de Barcelona. Tim Sweeney fue su diseñador/programador (más adelante veremos cómo acabó) e intentó, quizás de un modo un poco tosco, trasladar los plataformas de las videoconsolas al mundo PC. La protagonista es Jill de la jungla, una amazona de traje verde y pelo rubio, capaz de transformarse en diferentes bestias y saltar tan alto como Super Mario. Aunque las animaciones de Jill estaban bien realizadas, el resto de apartado técnico era muy simple. A su favor hay que decir que los PC de aquellos años eran muy poco potentes, y en muchos casos ni siquiere tenían tarjeta de vídeo con más de 16 colores en pantalla. Jill of the Jungle funcionaba perfectamente en todo tipo de ordenadores.
La versión shareware incluía el primer episodio al completo y tenía la posibilidad de guardar nuestro progreso, algo poco habitual en los videojuegos de consolas. Podías echar una pequeña partida al acabar los deberes, y continuar al día siguiente por donde lo dejaste. Esto permitía una experiencia de juego mucho más relajada y serena. Apogee puso de moda poder guardar partida cuando qusiéramos, algo inconcebible en los juegos clásicos, pero que acabó teniendo adeptos y convirtió al PC en la máquina preferida de juegos para muchos jóvenes.
Jill of the Jungle no es un gran juego, pero algo tendría cuando, a día de hoy, se siguen vendiendo copias en formato físico desde internet. Una mezcla de nostalgia y sencillez hacen que, cuando lo vuelves a probar, sientas una agradable sensación recordando aquellas tardes en las que un solo juego tenía mucho valor. Más no siempre es mejor.
Tim Sweeney, su creador, acabaría colaborando en el editor de niveles del primer Duke Nukem 3D, y fundando Epic Games trabajando activamente en el primer Unreal Engine. El talento se hace cada día, no se nace con él.
P.D: El motor de Jill fue licenciado a otra compañía para hacer un videojuego bíbilico llamado Onesimus: A Quest for Freedom, centrado en la historia de Onésimo, que se convirtió al cristianismo por San Pablo.
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