Internet y su incidencia en la memoria biológica
No hablo de ninguna novedad si digo que Internet ha cambiado en gran forma la vida de millones de personas. Lo que antes suponía una larga tarea y continuación de actividades que la misma persona debía realizar, ahora está al alcance de un clic. Todo, desde la compra de un billete de avión hasta la consulta de diversos temas de interés, pasa por la red de redes en la actualidad. Supone una gran serie de bondades para el usuario, producto de lo cual, no conocer su uso supone estar “desconectado” con el resto del mundo. Generalmente se supone que Internet solamente proporciona características favorables y facilidades varias a quienes estén dispuestos a integrarlo en la vida diaria, pero pocas son las veces en donde se le intenta encontrar defectos a este fenómeno; muchas menos, las críticas que se fundamentan de alguna manera. En la publicación número 1806, correspondiente a la primera semana de agosto de 2011, de la revista Noticias de la semana (publicación argentina), tuve la oportunidad de leer un informe bien fundamentado sobre uno de los riesgos que puede suponer la incorporación de Internet en la vida diaria de las personas: sin caer en la paranoia, y fundamentado sobre un estudio científico, este artículo me ha despertado deseos de compartir con ustedes, tanto información como reflexiones personales, sobre un tema que debería hacernos pensar a todos: ¿Qué incidencia tiene Internet en las funciones cerebrales, mas precisamente, en la memoria?
Según un estudio llevado a cabo por la Universidad de Columbia, Estados Unidos, que corre bajo la responsabilidad de la neuróloga Betsy Sparrow, hay problemas serios en el uso de Internet para ciertas actividades. El estudio se centra más que nada en el fenómeno que supone la utilización de los buscadores de internet actuales, tales como Google, por poner un ejemplo. Sin profundizar demasiado en las virtudes que pueden otorgarnos estas herramientas, la neuróloga esgrime una teoría un tanto paranoica a la hora de la lectura, pero que luego de pensarlo durante un momento, tiene su fundamento en la realidad: las personas hemos desarrollado un estado de simbiosis con estas herramientas de Internet, de la misma manera que las hemos desarrollado, por ejemplo, con la familia. Si bien el ejemplo es un tanto difícil de aceptar, lo cierto es que cada vez más las personas dependen de los buscadores de información y las herramientas que la red nos proporciona. Antes de masificar el fenómeno de Internet, las personas satisfacían la búsqueda de información mediante el uso de libros o la adquisición del conocimiento mediante la transmisión oral. Como estos procesos se han visto facilitados en gran medida por la consulta fácil y constante que puede realizarse en la web, nuestras mentes han adquirido una manera distinta de accionar a la incorporación de información. Para explicarlo mejor, la neuróloga realizó una sencilla experiencia, que arrojó resultados reveladores.
Se realizó con alumnos de universidades como Harvard, Columbia y Wisconsin-Madison. Consistía en hacerles prestar atención a una serie de datos triviales, de esos que podemos encontrarnos en cualquier revista de interés general. Pero antes de realizar esta actividad, se les advertía sobre la posibilidad de volver a escuchar o encontrar la misma información: a algunos se les decía que se iban a borrar los datos de la base, a algunos se les proporcionaba un archivo de fácil acceso a la misma información, a otros se les comunicaba que el acceso a dicha información sería complicado una vez que la hubieran escuchado, entre otras posibilidades. Después se pedía a los voluntarios que trataran de memorizar la información que se les iba a dar. El estudio arrojó que aquellos alumnos que fueron informados sobre la posterior eliminación de datos, una vez realizada la experiencia, memorizaron más y mejor los datos proporcionados, que aquellos voluntarios a los que se les informó que luego podrían volver a tener acceso a dicha información.
¿Cuál es la conclusión final de este estudio? Según los resultados arrojados, cuando una persona sabe que volverá a tener un fácil acceso a la misma información que está incorporando, tiende a no memorizarla de manera completa y correcta. Este es el estamento en el que se apoya la mayor parte de la teoría de Sparrow: no hay importancia en memorizar o incorporar nuevos datos a nuestro cerebro, si luego sabemos que podremos volver a acceder a la misma información, de una manera fácil y rápida. Es decir, que las personas, a sabiendas de que la información puede ser accedida posteriormente con facilidad, tienden mucho más a recordar el mecanismo de búsqueda de la información que la información en sí misma. Esta es una de las razones por las cuales las personas sienten cada vez menos interés por la consulta de textos escritos u otros métodos de información: la computadora suple en gran medida el proceso de búsqueda-lectura, y otros, que han llegado a considerarse engorrosos en comparación con la búsqueda de Internet. En definitiva, el impulso por la búsqueda de información por medio de los buscadores web es tan sano como la búsqueda de información por otros medios. Pero en la función cognitiva del cerebro, las personas de hoy en día planifican la búsqueda de información, pero el resultado final es una simple consulta, y no la incorporación de la información consultada.
Según Facundo Manes, titular del Instituto de Neurociencias de la Fundación Favaloro, este tema no es tan malo como pretende el estudio de la doctora Sparrow. Si bien el último punto expuesto es grave en cierta manera, no se hace mención alguna sobre otros usos que se le da a la búsqueda de información por medio de Internet. En alguna medida, según expone, todos hemos usado Google para acceder nuevamente a información ya incorporada al cerebro, pero que de alguna manera necesita de la corrección de errores adquiridos en la tarea de incorporación de datos.
Es decir, podemos conocer mucho sobre un tema determinado, como por ejemplo los vehículos antiguos, pero podemos utilizar esta herramienta para corroborar la veracidad de los recuerdos que poseemos sobre el tema, y corregirlos en caso de que sea necesario. De la misma manera, la consulta de información por un medio más fácil, como el que nos proporciona el ordenador, ahorra espacio en nuestra memoria. No por ello debe suponerse que todos son halagos al uso de los buscadores web: la memoria externa, en este caso Internet, y la memoria biológica de las personas, para nada son la misma cosa. La cohesión de todos los recuerdos que forman la memoria de una persona, así como las asociaciones que pueden darse entre los recuerdos estables y los conocimientos adquiridos, son fundamentales para entender este fenómeno que acabamos de explicar. En definitiva, para Manes, el uso de las herramientas web es un excelente complemento del uso que las personas le dan a la memoria: no se trata de suplir la memoria biológica por la memoria externa o la que nos da la red, sino más bien que se complementen.
El estudio de la doctora Sparrow ha proporcionado el marco ideal para discutir otros defectos que pueden hallarse en el uso constante de Internet como fuente de información. Según el escritor y especialista en literatura americana, Nicholas Carr, la red mundial de Internet está “idiotizando a las personas”. Ha publicado un libro al respecto, titulado “Superficiales: ¿qué está haciendo internet con nuestras mentes?», donde postula la mayoría de las ideas que la doctora Sparrow formula sobre el efecto de internet en la función cognitiva del cerebro. Estas ideas, entre otras personas, han sido defendidas por importantes personalidades del medio escrito, como el premio nobel Mario Vargas Llosa. Según lo expuesto por Carr, el uso constante de Internet hace que los lectores disminuyan su capacidad de concentración y contemplación, haciendo que la lectura de un medio escrito como un libro resulte un verdadero sacrificio. Así mismo, asegura que la pérdida de capacidad para la incorporación de información degrada las funciones cognitivas de las personas. Ahora, Internet puede suplantar otros métodos de memoria externa, lo cual, en palabras de Carr, puede resultar peligroso.
Para entender mejor el proceso de formación de una memoria, podemos explicarlo en simples pasos: para formar un recuerdo, el cerebro convierte una memoria temporal en una memoria a largo plazo. Todo esto tiene lugar en la sinapsis de las neuronas cerebrales, las cuales se encargan de esta importante función del cerebro. Mientras más estable sea esta conexión, mejor será el resultado a la hora de memorizar o incorporar información. Pero esto no quiere decir que el cerebro posea el método definitivo de memorización, ya que ante un estímulo correspondiente con el recuerdo en cuestión, este proceso puede reactivarse, en un proceso llamado “reconsolidación de la memoria”.
Es este apartado en el que se apoya Manes, para explicar que, si bien no es lo mismo la memoria de las personas que la memoria virtual externa, el proceso de incorporación de datos del cerebro no es totalmente efectivo, por lo cual nosotros debemos recurrir constantemente a la consulta de información para consolidar la memoria de un dato. Este apartado, en cierta manera, desdramatiza la postura de Carr y Sparrow, en la cual el cerebro simplemente no incorpora la información consultada, ya que no es necesario, o por lo menos, tiene un proceso mucho más complejo que el que nos ofrece Internet.
Ante todas estas ideas expuestas, ¿Cuál es la opinión que le merece al lector? En mi caso, me niego a pensar que el uso de Internet para la incorporación de información pueda derivar en un mayor uso de la memoria externa, en detrimento de la memoria biológica que poseo y uso. La manera en la que la doctora Sparrow encara esta hipótesis, si bien se fundamenta con estudios científicos, me parece imparcial y tendiente al resultado manejable y capcioso. Es cierto que Internet, y su uso, han calado hondo en las costumbres que las personas poseían para la incorporación de información, pero no por ello debe suponerse que esta herramienta deba suponer una importancia mayor al uso de la memoria externa. Si bien soy defensor del uso de los medios impresos para la consulta e incorporación de información, no me parece que el uso de Internet suponga una menor capacidad cognitiva cerebral. En todo caso, debemos tomar a esta herramienta digital como lo que es: simplemente, una nueva manera de adquirir información, y no la idea de un “cerebro universal” que puede ser accedido ante cualquier situación, del cual es fundamental estar conectado, y que es prácticamente la idea que se desprende de los estudios científicos actuales. Pero, a pesar de esta opinión, algo de lo que hemos expuesto en el presente artículo es verdad. Sin espiar el resto del artículo, ¿Recuerda usted el nombre de la doctora Sparrow, o el nombre del doctor Manes? Es para pensarlo, ¿no?
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