Heavy Rain, un aguacero inolvidable
Observo la ventana mientras comienzo a escribir este particular análisis, y fuera está lloviendo. No, no es una licencia literaria para que quede bonito, esto es Santiago de Compostela, aquí lo extraño sería más bien la ausencia de lluvia. Pero el caso es que, pese a ver llover día tras día, a percibir el sonido de las gotas que caen como una melodía que ya estuviera dentro de mí, tengo la sensación de que la lluvia se siente diferente recordando Heavy Rain.
Desde el mismo instante en que el lector de nuestra PlayStation 3 se pone a trabajar con el disco de este juego único, nuestra pantalla se llena de lluvia, nuestros altavoces nos dejan escuchar un sonoro aguacero… pero no es necesario que abramos el paraguas, como no lo hará ninguno de los protagonistas del juego por más centímetros cúbicos del líquido elemento que estén cayendo… no abriremos nuestros paraguas, señora y señores, porque lo que vamos es a dejar que las gotas nos empapen, que el chaparrón nos envuelva, que nuestras mentes se sumerjan en una trepidante historia en la que tendremos mucho que decir.
La puerta que se abre ante nosotros nos conduce a un trepidante thriller, pero que se compone de fragmentos muy diversos, destinados a llevarnos a situaciones que van desde la monótona rutina diaria a momentos de acción tremendamente intensos. Puede que mover con relativa torpeza a nuestro personaje mientras prepara parsimoniosamente la comida no parezca un entretenimiento muy alentador, máxime cuando lo más que se nos exige es pulsar unos cuantos botones o realizar sencillos movimientos con el joystick. Sinceramente, en sí mismas, la mayor parte de las escenas de ese tipo que ofrece Heavy Rain serían un absoluto muermo… pero hay algo más grande detrás, hay un hilo conductor que les da sentido, y que si nos dejamos llevar por él hará que no nos aburramos lo más mínimo mientras realizamos aparentemente monótonas sucesiones de botones.
La clave de quen esto sea posible está en el guión del juego, en su emotiva e inquietante historia, en la forma en la que se nos narra y en las posibilidades de elegir nuestro camino que se nos dan en muchos momentos. No serán pocas las escenas que nos dejen pensativos, reflexionando melancólicos mientras nos acompaña una triste melodía, como tampoco las que nos dejen con el pulso acelerado, tras haber tenido una trepidante escena, en la que todo se podía haber terminado por un pequeño error… Esta capacidad de generar sensaciones, favorecida además por un realismo al que únicamente le podemos poner peros por vicio, es la clave que convierte a Heavy Rain en una experiencia única, de esas que se mantienen en nuestra retina después de haber apagado la consola… especialmente si fuera sigue lloviendo intensamente, porque la lluvia parece sonar diferente.
Por supuesto, no se me escapan los vacíos a nivel jugable que posee la partitura de Quantic Dream. Puede que haya muy poco que jugar para tratarse de un videojuego, y que como película su ritmo narrativo tenga muchos altibajos… no se me escapa, pero aún así, siento como si de algún modo videojuegos y cine nunca hubieran estado tan cerca, como si este grupo de franceses hubiera dado con un camino al que muchos se habían acercado, pero que siempre fallaba por una u otra razón. No es perfecto, pero es un verdadero logro.
Un padre de familia con el que se parece cebar el infortunio, un joven y prometedor agente del FBI, un detective privado obsesionado con un misterioso caso y una atractiva mujer de intenciones poco claras componen el elenco de protagonistas del juego de Quantic Dream, e iremos alternando entre ellos para ir descubriendo lo que pasa en relación a un dramático secuestro y una trágica cadena de asesinatos. A estos actores se une la omnipresente lluvia que, además de tener un papel fundamental en la inquietante y sobrecogedora ambientación, participa directamente en la trama como una especie de árbitro que marca el final de una cruel partida a vida o muerte. Desde luego, el título del juego no podía ser más acertado.
Puede que la verdadera esencia de un videojuego sea que nos haga sentir el control sobre lo que pasa, pero quizá la única forma de lograrlo no sea pudiendo definir cada movimiento del personaje en cuyo papel nos metemos, puede que también sea posible lograrlo al conseguir que pensemos que son nuestras decisiones las que marcan el curso de la aventura, de un modo particularmente profundo…
Son numerosas las ocasiones en las que Heavy Rain parece querer jugar con nosotros mientras nosotros jugamos con él. Al final, rejugándolo, uno va comprobando que estabámos más dirigidos de lo que nos parecía estar, de que al final la ardua lucha entre libertad y linealidad se ha decantado por el segundo contendiente en pos de la viabilidad de la experencia, pero eso no resulta tan trascendente cuando la narración consigue que lo olvidemos por completo. El secreto de Heavy Rain no radica en ofrecer infinidad de caminos alternativos, pues no hubiera sido factible, sino en que es capaz de lograr hacerte sentir como si los tuviera, como si cada pequeña decisión tomada o cada botón mal pulsado fuese a cambiar por completo la realidad de los hechos.
Heavy Rain es un juego diferente, con numerosas virtudes y no pocos defectos, pero creo que los segundos, aunque lo ponen a leguas de ser un juego perfecto, son fáciles de perdonar a poco que pongamos de nuestra parte, sobre todo por ser un soplo de aire fresco, por explorar caminos que siempre han estado ahí, pero por los que nadie había pensado en pasar con tanta decisión, tan convecido de lo que hacía. Tal vez en unos años Heavy Rain se vea como un experimento regular que abrió un nuevo camino por el que luego transitaron creaciones muy superiores… pero ahora mismo me da igual, han sido pocas horas, he mirado más que jugado… pero ha valido la pena.
Como decía al principio del análisis, podemos sacar el paraguas, para no dejar que esta lluvia nos empape. Abrir el paraguas sería pararse a pensar en las limitaciones del juego, en su camuflada linealidad, en la lentitud de algunas de sus partes… pero hay veces que no hay mejor manera de sentirse libre que entregándonos a la lluvia, abrir los brazos y mirar hacia el cielo mientras las gotas caen sobre nuestro cuerpo, olvidar por un momento las preocupaciones que nos absorben y disfrutar de la magia de ese regalo del cielo. Creo que este es uno de esos momentos en los que vale la pena intentarlo, dejad a un lado los paraguas, permitid que el agua os envuelva, y no esperéis encontrar aquello que ya podéis encontrar en infinidad de juegos, quizá encontréis algo que llevábais muchos años buscando.
Este análisis va dedicado a mi amigo Velvet Underground, la única persona que conozco a la que la lluvia le gusta más que a mí, y que sé que disfrutó con este juego como no lo había hecho en mucho tiempo. Va por tí, maestro.
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