El palacio de Jabba el Hutt…
Tatooine se torna rojizo como cada tarde, a medida que los dos soles que bullen en el cielo mueren hasta diluirse entre nubes de gas. Los sonidos nocturnos empiezan a brotar de entre cuevas, acantilados y extraños matojos. Una arrogante tormenta de arena explota entre las rocas afiladas como si el ulular del viento que ha generado quisiera gritar un «Aquí mando yo, apartaos» con la rabia de un lobo herido. Los Jawas como sabios conocedores que son del inhóspito entorno en el que moran, observan con sus brillantes ojos al horizonte mientras portan unos cacharros y pedazos de metal provenientes de lo que parece ser una vieja nave estrellada, niegan con la cabeza como renegando del destino y ascienden al interior de las entrañas del Sand Crawler. La noche en Tatooine puede ser muy traicionera.
A su derecha un puñado de granjas blanquecinas enciende las primeras luces de la noche, mientras sellan las puertas a cal y canto. Hora de dormir. Unos kilómetros más hacia el norte, cuatro Tusken Raiders se alejan como si de espectrales sombras en procesión se tratase, montados en sus descomunales Banthas. La caza hoy no ha sido buena, solo portan tres cadáveres mutilados que arrastran entre la arena. Cae la noche y con ella un fino telón gélido como un pezón de hielo…
Siguiendo el vuelo raso de un murciélago de metro y medio de longitud desembocamos a las puertas del palacio de Jabba el Hutt. Lo que antes fue un monasterio de los monjes B’omarr ahora se ha convertido en un antro donde el vicio y el terror fornican noche tras noche…
En la sala del trono, flanqueado por una patrulla de guardianes Gamorreanos, Bib fortuna camina deslizando su túnica azul como la más miserable de las serpientes, relamiéndose con sus ojos rojizos clavados en una esclava Twi´lek que está encadenada junto a un muro semi-derruido. Ella al verle, grita de horror recordando lo que le has pasado a las compañeras que ya han muerto. La música a cargo de la banda de Max Rebo resuena entre las frías piedras del palacio queriendo maquillar la miseria y ruindad que habita en aquel lugar ahogando el grito de la esclava. Una mezcla de funk y rock barato tocado a cargo de una banda de engendros alienígenas.
Bajo una descomunal verja metálica, Rancor duerme sobre un lecho de cráneos y huesos rotos. Algunos de ellos pertenecientes a antiguas esclavas Twi´lek. De entre sus colmillos cuelga una viscosa baba amarilla y sobre ella revolotean cientos de moscas pequeñitas. A él la música parece sumirle en un sueño de algodón de azúcar como una nana hace con un bebé en su cuna.
– Aquí tienes lo que me pediste Jabba – dice una fría voz metalizada en la zona del trono. Es Boba Fett, el mayor cazarrecompensas de la galaxia. El más respetado, el más temido, el más eficaz. Oculto tras un casco y una desgastada armadura permanece entre sombras siempre con su arma en la mano mientras mira al grasiento Hutt. A su lado un enorme bloque de carbonita parece ocultar un terrible secreto en sus entrañas. Su nave El Esclavo 1 aguarda silenciosa en lo alto de una montaña púrpura cerca del palacio, reflejando la luna en su cuerpo de acero.
– ( En idioma Hutt ) : Bien… me gusta tu estilo, cazarrecompensas. Tal y como te pedí me has traído mis juegos de Star Wars favoritos encerrados en un bloque de carbonita. Todos juntos. Juegos por los que mataría media galaxia. Serás recompensando… – responde Jabba mientras un líquido verde fluye de las comisuras de su enorme boca. El grasiento Hutt, amo y señor del crimen, hace un gesto con la mano y al momento Bib Fortuna, su miserable mayordomo, aparece con un enorme saco repleto de oro.
Salacious Crumb, la mascota que está anclada al grasiento cuerpo de Jabba, ríe desagradablemente al contemplar tanto dinero junto. Mon Calamari, otro de los siniestros sicarios del Hutt, se acerca al bloque de carbonita y desactiva una luz roja. A los pocos segundos, lo que parecía un cuadrado de cemento se derrite como un helado en un horno crematorio y deja a la luz un puñado de videojuegos. Jabba ensimismado abre sus enormes ojos mientras se relame con su lengua bobina.
He aquí, los juegos que Boba Fett reunió bajo orden del Hutt a cambio de una suculenta recompensa. Los que probablemente sean los mejores juegos de Star Wars a lo largo de décadas. O algunos de los más recordados:
– Star Wars ( NES ) : Para su época, hablamos ni más ni menos que del año 1991, un pedacito de sueño lúdico que se encajaba en el vientre de la NES y nos teletransportaba a la velocidad de la luz a un mar de pálidas estrellas, de lásers azulados que retumbaban junto al eco, de naves surrealistas y mundos perdidos que ni por asomo aparecían en las guías Campsa del universo en aquellos años. Fue como pasar de caminar a cuatro patas a hacerlo con dos de manera erguida. Pura evolución. El redescubrimiento del fuego. Del fuego que más nos gusta, el que desprende una buena pistola Blaster cuando revientas la cabeza a un engendro repleto de repugnantes tentáculos. No es violencia gratuita, es maravillosa poesía intergaláctica.
Hubo dos versiones de este joya:
Una lanzada a los cuatros vientos nipones en 1988 y concebida por Namco para las Famicoms de turno. Se trataba de una versión un tanto apócrifa en la que manejábamos a un idealista Luke cabezón que tenía que rescatar a viejos conocidos como los droides R2-D2 y C3P0 , al viejo Obi-Wan Kenobi, a doña Evax fina y segura Leia , a Solo o a ese felpudo con patas llamado Chewbacca hasta enfrentarse al inevitable Darth Vader. Esta versión se pasaba por el forro la trama de la película en más de una ocasión, diluyéndola en licencias argumentales un tanto repelentes para los puristas sectarios de la saga. Esos que aún conservan su Halcon Milenario de Kenner en caja o al Luke de Hoth en su impecable blíster.
La otra, la nuestra, la buena, la santa, la pura y casta, la verdadera, fue la PAL y la Americana. Esa que vino a luz en 1991 gracias a JVC y se convertiría ipso facto en el santo sanctórum para los enamorados de ese delicioso film llamado SW: Una nueva Esperanza. Desde la música, que engrandecía aún más el mito John Williams hasta lo escrupuloso que era el juego con el guión original, pasando por el orgásmico gustazo de regodearnos en un landspeeder o pilotar ni más ni menos que el Halcón Milenario, de visitar la cantina de Mos Eisley mientras achicharramos Stormtroopers para finalmente encontrarnos con Han (Dios de dioses) Solo, hasta la posibilidad de controlar al susodicho o a la princesa Leia, y pese a las sonadas ausencias en forma de personajes a los que enfrentarnos como Darth Vader o con los que babear tipo Chewbacca, el juego era lo más parecido a un reluciente lingote de oro que se hubiese visto hasta entonces.
En aquel año, recordemos 1991, se declaró fiesta mayor en medio mundo. Sonaron trompetas y clarines, lluvias de confetis inundaban las calles y las gentes danzaban de alegría por las plazas. Las estrellas brillaron de otra manera, y es que el Star Wars de NES parecía haber descendido de entre la inmensa oscuridad de la galaxia con la noble intención de iluminarnos jugablemente a nosotros, los pobres mortales. Una prehistórica obra maestra.
– Super Empire Strikes Back : Si en el juego de NES hablábamos del redescubrimiento del fuego, este cartucho de Super Nintendo fue lo más parecido al invento de la rueda que se haya conocido. Más que nada por lo redondo que es, amén de su fuerza evolutiva. El binomio Lucas Arts y THQ echó toda la madera al fuego en el año 1993, un bosque entero y media tienda de muebles, para parir un más de lo mismo pero mejor. Muchísimo mejor. Gráficamente resultó ser un portento para la época, subiendo un par de escalones más arriba aún de lo que el excelso Super Star Wars había llegado un año antes. Para sentir vértigo, vamos… delicioso vértigo.
Efectos gráficos de todo tipo, Modo 7 del bueno a la hora de conducir vehículos y naves lo cual a modo de espejismo nos situaba en unas 3 dimensiones artificiales pero que desencajaban mandíbulas en aquellos tiempos, rotaciones, explosiones que llegaban a cubrir media pantalla, músicas celestiales que lamían nuestros oidos y un plantel de personajes que abarcaba desde el obvio Luke (a ratos con sable laser, a ratos con blister, a ratos con doble salto voltereta y olé ) , sin olvidarnos de los más jugosos Han Solo, Chewbacca y Leia (el trío calavera ). Desde el planeta helado de Hoth, hasta el Reactor donde nos esperaba (esta vez sí ) el mismísimo Darth Vader en persona con su fálico laser en ristre para chorrearnos la partida, pasando por Dagobah hogar de Yoda , fases de Snowspeeder o Ciudad Nube y sus anaranjados cielos, todo salpicado por bichos y monstruños de toda clase y calaña y acción de la que más nos gusta. Dispara y no te preguntes a quién…
Sin duda un juegazo que hace honor a la que para muchos es la mejor entrega de la trilogía original. El propio Irvin Kershner se sentiría orgulloso de semejante criatura. Hasta el punto de echar una lagrimita por viejos tiempos que se perdieron en alguna parte de la Calle Melancolía.
– Star Wars Rogue Leader : Cierra los ojos unos instantes. Danza entre sueños y déjate llevar a los años 80. Imagina a esos crios con las naves y maquetas de Kenner, las vintage, moviéndolas con sus manos en el aire. Jugando con la brisa. Disparando con la boca. Bien, ahora vuelve a abrir tus ojos y frótatelos porque tienes ante tus retinas el mejor simulador de Star Wars. Rogue Leader sigue siendo un delirio visual sin precedentes fruto del enfermizo hardcorismo tecnológico de Factor 5. Esta burrada intergaláctica nos llegó en formato PAL en mayo del 2002, siendo junto a Resident Evil Remake una de las mayores muestras de la potencia que esa cajita tan cuca llamada GameCube escondía en sus entrañas. Aún hoy estoy esperando ver algo semejante en la Wii…
Voces en español, naves para dar y tomar desde la mística X-Wing al Halcón Milenario, con miles Tie Fighters flotando entre asteroides, distintas perspectivas (interior, exterior), información por doquier para fans sedientos, el nivel de la batalla de Hoth mostrado de la manera que siempre quisímos jugar, personajes clásicos y misiones frenéticas configuraban el sueño de aquellos niños, me incluyo, que en su día soñaban con pilotar a escala real aquellas naves. Un juego al que habría que darle un 12/10 o algo similar. Pocas veces se ha visto una fusión tan sana entre espectáculo gráfico sin precedentes y jugabilidad perfecta. Uno de esos juegos que hay que tener o medio barrio se mofará de tí…
– Knights of the Old Republic : Si los anteriores juegos de los que hablabamos ensalzaban la jugabilidad más arcaica y el pilotaje perfecto hasta límites insospechados, este RPG que Bioware se sacó de la manga en el año 2003 bajo la atenta mirada de Lucas Arts era un golpe directo al corazón de la saga. A su esencia, a su mística, a ese factor X que cada vez que vemos las películas originales consigue adherirnos a la pantalla una vez más, pese a que nos sepamos cada secuencia de memoria. KOTOR nos regalaba una galaxia entera, nos metía en un cuerpo y nos daba libertad absoluta (tanto moral como de movimientos) para hacer lo que nos diese la real gana.
Desde ser un honrado ciudadano armado, eso sí armado hasta los dientes, a vernos consumidos por el lado oscuro de la fuerza y convertirnos en seres despreciables, todo era posible en este juego. Pero la verdadera carambola de billar, la jugada perfecta, fue el transportarnos al año galáctico 3.956, muuuuucho tiempo antes que los famosos acontecimientos vividos en el primer film de la trilogía original de Lucas. Lo cual nos permitía saborear una gloriosa libertad argumental trufada de multiples giros argumentales y sorpresas por doquier.
Pero como los programadores de Bioware son chicos muy listos, no en vano son los padres de verdaderas obras inmortales como Baldur´s Gate, nos maravillaron con encuentros con las razas y clases más memorables de Star Wars: Jawas, Moradores de las arenas (Tusken Raiders), grasientos Hutts , peligrosísimos cazarrecompensas, Wookies, por no hablar del impecable arsenal de armas y naves (nuestra base principal será un clón del Halcón Milenário) o de ciertos momentos arcade de conducción en forma de pruebas de habilidad, e incluso un juego de cartas llamado Pazaak, que se asemejaba bastante al visto en Final Fantasy VIII…
Lo dicho, Bioware nos suelta en la vía láctea para que flotemos en ella y saboreemos estrellas y planetas de colores. Y cuando un juego te deja crear tu propio sable laser en un taller, usar la fuerza y ser uno más de una asombrosa civilización intergaláctica por la que sientes verdadera pasión, ¿ qué más se le puede pedir ? . Que te traiga las zapatillas de casa cuando te levantes de la cama, nada más.
Mi juego de Star Wars favorito, sin duda.
– Lego Star Wars (La trilogía original): Hablando siempre de la vesión de 360 y PS3, más pulidas en lo visual, se trata en mi opinión claro, de uno de los mejores juegos basados en el imaginario de Lucas. Se trata de un título hecho por fans de Star Wars, para fans de Star Wars. Pieza a pieza va repasando de manera espeluznantemente fiel, cada secuencia, cada momento, cada instante de la trilogía clásica. Y es que si bien hablamos de un juego muy disfrutable tanto por los pequeños salvajes de la casa (los niños) como por morlacos más adultos, presenta el plantel más fiel en cuanto a personajes que se haya visto nunca.
Desde el droide más secundario hasta el alienígena «menos conocido» para los no iniciados, están presentes en cada esquina, como si de pequeñas baldositas que forman un perfecto mosaico se tratara. Y es que sólo con visitar Mos Eisley y su mítica cantina, uno se da cuenta, como cuando te chocas contra una puerta de cristal, que los programadores han buceado con bombona de oxígeno en los archivos de George Lucas durante meses. Que no os engañe el peculiar humor Lego, y eso que tiene unos gags desternillantes, en este juego encontraremos todos los diversos trajes que cada personaje lleva en cada respectivo momento de las películas, las armas más deseadas con las que carbonizar bichos verdes, escenas en las que pilotar nuestras naves más soñadas, y una barbaridad de personajes desbloqueables con los que jugar a modo de jugosísimo extra.
Y es que sin ser un juego difícil, más bien tirando a fácil, aporta suficientes retos y objetos/personajes que encontrar (ese Bob Fett de mi corazón) por doquier que alargan la vida del título como si se hubiera hinchado a Viagras. Tatooine (con sus gloriosos Jawas y moradores de las arenas acechando en las sombras), el citado Mos Eisley, el planeta helado de Hoth, las batallas de la Estrella de La Muerte, las de los descomunales AT-AT , el planeta hogar de Yoda: Dagobah, ciudad Nube, las carreras de motos voladoras en el bosque de Endor, los ñoñísimos Ewoks o mi querido palacio de Jabba (con todo su sequito y con el inmortal Boba Fett como estella invitada), todo está reflejado como si lo mirasemos en el más cristalino de los espejos, con un respeto memorable hacia la saga galáctica. De manera perfecta. Sin duda, con humor o sin el, mi segundo juego favorito de Star Wars y probablemente, el más fiel en cuanto a situaciones y personajes que se haya hecho hasta el día de hoy.
– Buen trabajo… – añade en idioma Hutt, un nauseabundo Jabba, mientras segrega infinidad de asqueroso jugo blanco de entre su boca. – Has recuperado los juegos que tanto ansiaba, cazarrecompensas. Vamos a celebrarlo por todo lo alto esta noche. Mañana partiras junto a la bruma de la mañana a inciertos destinos, pero hoy , en agradecimiento, serás mi invitado. Y créeme, vas a conocer una nueva definición de la palabra placer…
La áspera voz del grasiento Hutt flota entre el humo que parece adherirse a los techos del palacio. Boba Fett asiente con la cabeza, sin decir una sola palabra, frío como el hielo. Salacious Crumb, la cabrona mascota carroñera de Jabba se ríe en una rápida y esquizofrénica carcajada sabiendo lo que está por venir.
– Traédme a la esclava … – ordena el Hutt mientras hace reiterados gestos con una de sus pequeñas manos. Al instante dos guardianes Gamorreanos con su característico aspecto porcino, traen a la desconsolada bailarina de raza Twi´lek ante su presencia, arrojándola al suelo violentamente. La música de la banda de Max Rebo ameniza el horror como si de la más oscura de las operas Wagnerianas se tratara.
– Desnudarla. Despertar a Rancor… y que empiece la fiesta … – la espectral carcajada de Jabba el Hutt se escapa de entre una de las ventanas de palacio. Hasta perderse entre una tormenta de arena escupida por uno de los mayores cracters de Tatooine.
La noche es fría, el aire gélido. El susurro de las pequeñas bestias que permanecen escondidas entre piedras y matorrales, fluye como cada día sin darle importancia a otra espeluznante orgía de sangre en el palacio de Jabba el Hutt. En lo alto, el universo contempla impasible el devenir de unas vidas que no alterarán para nada el perfecto orden de la galaxia. Y es que para él, la vida de una pobre esclava tiene el mismo valor que un puñado de polvo del desierto. O sea todo, y a la vez nada. Una pequeña estrella se apaga en lo alto. Un grito de mujer rompe en añicos la noche.
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