El ‘momento liebre’ – Grandes traumas videojueguiles
Gracias a nuestra afición a los videojuegos, hemos sido agraciados durante nuestras vidas de numerosos momentos irrepetibles, grandes experiencias delante de la pantalla que han conseguido asegurarse un pequeño hueco en nuestra memoria, no obstante, como no todo el campo es orégano, hemos tenido la “suerte” de experimentar grandes traumas. Señoras y señores del jurado, hoy les hablamos del “momento liebre”
Antes de seguir pongámonos en situación, puede que no todos hayamos tenido la experiencia de conducir en plena noche por un carretera comarcal y encontrarnos con una liebre en nuestro camino, pero lo que sucede en esos momentos vitales para nuestro pequeño colega mamífero, es quedarse totalmente inmóvil sin parar de observar esas dos luces que se van haciendo cada vez más grandes, la verdad es que desconozco si en esos instantes está disfrutando viendo la pequeña película de su prolífica vida pasar ante sus ojos, pero lo malo es que si ha tenido la mala suerte de cruzarse en nuestra trayectoria, lo más seguro es que en el cielo de las liebres haya un nuevo inquilino con una pregunta en la cabeza “¿Pero qué…?”. Sin embargo, como nos indicó Darwin (ese magnífico entrenador pokémon primigenio), podemos demostrar los lazos que nos unen con nuestro mundo animal, observando que ese pequeño mecanismo de defensa ha sido heredado también en nuestra especie. Es cierto que ha podido ser de utilidad durante la evolución, pero en el ocio digital, existen pequeños momentos en los que no podemos reaccionar, nos quedamos atónitos a la pantalla y al cabo de unos 15 segundos nos viene a la mente “¿Pero qué…?”. Claro que sí, os hablo de esos momentos de inexperiencia o extremos cambios en la dificultad, que consiguen vapulearnos en décimas de segundo, dejándonos un regusto de inutilidad en el fondo de la boca.
Pasemos a enumerar algunos ejemplos de tristes momentos de mi vida delante de juegos como…
Battletoads
A mi cabeza vienen recuerdos de mi infancia, esos momentos en los recreos, esos partidos de fútbol por la tarde y las partidas a la SuperNintendo junto a mi hermano. Recuerdo aquella tarde en la que nuestro padre nos trajo un juego “de dos ranas dando guantazos”, y la verdad es que disfrutamos bastante con los gráficos desenfadados e intensas batallas… hasta que llegó aquella maldita fase.
Se trataba de una fase de conducción a toda velocidad en la que obstáculos iban surgiendo a unos 20 centímetros de nuestras naves a una velocidad endiablada. Si a este factor le añadimos que cuando se juegan en cooperativo las vidas son compartidas, supuso que el sufrimiento acabo en unos 10 segundos, seguidos de unos 30 mirando en silencio “Game over” y entonces pasó: “¿Pero qué..?” Ese “momento liebre“ acabó con una alegre tarde. He de reconocer que desde aquella tarde la nocilla ya no me sabe igual.
Diablo II:
Mi vida siguió, mis gustos se fueron diversificando y a mis manos llegó uno de los más valorados de mi colección, Diablo II (con expansión) para PC.
Fué amor a primera vista, unos ambientes oscuros, un RPG a la antigua usanza en el que mi druida se iba abriendo paso a paso un camino heroico hasta las puertas del mismo infierno. Pero llegó el momento crucial, me disponía a invocar al mismísimo Diablo en su hogar para derrotarle y… a partir de aquí solo recuerdo fragmentos. Recuerdo mi pecho lleno de orgullo antes de la invocación, había llegado hasta allí derrotando a sus siervos y hermanos, el portal se abrió y por mi mente pasó lo siguiente: «Vade retro maldito Diabl…Poción!!!! Poci…OMFG PORTAL!!! PORT…….«, «¿Pero qué..?» Reconozco que apagué el ordenador, pero para tranquilidad del público, tras días de duro entrenamiento conseguí mi dulce venganza.
Saga Final Fantasy
¿Y cómo no podría pasar a lo largo de Final Fantasy? esta saga en la que cada número nos ha ido obsequiando con irrepetibles momentos como:
- Final Fantasy VII No puedo olvidar batallas contra Arma Rubí (… «¿y mis compañeros? … ¿no funciona Lázaro?«), o la batalla submarina con Arma Esmeralda («… ¿reloj de tiempo?«). Es cierto que más tarde uno le pilla el truco, pero ese primer momento es inexplicable.
- Final Fantasy IX Batalla contra Ozma y como coger miedo a una canica gigante multicolor (“¿Por qué, chocobo? ¿qué te he hecho para que me traigas alapocalípsis?«), reconozco que no la he vencido nunca, asumo todas las culpas.
- Final Fantasy X En dos palabras: Eones oscuros. Nunca antes me he sentido tan estúpido con las últimas armas de los personajes, soy el actual poseedor de un record de velocidad en estrechamiento de esfínter al observar un daño recibido de 99.999 (todavía tengo algunas pesadillas con las Hermanas Magus oscuras).
La verdad es que es una fructífera saga de ejemplos, aunque en mi opinión, no han conseguido continuar retrasmitiendo ese “¿Pero qué…?” en las entregas posteriores.
Metal Gear Solid
Continuamos en mi colección de grandes tesoros, para describir un momento en el juego que sorprendió, más que por su dificultad, por la incoherencia. Recuerdo ese momento en blanco tras mi batalla con Psico Mantis. Si alguien lo ha disfrutado sin leer una guía que lo destripe anteriormente, se trata de una primera batalla sin que puedas vencer, de ninguna manera, no funcionan las armas, no funciona el cuerpo a cuerpo y mueres varias veces dando volteretas por un despacho. Sin embargo, es impagable ese momento, tras el décimo Solid Snake enterrado, en los que una conversación por códec desvela que tienes que cambiar el mando al puerto 2. «¿Pero qué?”
La verdad que el frikismo del genio Kojima se merece un post propio, pero no me puedo olvidar de ese momento en especial.
Monster Hunter
Y poco a poco nos vamos acercando a la actualidad. No hay nada mejor que una tarde disfrutando de la caza en la PSP. Todos los que lo hayáis vivido estarán de acuerdo conmigo, se trata de un juego relativamente simple en concepto, pero que consigue engancharte más de cien horas y convertirte en un curtido cazador capaz de afeitarse con una piedra de afilar.
Porque reconozcamos que ese primer momento en el que divisamos un Rathalos, la experiencia recibida de cazar grandes “velociraptores” no es suficiente y casi antes que te des cuenta de que hay una extraña sombra en el suelo, unos gatitos te estarán llevando a cuestas. Verídico.
Conclusión
El paso del tiempo sigue regalando ejemplos, gracias al amplio mercado que tenemos en la actualidad, cada día surgen nuevos juegos que se definen por su crecimiento exponencial de dificultad y se convierten en los aterradores recuerdos para los comentaristas de videojuegos del futuro, juegos como Demon’s Soulss¡ donde el hecho de pulsar start debería ser un logro o incluso demenciales como “I wanna be the guy” por el que tendrían que repartir doctorados por pasártelos.
La verdad es que han sido cinco buenos ejemplos donde esa extraña sensación nos invade todo nuestro control, pero he de reconocer que, si tenemos la suficiente fuerza de voluntad para seguir intentándolo, detrás de un esfuerzo insufrible seremos recompensado con la victoria, y una victoria tras innumerables caídas es el más dulce de los platos… porque reconozco que todavía se me escapa algún grito de satisfacción al cazar un Rathalos.
Y por fin hemos llegado al final de este ladrillo descriptivo y es el momento de que el público hable, porque seguro que tenéis un “¿Pero qué…?” guardado en vuestra memoria esperando para ser publicado.
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