El de la portada que más me guste
No descubro la pólvora si digo que el impacto de Internet en la vida del aficionado ha sido enorme. Antes, cuando uno era joven, la única forma de conocer los lanzamientos próximos era irte al kiosko y dejarte 395 pesetas en un ejemplar de Hobby Consolas, Super Juegos o similar, y por aquel entonces, para los niños de mi edad, no era poca cosa, más bien era un lujo, un capricho que te dabas cuando tu abuela venía a verte y te daba un billete verde de esos que tan pocas veces habías llegado a tocar.
Ahora no. Ahora la inmensa mayoría de los jugones pueden teclear cualquiera de los miles de portales de videojuegos existentes en la red, y empaparse de información, vídeos, entrevistas, imágenes, etc, sobre el título en cuestión. Y lo que resulta tremendamente útil a la hora de discernir en qué juego dejarte tu dinero, llega en muchos casos a ser contraproducente. El caudal de datos es tan abundante y continuo, que en muchísimas ocasiones llegamos a saber demasiado sobre el juego que buscamos. Compras el título y al jugarlo lo disfrutas, pero te invade una sensación de Déjà vu, de que eso ya lo has visto, aunque no fueras el que estaba a los mandos.
Es por eso que hoy os voy a hablar de algo que quizá los lectores más jóvenes no conozcan, pero que, a los que, con 10 o 12 años, vivimos el principio de aquella década mágica de los 90, la del cambio de silgo y milenio, la de los Juegos Olímipicos de Barcelona, la del fatality de Tassotti a Luis Enrique, la que discutía por Mario y Sonic, aquella que guarda para siempre en su mente a Tia Carrere tocando el bajo con un mini vestido rojo en Wayne’s World, les traerá muchos recuerdos. Vengo a hablaros del método de elección de videojuegos por excelencia a principios de los 90, el llamado “«El de la portada que más me guste»”, y por tanto, de las portadas que nos cautivaron, nos engañaron, o sencillamente, nos hicieron preguntarnos en qué pensaban cuando las diseñaron.
Empezando por la generación de los 8 bits, aquella en la que Mario empezó a ser el fenómeno que es hoy día, el hecho que más me llamaba la atención era que los juegos de la cuadradota gris de Nintendo venían en frágiles cajas de cartón con esa discreta funda de plástico en el interior, frente a los robustos estuches de su competidora. Pero ahí terminaban las ventajas para Sega, porque amigos míos…
No sé a qué genio del marketing se le ocurrió dar ese formato a las carátulas, pero hizo que no entrasen por los ojos. Al margen de la calidad del juego, imaginen a cualquier niño, yendo con su padre a comprar su primera consola, y al preguntar al comercial, ver en una estantería cajas como la de la izquierda. Ilustración a caja completa, y creada específicamente para el juego, con los logos de las compañías y tal, pero toda la superficie rellena. Y luego mira la otra estantería y observa una imagen genérica de Spiderman, sobre un fondo cuadriculado más bien aséptico. Es evidente que siguiendo el método antes mencionado, el pequeñín se irá a por el juego de la NES, y por tanto, con una NES bajo el brazo. Ocurría algo parecido con las portadas de Game Gear, que también poseían ese cuadriculado, aunque en un gris plateado que le daban cierto estilo, pero que seguía sin poder competir con el la ilustración casi a portada completa (recordemos que llevaban una banda gris a un lado donde podíamos leer el nombre de la consola) de la que gozaban los títulos de Game Boy.
Pasando ya a la generación de los 16 bits, la cosa cambió para mejor. Sega seguía ofreciendo sus estuches mientras que la gran N retiró la funda de plástico que protegía los juegos de NES, y seguía endiñándotelos en cajas de cartón que en la mayoría de los casos acababan dobladas, con las esquinas gastadas y finalmente, con la caja desmontada y guardada/tirada a la basura, y tu cartucho desnudo y pillando polvo (del malo), junto a un manual de instrucciones desvalido que acababa por estropearse si no lo guardabas con cierto mimo.
En este caso, la cosa estaba bastante más pareja, pese a que la ilustración en “formato panorámico” siempre ha dado mucho más juego. Pero ello quedaba mas que compensado por la ya mencionada calidad del estuche de Sega. En la siguiente generación, Nintendo y Sega siguieron con la misma política, pero llegó un nuevo competidor dispuesto a hacerse un hueco, y vaya si lo consiguió, pero eso ya, es demasiado moderno para este artículo, quizás en otra ocasión.
Y ahora, llega el momento de lo bueno, de los reyes de verdad, de las obras de arte, que no eran otras que las portadas de muchos de los juegos de PC. Por aquel entonces, el jugón de verdad, el hardcore, que se dice ahora, era el que se viciaba en su ordenador compatible. Y era por eso que se cuidaba al máximo cada detalle de la edición distribuida. Además, el mayor tamaño de las cajas, y la ausencia de imposiciones por parte de los fabricantes (en las consolas, las carátulas han de seguir un formato preestablecido por la compañía) permitían auténticas maravillas, con ilustraciones enormes, manuales de instrucciones largos, muchos de ellos a color, con mil sorpresas, y a fin de cuentas, toda una panoplia de valor añadido que raras veces se encontraba en los juegos de consola. Por ejemplo, recuerdo que Sam & Max traía su libro de instrucciones, su ruedecilla de seguridad (aah, esos métodos anti-copia tan… copiables), algunos panfletos de publicidad y un pequeño cómic de los personajes en el que al final te explicaban como crear tu propio Max recortable, toda una delicia. Pero como ya he dicho, lo realmente grande eran las ilustraciones de las cajas, y su presentación:
Es por ello que un servidor, pese a tener una flamante Super Nintendo, le metió mucho mucho muchísimo vicio a las aventuras gráficas en PC, porque aparte de tener un precio mucho más asequible que los cartuchos del cerebro de la bestia (que eso da para otro artículo, ¿eran de oro o qué?), disfrutaba más abriendo y leyendo y releyendo todo lo que contenía ese packaging que con un Kinder Sorpresa, y eso que no había chocolate. Por no mencionar que el viaje desde la tienda en cuestión hasta mi casa en metro, que no duraba más de 15 minutos, se me hacían eternos, y durante los cuales no paraba de mirar desde todos los ángulos posibles tanto la increíble ilustración de la portada y las capturas de la parte trasera.
Y ahora, para acabar, me gustaría reseñar algunas de las portadas que más han significado en mi infancia videojueguil. No son ni las de los juegos que más me han gustado, ni las que me parecen las mejores, pero si llevan alguna anécdota con ellas:
Teenage Mutant Ninja Turtles IV: Turtles in Time
Posiblemente el cartucho al que más caña le he metido, aún hoy día me echo alguna que otra partida. Pero cuando me lo regalaron por Navidad, la primera impresión fue nefasta. Yo era un fan recalcitrante de las tortugas (de la serie de televisión, más concretamente), pero… ¿Dónde estaban esos personajes redonditos, de un verde vivo, con caras simpáticas? ¿Por qué me los habían cambiado por esos… estos engendros arrugados y con cara de pocos amigos? Claro que mi padre vio mi cara y me hizo el gesto clásico de “A caballo regalado no le mires el diente, y pobre de ti como se lo mires y le des un disgusto a tu tía Amparo”. Por suerte, todo cambió en cuanto introduje el cartucho en mi consola y pasé las 4 horas siguientes sin dar la lata ni un poquito.
Phalanx
Más de una y dos veces fui con mi madre al Fnac en sus primeros años a comprarme un juego de marcianos. Adoraba esos juegos en los que me dejaba pagas enteras en la máquina del bar de abajo, en los que había que tener unos reflejos de acero y disparar a todo lo que se moviera. Y siempre volvía del Fnac con una aventura gráfica de Lucas, y no me extraña, porque cuando preguntaba al vendedor por los matamarcianos, uno de los que me enseñaba era Phalanx. Que ya te puede decir el vendedor que es un juegazo, pero uno ve al viejo de la portada y lo último que piensa es que sea un mata mata de los de toda la vida. Finalmente, me lo prestó un colega, y la verdad es que me gustó mucho, pero si no llega a ser por él, jamas me hubiera planteado siquiera el alquilarlo.
ToonStruck
Esta portada me causaba esa sensación de algo que te da asco, pero extrañamente no puedes dejar de mirarlo. Pasaba por al lado de ella y la miraba, aunque no podía darle la vuelta a la caja y leer de qué trataba, ya que estaba en el expositor de la única tienda donde siempre lo veía. Años después allá por el 2000, lo encontré en un Carrefour, a precio reducido y en una caja que nada tenía que ver con la original. El caso es que lo compré y descubrí una de las mejoras aventuras gráficas que he probado. Una pena que la segunda parte nunca se hiciera debido a las bajas ventas, a las que yo contribuí.
Game Over
Siempre que pasaba por una de las tiendas de cosas de segunda mano, veía este juego, que si no me equivoco, era para el Spectrum. Y siempre quise comprármelo, aunque nunca tuve uno. Qué cosas. Recuerdo quedarme mirando la portada, escudriñando cada uno de los detalles de la misma hasta que mi padre me decía que dejara de mirar eso, que era para mayores. Lo que él no sabía es que yo ya me sabía la portada de pe a pa.
Y bueno, queridos amigos, hasta aquí mi repaso al asunto de las carátulas. Espero que os haya gustado, y que os animéis a dejar vuestras historias con las portadas en los comentarios. Hasta pronto.
Deja tu huella
Crea tu avatar