Dynasty Warriors: Strikeforce
FICHA
- De: Omega Force (desarrolladores de la serie Dynasty Warriors y Bladestorm)
- Nos lo trae: Koch Media
- Género: Hack & slash raruno
- Localización: Textos en castellano, voces en inglés
Repitiendo que es gerundio (o no)
Conste que desde siempre me han gustado los Dynasty Warriors, con sus multitudinarias batallas salpicadas con toquecillos estratégicos. Pero hasta un ciego vería que los distintos juegos de esta serie se repiten cual batido de morcilla, más aún teniendo en cuenta la saturación de espadazos con la que nos han obsequiado los amigos de Omega Force a lo largo de la última década.
Casualmente Dynasty Warriors: Strikeforce es harina de otro costal. El enfoque se ha variado sustancialmente, pasando a un sistema de pequeños escenarios interconectados, más parecidos al cánon “mazmorra” que a otra cosa. Sin embargo el cambio más importante a nivel jugable es la posibilidad de patear los ahora pequeños escenarios junto con tres jugadores más, acabando con cientos de patéticos y repetitivos enemigos. Y una vez saboreado el juego, sólo me queda desear que ojalá ese hubiera sido el único cambio.
Replanteando pero no mejorando
Desde Koei han estirado como un chicle las guerras de chinos con un resultado satisfactorio, al menos en cuando a éxito comercial se refiere. No es esta la excepción, y nada más iniciar el programa podemos elegir entre tres clanes distintos y un buen puñado de guerreros por clan, con el objetivo de acabar con la facción rebelde de los Turbantes Amarillos. Bautizado el personaje ya podemos salir a ver mundo, mediante una interfaz y escenario que recuerdan poderosamente a los de Monster Hunter.
Por desgracia, la descarada apuesta por el apartado multijugador se queda coja desde el comienzo, puesto que no hay opción alguna más allá del cooperativo online. Cada vez más este modo se impone frente el clásico “a dobles” que tradicionalmente nos ha permitido participar en todo tipo de juegos multijugador, cara a cara. No deja de ser paradójico que podamos jugar tranquilamente con nuestros colegas estadounidenses, mientras que es imposible hacerlo con el amigo sentado en nuestro sofá, pero así funciona esto.
Nos olvidamos temporalmente de este agravio, y con una sonrisa optimista comenzamos la primera misión. Matar a un oficial chino enemigo, suena bien. Matamos al chino. Volvemos a la aldea, y buscamos otra misión. Ahora son tres oficiales chinos los que tienen que conocer nuestra espada. Señores, se dice que todos los chinos son iguales, pero esto es demasiado. He matado a más de 300 soldados que nada tienen que ver con los legendarios espartanos. 300 soldados que comparten desde el primer hasta el último píxel, y que mueren al son de un grito desangelado idéntico en todos, como buenos hermanos que parecen. Los oficiales casualmente también son trillizos y comparten la misma estúpida rutina. Fin.
Hago ¡zas! y aparezco a tu lado
Me gustaría contarles otra cosa, pero Dynasty Warriors Strikeforce es una incómoda repetición de lo que acaban de leer. Esta pesadilla jugable se hubiera visto paliada al menos en parte con un sistema de combos sólido, pero se conoce que estos señores no cayeron en la cuenta. Ataque débil, ataque fuerte y dash suponen la totalidad de nuestro repertorio, combinandolo con un desequilibrante componente: ¡el salto! Casi no puedo escribir por las eróticas sensaciones que me producen los combates aéreos, sólo que no es verdad. Si la simplicidad de los anteriores Dynasty Warriors atesoraba cierto salero, no es el caso de Strikeforce.
Esto no hay por donde cogerlo, y punto. Sumándole el nuevo a la vez que clásico modo “furia”, el cual sólo podemos activar tras ciertas muertes y el ataque especial que gasta dicho modo, ya tenemos el repertorio de movimientos en su plenitud. Pese a que me considero lo suficientemente receptivo como para apreciar en su medida al mediocre Ninety Nine Nights, este juego me ha parecido una verdadera parodia jugable con respecto a otros Dynasty Warriors, y a la misma altura del horrible Kingdom Under Fire: Circle of Doom. No en vano las similitudes de estos dos títulos son notables, y más que simples coincidencias en cuanto al desafortunado giro que le imprimieron sus creadores.
El fistro, el diodeno y el malo
El apartado visual se puede calificar como inquietante. Pese a que algunos modelados y efectos lucen rayando el sobresaliente, el aspecto general ofrece un conjunto irregular a la par que extraño. La exagerada repetición de modelos y la extrema rudeza de las animaciones enemigas son los puntos más negativos en un escenario torpemente diseñado y carente de atractivo alguno. En definitiva, no da la talla para los tiempos que corren, y se queda justito pensando en un pasado cercano. La cámara, controlable mediante el stick derecho, tiene alma de enemigo en la medida en que busca ansiosamente el ángulo más puñetero, por razones que aún no alcanzo a dilucidar.
Del sonido vamos a hablar poco, atendiendo que mejor no hablar de algo si no se puede decir nada bueno. Como nota positiva podemos destacar algunas bellas composiciones muy puntuales. Y luego, está lo demás. Canciones fueras de contexto, horrible doblaje que no conoce la emoción en modo alguno, y sonidos normaluchos y repetidos hasta la saciedad. Créanme que la experiencia de matar a cientos de enemigos clónicos con un sólo grito de aséptica agonía pueden empujarnos a apagar la consola por pura desidia, mientras nos preguntamos un por qué que creo que nadie puede responder.
Poco puedo concluir, salvo que si te gusta mucho, realmente mucho, muchísimo, por no decir enfermizamente el rollo de encontrar artefactos, levelear, crearte ítems y pasarte juegos mediocres, pruébalo. Si no, mejor no te castigues a tí mismo, o bien te puedes tragar el maldito Sálvame, que al menos sale gratis.
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