DreamFall, el más corto de los viajes largos
Aún recuerdo aquel 11 de julio de 2006 cuando ilusionado, acudí a la tienda de videojuegos con los 50€ que había ahorrado. Nada más llegar a casa abrí el paquete y metí el juego en el ordenador. Observé la pantalla de instalación mientras los nervios me impedían estar quieto en la silla; estaba a punto de probar la secuela de uno de los mejores juegos de la historia, Dreamfall.
Hacía seis años la compañía Funcom había lanzado una obra maestra almacenada en 4CDs. The Longest Journey no sólo tenía una historia sublime y unos puzles entretenidísimos, además podíamos disfrutar de unos gráficos más que dignos para la época y la banda sonora le hacía un acompañamiento perfecto.
Pero, volviendo a Dremfall, en las imágenes previas a la salida del juego que sus creadores habían ido dosificando, se mostraban unos paisajes de ensueño donde poco se podía intuir. La visión de una pelea en una de esas capturas de pantalla resultaba un tanto inquietante, pero procuré no darle importancia. Finalmente el juego estaba instalado, era hora de probarlo….
El juego comienza bien. Un pequeño prólogo en el que manejamos a Brian Westhouse (“El hombre rodante”) en su viaje hacia Arcadia hace las delicias de los nostálgicos. El escenario no es muy amplio y la complejidad inexistente en este punto, pero sirve para aprender a manejar los controles y también da cierta información sobre el pasado de Westhouse. A pesar de ser un secundario, el hombre rodante nos cautivó con su historia en la primera entrega y, no sólo llegar a ver, sino ser partícipe de un momento tan importante en su vida, es realmente placentero.
Tras este breve tutorial, empieza la verdadera historia, la cual se sitúa diez años después de la aventura de April. Zoë Castillo, quien se encuentra en coma postrada en su lecho, empieza a contarnos su historia a modo de flashback. La historia, como cabía esperar, es de lo más enigmática e intercala a la perfección la ciencia ficción con la fantasía.
Principalmente manejaremos a Zoë, pero en ocasiones tomaremos el papel de la ya conocida April Ryan o de Kian, un apóstol azadí de gran devoción y fe hacia su diosa. La historia tomará giros inesperados, pero muy apropiados al cambiar el control entre los diferentes personajes.
Lamentablemente las alabanzas hacia este juego terminan aquí. La historia podría considerarse digna de una de las mejores películas de Hollywood si no fuera por su ausencia de final. El juego termina en un momento en el que no sabemos qué será de ninguno de los tres personajes, ninguna de las empresas que empezaron ha sido terminada y, en lugar de despejarnos las dudas, nos genera todavía más. Definitivamente, este juego no tiene sentido sin un tercero que lo respalde.
Además, la complejidad de los puzles es digna de niños 3 años y no suele ir más allá de la causa-efecto. Los escenarios no tienen demasiada interactividad y las zonas que podemos usar se resaltan al mirarlas, lo que evita la necesidad de buscar. Tampoco es muy extenso el inventario que poseemo ya que a lo largo de la historia no pasaran más de una veintena de objetos por nuestras manos y en ningún momento acumulamos más de cuatro simultáneamente. Las opciones del inventario son igual de escasas: aparte de ver los objetos sólo podemos usarlos con otro objeto del inventario y, cuando nos encontramos frente al lugar adecuado, usarlos con el entorno.
De los tres personajes principales, podemos decir que la única que está verdaderamente tratada como tal es Zoë. April ha cambiado tanto en estos años que es un personaje completamente distinto, al que no se le reconoce ni en el físico, y podemos intuir una nueva personalidad que no acaba de cuajar. Respecto a Kian tengo que decir que es un personaje interesante y que podría dar mucho juego si se explotase un poco más, pero la brevedad de sus apariciones no nos da tiempo para disfrutarlo. Brian Westhouse, al igual que Cuervo, a pesar de ser secundarios auguran cierta importancia en la historia desde su aparición; importancia que se pierde por el camino hasta caer en el olvido.
Resumiendo, historia inacabada, puzles simples, personajes no explotados… ¿podía ir peor? ¡Puede! Por algún extraño motivo decidieron integrar acción en forma de peleas. Siguiendo lo ya habitual en este juego, la complejidad de éstas es nula y su integración innecesaria. Las peleas constan de tres únicos movimientos: ataque normal, ataque fuerte y defensa. Sinceramente, para hacer las peleas que hicieron, mejor ni hacerlas.
Por último, cabe destacar el precio, donde también podemos encontrar una gran diferencia con su predecesor, nuevamente a peor. Los 44,95€ a los que salió eran excesivos para un juego de su simplicidad y carente de final.
En definitiva, Dreamfall no es una gran aventura gráfica, no tiene grandes retos y parece más una película interactiva que un videojuego. A pesar de todo ello, el juego engancha desde un principio únicamente por su historia, lo que al terminar hace que la decepción sea aún mayor.
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