Catherine: un juego adulto (de verdad)
¿Qué se considera un juego adulto? Normalmente, en la industria de los videojuegos, entendemos por juegos adultos aquellos títulos con un nivel de violencia elevado, un mínimo de contenido sexual, lenguaje potencialmente ofensivo o una temática seria y realista. ¿Es todo esto suficiente para determinar si un juego es adulto? Muy probablemente no. Por poner un ejemplo -a riesgo de recibir muchos palos-, me niego a considerar la saga Call of Duty como juegos adultos, ya que por mucha guerra, muchos tiros y mucho artificio que haya, se trata de juegos que pueden interesar perfectamente a un niño de 12 o 13 años -y de hecho seguro que hay muchísimos niños de esa edad que fulminarían al adulto más viciado-. Hablo de juegos que, por su planteamiento o historia, no interesan demasiado a los jovenzuelos y sí a los más creciditos. Y no hablo, ni muchísimo menos, de erotismo.
Catherine, de Atlus, es un juego profundamente atípico en esta monótona generación de shooters y juegos de fútbol a cual más insulso. Es un juego cuya estética estilo ‘anime para adolescentes’ puede darnos una impresión equivocada de lo que realmente es, y es que no es un juego ni demasiado violento ni tampoco erótico, por mucho que hayan usado la sensualidad de la protagonista a modo de reclamo comercial. En este juego de puzzles, en el que los puzzles llegan a ser incluso lo de menos (al menos la primera vez que lo terminas), se nos cuenta la historia de Vincent, un joven de 32 tacos bastante apalancado, con un currele normalito y una novia estable desde hace unos años. Vincent vive una vida bastante despreocupada, quedando frecuentemente con sus amigos de toda la vida y bebiendo hasta altas horas de la noche en su pub favorito, entre risas y conversaciones de esas tan interesantes que, a veces, sólo se pueden tener con tus amigos. La vida de Vincent sigue su curso sin grandes sobresaltos, hasta que su novia de toda la vida, la guapa y estricta Katherine, le comunica que quiere que formalicen su relación, acabándose para siempre las juergas con sus colegas y su estilo de vida desenfadado. Katherine también le advierte que tendrán que mirar especialmente el tema económico, así que también se ha acabado el ‘despilfarro’ -según la chica- de Vincent en videojuegos, ordenadores, alcohol y sus aficiones en general (es posible que algunos de vosotros, si rozáis la treintena y hace años que tenéis pareja, os sintáis bastante identificados).
Cuando a Vincent se le cae el mundo encima al ver que tendrá que renunciar a su vida para volcarse en Katherine, una noche aparece en el bar que frecuenta Vincent una jovencita, con una cara preciosa y un cuerpo explosivo, que intenta ligar con él de forma simpática. Después de una pocas -o unas muchas- copas, Vincent se despierta en su apartamento… con la guapa chica durmiendo a su lado: ha sido infiel a Katherine. Vincent se siente fatal por lo sucedido, y además, la misteriosa chica dice haberse colado completamente por él, ignorando que se ha liado con un tío comprometido. Nuestro protagonista se encuentra ahora en la dura dicotomía de tener que elegir entre la estabilidad de su estricta y responsable novia Katherine, o vivir la vida al límite sin preocuparse por nada al lado de su nuevo e imprevisible ligue, que curiosidad o destino, se llama también Catherine. Aun así, este no es el peor de los problemas de Vincent, al menos en apariencia, ya que desde hace unos días se escucha por el barrio una truculenta y misteriosa leyenda que cuenta que los novios infieles sufren una serie de pesadillas durante la noche, en las que se ven obligados a trepar sin descanso por unas horrorosas sendas, sorteando toda clase de peligros, y que si no consiguen llegar a la cima o caen al vacío, mueren en la vida real. Nadie sabe si estas habladurías son ciertas o no, pero lo cierto es que en las noticias están mencionando una serie de muertes cuyas víctimas son hombres, rondando la treintena, que mueren mientras duermen. ¿Tiene esto alguna relación con estas tétricas pesadillas? A Vincent se le acumulan los problemas…
El juego se mueve entre realidad y pesadilla (donde estaremos acompañados de unos curiosos carneros humanoides que tienen la misma misión que nosotros) y los personajes también se van entrelazando entre los dos mundos. Entre cada puzzle -algunos de ellos endiabladamente difíciles– presenciaremos escenas ‘anime’ que nos narran la enrevesada y sorprendente historia, llena de giros, ambigüedades, sorpresas… También, entre misión y misión, podremos hablar con la gente del bar, o con otros carneros en las pesadillas, intercambiando opiniones y descubriendo nuevas pistas del inesperado desenlace. Se podría decir que estamos delante de un juego de puzzles/aventura conversacional (no necesariamente en este orden), incluso con ligeros toques RPG. Los puzzles son lo suficientemente complejos y profundos para engancharnos, pero habrá gente para la cual serán puros trámites para seguir descubriendo elementos del interesante argumento, así que podemos decir que los mencionados puzzles estarán en primer o segundo plano dependiendo del jugador. Y como los programadores saben que hay muchos jugones a los cuales sólo les interesa la trama, existe un modo fácil -que aun así es complicado…- en el que nos podremos centrar en el argumento. Gráficamente, el juego es una delicia ‘cel-shading’, intercalando escenas de animación japonesa con otras realizadas por el propio motor del juego que no le andan a la zaga, haciendo un conjunto muy consistente y atractivo. Musicalmente tampoco decepciona, con melodías tétricas, inquietantes, u otras más relajadas, con toques jazzeros.
A mí no me gustan los juegos de puzles, y lo puedo afirmar sin miedo. ¿Cómo entonces me gusta tanto este juego? Porque ofrece algo más. Mucho más, si me lo permitís. Catherine explora la psique del protagonista, con el cual más de uno se sentirá claramente identificado, tomando decisiones que pueden cambiar la historia y poniéndonos a prueba a cada momento -y no hablo de los puzzles, precisamente-, haciendo que para muchos las fases de trepar bloques, aunque divertidas, sean incluso lo menos interesante del conjunto. Nos encontramos con un juego lleno de sutilezas, dobles sentidos y escenas que no pillaremos al principio pero que más adelante cobrarán sentido.
Los jefes finales también tienen mucha tela, ya que reflejarán los miedos y problemas existenciales del protagonista: una tétrica mujer gigante vestida de novía que intenta descuartizarnos, un satánico bebé que nos llama “Daddy” constantemente pero que nos quiere hacer papilla… y basta porque no quiero desvelar más. Es por eso que es un juego para adultos, ya que para disfrutarlo al 100% hay que tener ya una cierta experiencia vital, puesto que de otra manera, sólo veremos la superficie y nos llevaremos una impresión completamente equivocada del contenido. Hace poco leí en un foro la opinión de un joven troll (no le pongo más de 17-18 años, al menos mentales) que decía que este era el típico juego japonés para pajilleros que va del aun más típico tío empanado al que le llueven las tías buenas de la manera más inverosímil. Pues este inepto forero estaba equivocado al 200%, sólo que su escasa experiencia no le permitía ponerse en el lugar del protagonista, algo que muy probablemente sí podrán hacer los jugadores que pasen del cuarto de siglo de edad. Porque a los 25 prácticamente todo el mundo ha tenido una u otra pareja estable (o varias, vete tú a saber) o experiencia similar, y si ya nos vamos a los 30, fijo que muchos se habrán planteado independizarse con esa pareja, sentar la cabeza, dejar la despreocupada vida anterior y un montón de trascendentes decisiones que, al menos yo, con 18 años no comprendía ni me molestaba en comprender.
En definitiva, Catherine es un juego atípico que entusiasmará a muchos y decepcionará a otros tantos, ya que va dirigido a un público muy específico y que es minoría en el mundo de los videojuegos: los adultos que rondan la treintena o la han superado ampliamente. Un juego que será amado y odiado a parte iguales (ya veréis la de palos que me lloverán en los comentarios de aficionados que se han sentido ofendidos por poner en duda su ‘madurez’). Y no me refiero al típico adulto, jugador casual, que juega al Call of Duty, al Battlefield o al Fifa los fines de semana, me refiero al adulto que lleva toda la vida jugando a los videojuegos; un aficionado de verdad. Es por eso que Catherine es un soplo de aire fresco en esta triste y monótona generación, un juego que interesará a la gente que realmente entiende de videojuegos, que ha crecido con los videojuegos. Obviamente esto es sólo una opinión, no es ni mucho menos un análisis (ya sabes lo poco que nos gustan en Pixfans), y este juego no tiene por qué gustarle a todos los aficionados, de hecho le vaticino una ventas bastante flojas. Aun así, es de agradecer que compañías como Atlus se atrevan a traernos propuestas así de arriesgadas. Catherine es un juego que ni mucho menos es perfecto, pero que es tremendamente original y diferente. Alejaos de este juego si buscáis erotismo o violencia, porque quedaréis terriblemente decepcionados y tiraréis 60€ a la basura. Por contra, haceos con él sin dudar los que busquéis una buena historia y un juego muy original, que ofrece una experiencia diferente. Avisados estáis.
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