Allá por el lejano 1985 Shigeru Miyamoto, que ya se había convertido en toda una figura del entretenimiento interactivo gracias al enorme éxito de Mario Bros., continuaba dándole vueltas a la cabeza para seguir innovando en el mundo de los videojuegos. En esta ocasión en una aventura que presentaría un mundo abierto para explorar con una libertad nunca antes vista… el juego se llamaría The Legend of Zelda, y con bocetos como estos se fue forjando su concepción.
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Priviusli, on LOST… digooo en el último artículo conocimos una generación revolucionaria de consolas y su estrepitosa caída, el gran crack del 83. Fue un punto álgido y una caída que aún hoy se siente, posiblemente la primera generación de verdaderas consolas y, para muchos, nuestro primer contacto con los videojuegos domésticos.
Pero nunca llueve eternamente, excepto en Inglaterra y en el sureste asiático. En el mundo de las consolas ocurrió lo que tenía que ocurrir: una recuperación en el otro lado del mundo, en la tierra del sol naciente. La tercera generación, llamada también la generación de los 8 bit, no se fraguó de las cenizas de la anterior, como cabría esperar, sino que supuso algo completamente nuevo, y pronto dio la vuelta al mundo hasta llegar a la anterior cuna del videojuego, EEUU. ¿Qué nos deparó este maravilloso renacimiento?
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Ya hemos visto por aquí bastantes cosas relacionadas con estos juegos piratas para la NES que son bastante fáciles de ver en China, y que suelen basarse en juegos reales que se modifican para que parezca que se trata de juegos nuevos. A veces incluso quedan más o menos bien, pero no es desde luego el caso de Super Mario Sonik 2, una aberración que toma como modelo el juego de Chip y Chop para la NES y le introduce unos sprites de Mario y Sonic que quedan absolutamente lamentables… mirad el video, mirad…
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Este viejo triciclo, que se subastó en Yahoo Japan, es una verdadera reliquia ochentera. Dibujos de Mario por todas partes, desde el sillín hasta la cesta trasera; manillar en forma de Famicom (o algo parecido) y una esfera sobre él con una figura de la mascota de Nintendo. Desde luego, un fan del juego ya no tendría ni donde tunearlo, e incluso permitía que las musiquillas de Mario hiciesen las veces de claxon.
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Para jugar en cualquier parte a juegos de Super Nintendo, Mega Drive y NES bastaría con hacerse con una Dingoo A-320 o cualquiera de esas pequeñas maravillas. Pero claro, no tendría la gracia del «me la he hecho yo», que es la que tiene este mod, que es de todo menos cómodo y estético, pero que no por ello deja de tener un considerable mérito.
Su creador sacó piezas de Una Super Nintendo y una Gen-X (uno de estas versiones clónicas de Mega Drive), y puso una carcasa transparente para que se pudiera apreciar perfectamente todo el trabajo. Aunque mejor se aprecia por detrás, como luego podéis ver, con todos los cartuchos enchufados y casi «las tripas por fuera». Muy portátil no es, pero seguro que en un museo de rarezas quedaba bien…
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En 1986 apareció en los salones recreativos una saga que no ha logrado traspasar las barreras del tiempo y que desgraciadamente ha caído en el olvido. Hablo de Rolling Thunder, juego de Namco que sentó bases en algunos juegos de acción y que gozó de 3 partes, dos de ellas exclusivas en versión doméstica para la Sega Megadrive/Genesis. Vayamos a ello.
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Hace ya bastante tiempo vimos algo parecido, aunque en este caso ha quedado con un aspecto más vistoso y posee algunas funciones extra. Ese cartucho del Super Mario Bros. no solo permite emular juegos de NES, sino también de Game Boy y Game Boy Color, y se puede conectar a un televisor para jugar a pantalla grande. Y para colmo también reproduce MP3.
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Por que el exterior también importa…
No descubro la pólvora si digo que el impacto de Internet en la vida del aficionado ha sido enorme. Antes, cuando uno era joven, la única forma de conocer los lanzamientos próximos era irte al kiosko y dejarte 395 pesetas en un ejemplar de Hobby Consolas, Super Juegos o similar, y por aquel entonces, para los niños de mi edad, no era poca cosa, más bien era un lujo, un capricho que te dabas cuando tu abuela venía a verte y te daba un billete verde de esos que tan pocas veces habías llegado a tocar.
Ahora no. Ahora la inmensa mayoría de los jugones pueden teclear cualquiera de los miles de portales de videojuegos existentes en la red, y empaparse de información, vídeos, entrevistas, imágenes, etc, sobre el título en cuestión. Y lo que resulta tremendamente útil a la hora de discernir en qué juego dejarte tu dinero, llega en muchos casos a ser contraproducente. El caudal de datos es tan abundante y continuo, que en muchísimas ocasiones llegamos a saber demasiado sobre el juego que buscamos. Compras el título y al jugarlo lo disfrutas, pero te invade una sensación de Déjà vu, de que eso ya lo has visto, aunque no fueras el que estaba a los mandos.
Es por eso que hoy os voy a hablar de algo que quizá los lectores más jóvenes no conozcan, pero que, a los que, con 10 o 12 años, vivimos el principio de aquella década mágica de los 90, la del cambio de silgo y milenio, la de los Juegos Olímipicos de Barcelona, la del fatality de Tassotti a Luis Enrique, la que discutía por Mario y Sonic, aquella que guarda para siempre en su mente a Tia Carrere tocando el bajo con un mini vestido rojo en Wayne’s World, les traerá muchos recuerdos. Vengo a hablaros del método de elección de videojuegos por excelencia a principios de los 90, el llamado “«El de la portada que más me guste»”, y por tanto, de las portadas que nos cautivaron, nos engañaron, o sencillamente, nos hicieron preguntarnos en qué pensaban cuando las diseñaron.
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