Mírale. Allí, junto a la ventana. En el asilo de héroes consumidos por la vida. Inmóvil. Sentado en una destartalada silla de ruedas. Con la mirada ausente mientras el frío viento de otoño acaricia su canosa melena. A su derecha en una mesita de madera, una caja de medicamentos y un cenicero repleto de colillas. Un enfermero de bata blanca deja caer unas palabras con voz vacía:
–Hora de la medicación, viejo… – dice, mientras con una mano abre toscamente la boca del anciano y con la otra le introduce en ella 4 pastillas enormes de distintos colores obligándoselas a tragar.
El hombre de la larga melena encanecida, traga y balbucea algo sin sentido. Sus ojos siguen perdidos contemplando un árbol caduco que reposa al otro lado de la ventana. Un árbol desgastado cuyas raíces están completamente cubiertas por un manto de hojas secas. La boca del anciano segrega unos hilillos de baba. El silencio vuelve a ser absoluto.
En el pecho, a un costado de un jersey marrón de lana, lleva cosida una plaquita. En ella hay dos palabras: Solid Snake.