Terror científicamente probado
Hay veces en las que uno no se puede fiar ni de su mejor amigo, aquel con el que se han compartido tantos momentos, secretos, tragos o cosas mucho más íntimas y pecaminosas. Otras vez uno no se puede fiar ni de sí mismo. Me pongo como ejemplo cuando no quiero gastar dinero y por oscuras razones aparezco en la sección de videojuegos de cualquier tienda con un título en la mano. Pero el colmo de la desconfianza viene cuando uno no puede fiarse ni siquiera de su cerebro, esa mole gelatinosa que según el Brain Training puede pesar alrededor de kilo y medio, según lo listo que se sea.
La imagen que abre este post es la clara demostración de que uno no se puede fiar de su cerebro, ese pequeño ordenador portátil que todos llevamos dentro del cráneo. Es lo que se llama una ilusión óptica y viene a demostrar que nuestro pequeño pudin de neuronas no es tan perfecto como dicen, tiene sus fallos como todo. La sensación de ser estafado por el cerebro se acentúa al contemplar la solución o peor aún, una demostración real. A fin de cuentas lo que hace es procesar información para que el cuerpo sepa desenvolverse más o menos bien en el entorno que le rodea. Evidentemente sirve para más cosas pero aquí no estamos para estudiar anatomía, fisiología o cualquier otra -logía.
Que no sea efecto no quiere decir que no sea útil, muchas cosas son imperfectas y las seguimos usando a gusto con algún que otro contratiempo, como por ejemplo los PC’s, con sus reinicios espontáneos o el ratón que no se mueve ni a la de cinco. A nuestro cerebro le pasa lo mismo, a veces nos juega malas pasadas, como cuando uno busca las gafas desesperadamente por cada rincón de la casa hasta que se da cuenta de que las lleva puestas.
Del cerebro sale la genialidad, la inteligencia, el salero, la codicia y toda la gama de emociones que hacen al humano distinto de los animales (o no). Quizá la emoción más básica y primitiva del hombre es el miedo o el terror. Si uno se pone a pensar parece ser que muchas cosas se hicieron por miedo. ¿El fuego? Se le tenía un miedo irracional a la oscuridad y el ser humano empezó a arroparse en torno a su luz y calor hasta que un día descubrió como hacerlo y todo mejoró ostensiblemente.
Si ya se juntan miedo e imaginación la cosa empieza a ponerse chunga, ya que de la imaginación del ser humano han salido monstruos que han fastidiado las noches de muchos niños, como el hombre del saco, el coco o incluso el monstruo lámpara del prolífico Stephen King. El miedo siempre ha estado presente en todos los palos de la cultura humana, desde la pintura hasta el cine pasando por los videojuegos. En este fascinante mundo hay grandes ejemplos de juegos que han traumatizado a más de uno. Como existen una gran cantidad de títulos capaces de provocar ese trauma, a veces se vuelve difícil ir al baño en mitad de una noche lluviosa sin encender una luz.
En una conversación sobre videojuegos de terror no debería haber nadie tan osado como para decir que tal o cual juego es el más terrorífico, ya que de ello dependen muchísimos factores entre ellos el factor nostalgia y el gusto del jugador. Sin embargo, hace relativamente pocos días saltó la noticia de que alguien se había atrevido a hacer tamaña afirmación. Vertical Slice, un grupo de investigación británico enfocado en la interacción entre personas y videojuegos, ha determinado «científicamente» que el videojuego más terrorífico de la consola Xbox 360 es el archiconocido y genial Dead Space 2. Así en seco y sin vaselina se pasan por el arco del triunfo a las demás plataformas sin darles una oportunidad de competir.
Pero la nota interesante es el adverbio científicamente, ya que eso le da una toque de credibilidad más, aunque a algunos les resultará un tanto sospechoso. ¿Cómo se puede medir el terror que provoca un videojuego? ¿Cuantos datos han recopilado para lanzar semejante afirmación? ¿Tenían grupos de control? Y un sinfín de preguntas que surgen cuando alguien que lleva mucho tiempo viendo Los Cazadores de Mitos se hace a la hora de leer la noticia.
Si se quiere hacer un estudio sobre el terror en condiciones, lo normal sería introducir todas las plataformas de videojuegos que hay actualmente en el mercado y realizar el estudio sobre un grupo con numerosos sujetos, en condiciones normales y una infinidad de detalles que ahora no vienen al caso. En Vertical Slice se han tomado muchas molestias en hacerlo todo lo más correcto posible, pero sin embargo resulta sorprendente que sólo hayan hecho el estudio para una consola y con seis sujetos de prueba, tres casuales y tres hardcore.
Los jugadores fueron amablemente invitados a sus instalaciones de Brighton, en el Reino Unido. Allí los acomodaron en unas habitaciones con condiciones normales de luz y temperatura, en un sofá la mar de cómodo (pero sin risketos) y los hicieron jugar cuatro videojuegos que en teoría son de terror durante periodos de tiempo controlado, aproximadamente media hora. Los títulos elegidos fueron Alan Wake, Condemned, Resident Evil 5 y Dead Space 2, quedando fuera de esa selección juegos como Left 4 Dead 2, Gears of War 2, Condemned 2, FEAR 1 & 2, Dead Space 1, Silent Hill: Homecoming, Alone in the Dark y Mass Effect 2 (¿?).
Entonces, ¿cómo se mide el terror? Los chicos de Vertical Slice decidieron que controlando el ritmo cardíaco, la temperatura de la piel y la conductancia de la piel (conocida también como respuesta galvánica) podrían tener un mapa aproximado del terror. Esto último de la conductancia es el principio en el que se basa el controvertido polígrafo, que tantos buenos e inolvidables momentos ha dado en la televisión. También se realizaban entrevistas tras jugar y tenían que decir lo que pensaban en voz alta durante la partida para así darle mas vidilla al asunto.
Midiendo todas estas variables en los seis sujetos de pruebas, podían comprobar que momentos del juego les causaban más tensión, cuales les horrorizaban y cuales les daban igual. Los resultados mostraban claramente que Dead Space 2 había sido el juego que más «terror» había causado a los amables sujetos de prueba. Pero habiendo jugado sólo media hora y realizado las pruebas sobre 6 personas es un tanto descabellado afirmar que un sólo título sea el más terrorífico de una consola, ya que en algo tan subjetivo como es el terror infundado por un juego es descabellado lanzar una afirmación categórica
El terror a fin de cuentas es algo personal e íntimo de cada individuo, ya que cada uno posee sus fobias o terrores. Desde la típica claustrofobia pasando por su opuesta, la agorafobia, hasta llegar a temores tales como la coulrofobia, miedo infundido en muchos niños gracias a la espeluznante caracterización de Tim Curry como Pennywise. Que a un grupo de seis personas, mujeres y hombres, hayan sentido miedo durante algunos momentos de Dead Space 2 no es como para lanzarse y declarar a los 4 vientos de internet que es el juego más terrorífico, sobre todo estando por ahí el Quantum Theory.
Como jugador he de admitir que hubo algunos momentos en los que me agobié debido al ingente número de necromorfos que no me daban descanso. Me angustié en otros momentos, pero no he sufrido en mis carnes ese terror del que se habla, aunque debo de confesar en que hubo un momento en el que se me heló la sangre durante un segundo debido a un sonido inesperado. Uno se acostumbra a escuchar las interferencias de la radio o el rugido de un necromorfo, pero cuando algo rompe esa monotonía de alaridos venidos del averno es normal que uno se ofusque y de un respingo.
Quizá lo más hiriente es que se hayan olvidado de las otras plataformas, tanto actuales como antiguas. Todo el que lleve unos cuantos años jugando, recordará con un escalofrío en la columna la escuela del primer Silent Hill, donde la radio era el dedo en la llaga del miedo que recordaba continuamente que había algo por ahí, que no se veía, pero que tenía sed de sangre, disparando los nervios y haciendo que el jugador no le atinara bien a los botones del mando. Ahí es donde está la clave del verdadero terror, el que no tiene forma, el que no se puede ver, el que sólo se insinúa o se oye. Un ejemplo perfecto de este «terror invisible» es el que de destila en cada minuto de El Resplandor, donde la sensación de «hay algo que está mal aquí» es continua y frustrante. De la vieja de la bañera mejor no hablar.
Resultaría improcedente hablar de juegos de terror y no hablar de Amnesia: The Dark Descent, juego que explota al máximo ese principio del terror insinuado, donde unos pasillos oscuros, un quinqué y un rugido monstruoso bastaron a muchos para desinstalar el juego, apagar el ordenador y dedicarse a otros menesteres menos exigentes. Servidor es uno de los que no tuvo valor de enfrentarse al juego, el terror y el agobio constante de no saber que se va a encontrar uno al girar una esquina fueron los catalizadores de mi cobardía. Como anécdota decir que recientemente tuve el placer de conocer a uno de los programadores del juego. Sorprendentemente resultó ser alguien normal, sin problemas mentales capaces de parir tal juego salido del mismo infierno.
Hay innumerables títulos que la comunidad jugona encontrará infinitamente más aterradores que Dead Space 2, pero esto no es más que un estudio un tanto mal hecho en sus bases, pero que si se hiciera correctamente arrojaría muchos resultados interesantes. Parece que a la hora de medir el terror es difícil establecer algo unánime, ya que el terror está en la mente de cada uno, encerrado, esperando a salir en el momento menos oportuno mostrando alguna debilidad. Menos mal que siempre hay valientes, que hacen frente al terror más absoluto con un par y merecen el respeto de todos, ahí está el que se casó con la Duquesa de Alba. Nadar en su cerebro sería interesante, quizá algo ande mal en su cabeza y lo que ve es el resultado de una ilusión óptica, ¿quién sabe?
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